Juan Carlos Ayala es catedrático de Economía de la Empresa en la Universidad de la Rioja. Este docente realiza también de forma habitual trabajos de asesoría para empresas familiares, en los que se ocupa del diseño de la organización y la mediación en conflictos entre miembros de diferentes generaciones. Esta semana el riojano participó en unas jornadas sobre el presente y futuro de la empresa familiar en la localidad ovetense de Las Caldas a las que asistieron más de un centenar de empresarios.

-¿Cuáles son los retos a los que se enfrentan las empresas familiares?

-Tras nueve años trabajando para empresas familiares he comprobado que el reto fundamental es su propia organización, y lo que significa este concepto. Es decir, cómo definir los puestos de trabajo, los sistemas de recompensa de los miembros de la familia y ver qué tipo de mejoras hay que acometer. Hay muchos que piensan que el principal es la sucesión, yo creo que no. También es un reto desde luego, ya que es en ese momento cuando se destapa la caja de Pandora, y se comprueba si las relaciones entre la familia son sólidas, si la organización está preparada para afrontar el cambio y si los sistemas de compensación son adecuados. Pero en la actualidad, sin duda el reto principal es el de la internacionalización, conseguir instaurarse en mercados globales y competir.

-¿Tan crítico es el momento de la sucesión?

-Es un momento muy crítico. Lo que se debe hacer es no dejarlo para el final, la sucesión no debe ser un hecho, sino que tiene que ser un proceso. Hay que preveerlo con la suficiente antelación y pensar cuáles son los pasos que hay que dar para que esa sucesión ocurra de forma ordenada y de la mejor forma posible. Pero sin perder de vista la cultura de la familia y la de la propia organización. No debe ocurrir cuando se ha muerto el padre o cuando ya no hay otro remedio.

-¿Cuáles son las principales trabas con las que se encuentran esta clase de compañías?

-Hay muchos aspectos que diferencian a una empresa familiar de otra que no lo es. Para mí la más importante es la relación que existe entre los diferentes grupos interesados dentro de la empresa familiar. En una no familiar los accionistas simplemente tienen acciones, y no tienen relaciones entre ellos. Aquí las relaciones son muy fuertes, los familiares no sólo tienen su trabajo en la compañía sino todo su patrimonio. Si la empresa se va al garete puedes perderlo todo, y cuando una empresa de este tipo se va al garete se suele poner en entredicho el apellido de la familia, que es algo que suele pesar mucho.

-¿Y están preparadas para afrontar el nuevo cambio de ciclo económico?

-Un potencial importante que tienen las empresas familiares es que en épocas de crisis saben cerrar filas muy bien. Están acostumbradas a renunciar a los beneficios y sacrificarse por un ideal. En tiempo de crisis son las que mejor se adaptan porque piensan siempre a largo plazo y este tipo de situaciones lo ven como un bache del que probablemente van a poder salir.

-¿Qué papel juega la Universidad en la formación de las empresas familiares?

-Dada la alta tasa de empresas familiares que hay en cualquier comunidad hay una probabilidad tremendamente alta de que una persona que esté en la Universidad acabe trabajando en una de estas compañías. Lo que nosotros pretendemos en las aulas y con las cátedras es que los universitarios entiendan que las empresas familiares tienen unas peculiaridades para que, cuando lleguen ahí, no suponga un choque. Lo que hacemos es allanar el camino.

-¿Cómo se encuentra esta clase de compañías en Asturias?

-Lo que me ha gustado ver es la dinámica de la asociación, se sienten comprometidos con la agrupación, tienen un espíritu de grupo y de compartir ideas que es esencial para solucionar problemas.

-Los expertos inciden en que uno de los principales escollos es la escasa salida de las empresas familiares al exterior?

-Hay varios problemas que dificultan esta salida. En una investigación que nosotros realizamos en La Rioja sugerimos que el principal está relacionado con las capacidades directivas. Es verdad que cada vez hay más miembros de la familia que saben idiomas y que están dispuestos a viajar, pero también es cierto que salir supone un cambio de cultura. Se necesita un tiempo para asimilar este cambio. Sin duda, las empresas familiares han sabido adaptarse a los mercados siempre de una forma rápida y no van a perder este reto. Es esencial que en momentos en los que el mercado local está deprimido, esto pueda ser una oportunidad vital para ellos para vender en el exterior. Se trata de encontrar economías en las que el crecimiento sea mayor al nuestro y que estén demandando el proyecto que ellos están fabricando.