Oviedo, L. G.

«¿Por qué desconfían de España los inversores extranjeros?», se pregunta Luis Garicano, economista vallisoletano, en un artículo recién divulgado por la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (Fedea). Garicano, profesor de la London School of Economics, responde que «los extranjeros tienen razón para estar muy preocupados con la situación a corto plazo de España» y sus cuentas públicas, por más que el Gobierno alegue que el sector financiero nacional mantiene una posición sólida o que los niveles de endeudamiento de la Administración son de los más contenidos de Europa. «No existe conspiración» contra España, sentencia el economista que a finales de 2008 explicó a la Reina Isabel II, durante un acto en la London School, los orígenes de la crisis global, incipiente entonces. Luis Garicano dice ver cuatro razones «que justifican la desconfianza extranjera».

l La deuda. Garicano pone en cuarentena uno de los argumentos para el optimismo más frecuentados por el Gobierno cuando habla de las cuentas de la Administración: que el Estado español está saneado porque el nivel de endeudamiento público (55,2% del PIB) es 20 puntos inferior a la media de la Eurozona y está a la mitad de camino de los números de Grecia (113%) o de Italia (115%). Pero «las necesidades de financiación de España son más preocupantes de lo indicado», expone el economista en el artículo de Fedea, porque «la financiación está siendo a muy corto plazo». Esto es, España debe menos dinero que otros, pero tiene mucha deuda que habrá que pagar o financiar (con más deuda) en cuestión de meses. «El 70% de la deuda española emitida en 2009 fue a menos de un año», escribe Garicano.

Puede ser, matiza el economista, una «estrategia consciente» del Tesoro: se opta por emitir deuda (letras) a muy corto plazo porque el interés que se debe abonar es muy bajo. Puede ser también que España esté recurriendo a ese perfil de deuda ante las dificultades para obtener financiación a largo plazo en los mercados, inundados por las emisiones de todos los países que buscan enjugar los generalizados déficit provocados por la necesidad de intervenciones públicas en la economía para salvar los muebles en la recesión.

La cuenta de Garicano es la siguiente: de los 475.000 millones de deuda acumulada a finales de 2009 por el Estado, en torno a 125.000 millones vencen en 2010 y «deben ser reemplazados por nueva deuda». Cubrir el déficit previsto para este año obligará, como mínimo, a conseguir otros 100.000 millones, según las mismas estimaciones. Así que España puede tener unas «necesidades netas» de 225.000 millones este año. «Esto es mucho, se mire como se mire, en un ambiente en el que muchos países compiten por financiación».

¿Cuál es el riesgo entonces? El perfil de la deuda, con un 70% de vencimientos a corto plazo, «puede crear un problema serio», responde Garicano. Y avisa: «Si de repente el mercado no te quiere prestar, te encuentras, de un día para otro, en una situación básicamente de falta liquidez total».

l La banca. Advierte Garicano también de que cuando se airean las favorables cifras españolas de deuda pública en relación al PIB no se tiene en cuenta el coste que puede suponer sanear el sector financiero. El autor parte de considerar que hoy es un argumento «inadecuado» seguir sosteniendo que la banca española está en mucho mejor posición que la de otros países. Luis Garicano viene a coincidir con aquellos otros expertos y directivos que esperan dificultades severas en el sector debido a los impagos del negocio inmobiliario que aún están por venir. La deuda viva de los promotores con bancos y cajas asciende a 325.000 millones de euros. Los fuertes impagos que se esperan en ese capítulo, unidos a los que se presumen para el resto de los créditos, llevan a Luis Garicano a pensar que algunas entidades, las que no estén bien capitalizadas para responder, «van a tener problemas muy serios».

Y el saneamiento de ese problema financiero potencial salpicará al contribuyente y a la deuda pública. Presumiblemente, las dificultades de bancos y cajas y el proceso de reestructuración del sector obligarán al Estado, principalmente a través del llamado fondo de reestructuración ordenada bancaria (FROB), a inyectar enormes cantidades que Garicano aproxima, como hipótesis, a los 150.000 millones de euros.

El problema vuelve a la casilla del endeudamiento: «Esto aumentaría la deuda y las necesidades de financiación en otro 15% del PIB (...)». En ese escenario, reflexiona Luis Garicano, es razonable pensar que, a finales de 2010, la deuda pública española sea equivalente a entre el 80% y el 90% del PIB. Por encima del 66% que el Gobierno prevé para este año en el programa de estabilidad recién remitido a Bruselas.

l El crecimiento. Un nivel de deuda como el comentado «se convierte en muy preocupante» si, como subraya el profesor español de la London School, no llega «el famoso nuevo modelo económico», si España se sumerge en una década de paro tan intenso o más que ahora y con crecimiento cero. «El problema real desde el punto de vista de los inversores extranjeros es que no ven voluntad de cambio; el Gobierno ha tardado demasiado en enfrentarse a la verdadera dimensión de los problemas, los sindicatos están dispuestos a morir con las botas puestas y prefieren dejar que el Estado de bienestar retroceda veinte años antes que renunciar a nada y el Partido Popular en esto de las reformas a veces parece más el Frente Popular que un partido liberal», critica Luis Garicano. Y enfatiza: «Los dos partidos principales deben ponerse, cuanto antes, a educar a los ciudadanos sobre los costes y sobre la magnitud del problema».

l La transparencia. Garicano, con la perspectiva que da observar los acontecimientos y los mercados desde fuera de España, llega a decir: «Nadie en el extranjero se cree nada de nada». Nadie se cree, esgrime, que se hayan producido verdaderamente los ajustes que impone el final de la burbuja inmobiliaria. «Con más de 1,5 millones de viviendas vacías, los precios han caído sólo un 13%. Esto al inversor extranjero (...) le parece que tiene que ser fraudulento». «Nadie, pero nadie, se cree los números de las cajas», añade Luis Garicano.

Tercer pecado de transparencia: «Nadie se cree los números del Gobierno». El economista, que en 2007 recibió en Asturias el premio «Fundación Banco Herrero», resta crédito a las proyecciones comunicadas por el Gobierno a la UE, le parece optimista en exceso esperar que España pueda crecer el 2,9% en 2012. «No es serio», afirma también, que el peor escenario previsto para ese mismo año por el equipo de la ministra Elena Salgado sea un crecimiento del PIB del 2,4%. «Si esto se une a las declaraciones y retiradas de anuncios sobre pensiones y otras materias, podemos imaginar la falta de credibilidad de estos números».

Luis Garicano termina su análisis así: «Es hora de que el Gobierno, los sindicatos y los partidos de todo espectro se empiecen a tomar el problema en serio: la hora de las reformas es ahora».