Uno de cada tres euros que circula por el mundo acaba invertido en tan sólo tres países: Estados Unidos, Reino Unido y China. Los otros 2 euros se los reparten entre 175 países, entre ellos España, que ocupa el puesto decimosexto. Si buceamos dentro de esos países, la distribución no es igual entre las distintas ciudades o regiones. De hecho, si algo está ganando protagonismo en el panorama económico actual es la desigual distribución de la inversión no sólo entre países sino también dentro de los mismos. Y es que parece que hay territorios que tienen una especie de telaraña con la que «atrapan» los capitales del planeta para crear riqueza en su interior. Esa telaraña atrapa más cosas que el dinero. De hecho, en ella acaban la tecnología, los servicios avanzados, las ideas, la inmigración y todo el talento que conlleva. Estos condimentos refuerzan la telaraña para seguir capturando más factores productivos de calidad, más inversión y generar más riqueza. La telaraña no la vemos, es intangible, y descubrir de qué material está hecha es una tarea difícil pero muy importante.

Una primera intuición es que los países con la telaraña más fuerte son aquellos que tienen mejores infraestructuras: carreteras, aeropuertos, hospitales, centros educativos o de investigación, por poner algunos ejemplos. Estas infraestructuras son tangibles y se pueden construir. Sin embargo, un número cada vez mayor de trabajos académicos demuestra que, a pesar de ser necesarios, estos factores «físicos» no aseguran que los países capten más inversiones, ideas o talento y, por tanto, sean más productivos. Todo apunta a que los factores cualitativos son los que marcan la diferencia entre las telarañas de los territorios.

Estudios académicos ponen el acento en aspectos tales como la calidad de las instituciones, el clima empresarial, el marco jurídico, el funcionamiento de los mercados, el sistema fiscal o los derechos de propiedad. Tal es la importancia de estos intangibles que el Banco Mundial viene desarrollando una tarea muy importante para tratar de medirlos y compararlos entre países. Esto es lo que hacen en su estudio anual Doing Business, que consiste en elaborar un cuestionario repleto de indicadores que tratan de medir el grado de regulación al que están sometidas las empresas para desarrollar su actividad y cómo son los derechos de propiedad en el país en el que operan. El Banco Mundial distribuye este cuestionario a unos 5.000 colaboradores suyos en 178 países (consultar el trabajo en www.doingbusiness.org).

Este estudio del Banco Mundial resulta de gran interés porque es una gran fuente de información sobre aspectos cualitativos. Así se sabe cuántos procedimientos y qué coste supone para una persona abrir una empresa en cada país; pero también, qué trámites y qué gasto representan aspectos como la contratación de personal, la obtención de las licencias necesarias para la actividad, los registros de la propiedad, el acceso a financiación bancaria, el pago de impuestos o los trámites para el comercio exterior. Según todos estos factores cualitativos, los mejores lugares en Europa para crear y desarrollarse como empresa son el Reino Unido y Dinamarca. España ocupa el puesto 38 en el ranking, superada por países como Estados Unidos, Canadá e incluso China o la República Eslovaca.

¿Qué tiene la telaraña británica que no tiene la española? ¿Por qué es mejor el clima empresarial en el Reino Unido que en España? Sin hacer un examen exhaustivo de las diferencias, podemos ilustrar algunas ideas que se podrían «importar». Recientemente, el Gobierno británico ha creado un departamento un poco «raro», pero muy interesante. Es un departamento que tiene como máximo objetivo acercar la voz de las empresas a todos los ámbitos del Gobierno donde se deciden leyes o medidas que les afecten (su web es una gran fuente de información: www.berr.gov.uk). Su principio básico es que si un país quiere generar riqueza tiene que crear todos los mecanismos posibles para crear y desarrollar empresas dinámicas. Cualquier actuación política o legislativa que quiera potenciar el clima empresarial tiene que conocer de manera directa los problemas a los que se enfrentan las empresas y, sobre todo, sus necesidades. Lo «raro» de este departamento británico es que está compuesto por funcionarios con una gran formación en ámbitos de empresa, además de abrir canales de comunicación directos con todas ellas. Sabiendo sus problemas se puede ayudar a perfilar políticas que fomenten (y no entorpezcan) la competencia en los mercados, velando por los derechos del consumidor, la política de formación, la de infraestructuras, la de innovación, la de promoción internacional, la de inmigración y un largo etcétera.

Tras múltiples investigaciones con más de 2.000 empresas británicas, se pone de manifiesto que es habitual encontrar varias leyes que regulan lo mismo, duplicidad en procedimientos administrativos, elevados costes para adaptarse a los cambios legales o que las empresas no aprovechan bien las ayudas públicas porque no las conocen o porque son complejas de obtener. Nada diferente le ocurre a una empresa española. Por ello, y ésta es otra idea para importar, este departamento ha creado un portal donde cualquier empresa puede aportar ideas para mejorar la regulación o las políticas que le afecten (su web es de gran interés: www.betterregulation.gov.uk). Estas ideas se evalúan y, obligatoriamente, se les da una respuesta, que también es pública, en menos de noventa días. El Gobierno británico estima reducir los costes burocráticos de las empresas en 2010 en un 25 por ciento, lo cual influirá no sólo en su cuenta de resultados, sino también en mejorar ese clima empresarial de factores cualitativos que tejen la telaraña británica.

En el caso de España, en el que también se participa desde Asturias, se ha creado una sociedad pública que trata de acercarse al tejido empresarial, se llama INTERES (www.interes.org). No obstante, esta iniciativa está más enfocada hacia la promoción en el exterior para hacer negocios en el país que hacia mejorar el clima empresarial. En el caso de Asturias, la articulación de grandes acuerdos con empresarios y sindicatos es también una medida importante, pero aún está lejos de iniciativas como la británica.

Y es que en economía pocas cosas suceden por casualidad. Comprender, dialogar y tener una visión precisa, a la hora de articular medidas de política económica, es un gran mecanismo para adoptar mejores decisiones y crear climas donde las compañías disfruten de las mejores condiciones para nacer y crecer. En la actualidad, existen muchos mecanismos para conocer y crear un diálogo continuo y riguroso con las empresas, aprovechémoslo. Sólo con instituciones fuertes, conectadas con el tejido empresarial, que estén dispuestas a cambiar y a mejorar de manera continua, se pueden tejer telarañas intangibles que capten inversiones, ideas y talento para Asturias y asegurar su progreso.