El pasado lunes 21, en una noche única e irrepetible, me sentí feliz al comprobar la fuerza y la solidez de ASEM; encantada al palpar el cariño sincero de tantas mujeres empresarias y personas queridas de mi familia, vecinos, amigos, clientes, compañeras del colegio, compañeros de FADE y Cámara de Comercio, Consejería de la Presidencia, Consejería de Industria, ayuntamientos de Gijón, Avilés y Oviedo, asociaciones? En fin, me encontraba satisfecha al recoger -como siempre- mucho más de lo sembrado.

Sin embargo, me fui con la pena de no poder hablar con las casi 300 personas que se reunieron en esa superfiesta, para decirle a cada uno, a la cara, mientras nos dábamos un apretón de manos o un abrazo, ese «me fío, me fío, me fío...» que os dije a todos en las palabras improvisadas que allí dirigí. También marché con la pena de no poder decir -personalmente- a cada una de las de Asem que gracias, que lo habían organizado todo genial, que me habían hecho la mujer más feliz del mundo al comprobar tanto cariño desinteresado.

Mi hermana Charo se encargó de leerme la relación de asistentes y yo misma me fui deteniendo en una lectura atenta de los muchos mensajes recibidos de todas aquellas personas que por distintos motivos no pudieron asistir al acto. Por eso quiero desde estas líneas deciros a todos, nuevamente -de todo corazón-, ¡gracias! Gracias por darme muchísimo más de lo que merezco y se puede esperar.

Además, quería haceros una petición: seguid ayudándome a pedir -me da igual el santo que elijáis como intercesor- para que pronto vuelva a estar, batiéndome el cobre, en primera línea de batalla.