Oviedo,

Marián MARTÍNEZ

La intervención de Caja Castilla La Mancha no parece haber cogido por sorpresa a los economistas avezados del mundo financiero. De hecho, todos los consultados por este periódico coincidieron en que «era cuestión de tiempo». Una reflexión serena y muy alejada del temor que despertaron las intervenciones de los años 80, en la que cayó el Banco de Asturias. Había un antecedente previo: el Banco de Siero, en 1965, aunque en aquella ocasión se debió a un problema de delito monetario. Y también hubo otra posterior, la de Banca Masaveu, como consecuencia de la intervención en Rumasa, a la que había sido vendida sin saber que sería la propietaria final.

La intervención del Banco de Siero se convirtió en uno de los grandes escándalos económicos y financieros del franquismo.

La entidad era propiedad de la familia Rato y, según la condena judicial de la época, servía de tapadera para realizar evasión de capitales a Suiza. El Banco de España intervino la entidad financiera con un dictamen de quiebra y sentó en el banquillo a Ramón Rato Rodríguez-San Pedro, padre del ex ministro y ex director gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Rodrigo Rato, a su hijo mayor, Rodrigo, y a un tío paterno, Faustino Rato Rodríguez-San Pedro. Fueron condenados, respectivamente, a tres años de cárcel y 176 millones de pesetas de multa; dos años de cárcel y 44 millones de pesetas, y 5 millones.

La familia siempre se defendió de dichas acusaciones, asegurando que se les había procesado injustamente.

La siguiente intervención de una entidad financiera fue ya en 1980. La crisis del petróleo, en 1973, llegó a España con años de retraso, pero con virulencia. Se convirtió en un factor definitivo para que de los 110 bancos que había en el país en aquel momento, la mitad atravesasen serias dificultades y las intervenciones del Banco de España se convirtieran casi en una constante.

Las consecuencias fueron una concentración bancaria con una legislación rigurosa y una elevada profesionalidad del sector que, según los expertos, son ahora ejemplo en Europa y en Estados Unidos. Unas claves que, añaden, serán las que permitan superar con éxito esta nueva crisis.

La intervención del Banco de Asturias, en 1980, se recuerda, paradójicamente, como algo que hay que olvidar. Fue un proceso muy complejo e incluso doloroso, porque nadie quiere hablar de ello.

El Banco de Asturias se denominó inicialmente Banco de Langreo. Era pequeño y con un núcleo accionarial en el que figuraban nombres de familias e industriales de la región. En 1970, la sociedad Serfi, de Banca Catalana, compró un paquete de acciones por unos 300 millones de pesetas, que representan algo más del 50 por ciento del capital de la entidad financiera. Durante seis años, el Banco de Asturias creció, hasta que Serfi vendió sus acciones por 2.500 millones de pesetas a la Corporación de Activos Financieros (Cafsa). Una parte del pago se hizo en efectivo, y el resto se aplazó en dos entregas.

El problema surgió cuando Cafsa no consiguió colocar las acciones previstas en el mercado, justo cuando más falta le hacía al Banco de Asturias liquidez para seguir creciendo. Y, a la vez, se producen una serie de operaciones que provocaron, en 1979, una inspección del Banco de España, cuyo gobernador era entonces el asturiano José Ramón Álvarez Rendueles. El vicepresidente era Mariano Rubio.

Cafsa presentó finalmente suspensión de pagos, cuando Banco de Asturias ya había pasado de un pasivo de 4.400 millones de pesetas en 1976 a los 10.000 millones sólo tres años más tarde.

El Banco de España y el fondo de garantía de depósitos acabaron interviniendo el Banco de Asturias en 1980, con un coste de saneamiento de 1.000 millones de pesetas (5,8 millones de euros).

Posteriormente, el Grupo March se hizo con el banco, que en 1989 pasó a manos del grupo National Westminster Bank (Natwest). En el año 1993, se inició un proceso de saneamiento y capitalización cuyo objetivo era reforzar al Banco de Asturias. El 1 de octubre de 1996, el Banco Sabadell se hizo con la propiedad de la filial española de Natwest, y en 2003 se formalizó la fusión por absorción. Fue el final del Banco de Asturias, que no mantuvo su marca comercial, como sí ocurrió con el Banco Herrero.

Otra importante intervención en una entidad financiera asturiana fue la que se produjo en la Banca Masaveu, aunque en esa ocasión la entidad había sido vendida y fue después cuando se vio afectada por la expropiación de Rumasa.

La Banca Masaveu fue fundada en 1840 por Pedro Masaveu Rovira, emigrante catalán afincado en Oviedo. Con base en esa casa de banca, nacería 1898 la primera fábrica de cemento de Asturias: Tudela Veguín, S. A. Eran los inicios de la Casa Masaveu. La entidad financiera se vendería en 1982, con Pedro Masaveu Paterson al frente del grupo, a una sociedad que, según se explicó entonces, la constituían un grupo de empresarios e industriales. La realidad se supo más tarde, cuando se descubrió que dicha sociedad era una interpuesta de José María Ruiz Mateos, el propietario del grupo Rumasa, expropiado en 1983 por el Gobierno socialista de Felipe González, con Miguel Boyer como ministro de Economía. Las fuentes consultadas coincidieron ayer en que cuando se produjo la venta se desconocía que Rumasa estuviera detrás.

Los antecedentes, aunque distantes en el tiempo, están siendo objeto de estudio. Los expertos aseguran que «difícilmente» se podrá repetir una situación igual, y todos se apresuran a garantizar la solvencia de Cajastur. También todos coinciden en que «se abre un período de reorganización en las cajas».