Oviedo,

Javier CUARTAS

La subida por sorpresa en un cuarto de punto (hasta el 0,75%) por la Reserva Federal de EE UU de su tipo de descuento (la tasa a la que el banco central realiza con carácter de urgencia y a muy corto plazo préstamos a bancos comerciales con problemas de liquidez) ha hecho cundir en los mercados la constatación de que la autoridad monetaria estadounidense ha empezado ya a retirar las medidas expansivas contra la crisis que se adoptaron a partir de septiembre de 2008 y la expectativa de que con esta decisión la FED (Reserva Federal) apunta ya a un escenario probable de subida del precio oficial del dinero (actualmente, y desde el 16 de diciembre de 2008, en un rango que oscila entre el 0% y el 0,25% en EE UU) apenas se constaten síntomas inequívocos de recuperación de la mayor economía del mundo.

Funcionarios de la FED precisaron que esta decisión no debe interpretarse como un síntoma de endurecimiento inmediato de la política monetaria de EE UU, sino como una «normalización» y «vuelta a la situación previa», y que los tipos de interés oficiales (el precio oficial del dinero) seguirán bajos hasta afianzar la recuperación, que está aún en «una fase inicial y todavía frágil».

Sin embargo, los mercados reaccionaron de inmediato anticipando escenarios de tipos al alza. Máxime cuando la subida de ayer es la primera que se produce desde 2006 (antes de la crisis).

Nada más trascender la decisión, el euro cayó frente al dólar a su valor más bajo desde hace nueve meses. La moneda europea se cambiaba ayer a 1,3554 dólares, frente a los 1,3612 dólares de hace una semana. Esto es así porque una subida de tipos se interpreta como síntoma de que EE UU puede salir antes de la crisis que Europa y como una previsión de mayor remuneración del dinero y del ahorro en la zona del dólar, todo lo cual favorece la toma de posiciones en esta moneda frente a la divisa europea. El euro se llegó a depreciar durante la jornada hasta los 1,3444 dólares.

Un horizonte de subida de tipos -y que podría forzar al BCE a hacer lo mismo- también penaliza al euro porque, en plena desconfianza de los mercados por la acusada deuda de algunos de sus países, un encarecimiento del dinero aumentaría la remuneración que deben pagar esos Estados para colocar sus bonos en el mercado, lo que agravaría sus necesidades financieras y su déficit.

Si los tipos de interés se recuperan, también se verán dañadas las expectativas empresariales (se encarecerá su financiación) y será mayor el esfuerzo que deberán hacer las familias para pagar sus créditos. En España la deuda de empresas y familias es muy elevada (es más del doble del PIB), por lo que el encarecimiento de los préstamos complicará más la situación de ambos sectores, y ello puede entrañar que se dispare aún más la ya elevada morosidad de las entidades financieras.

Este temor, junto con la evidencia de que un encarecimiento de la financiación recortará los beneficios empresariales, y por tanto el pago de dividendos a los accionistas, y que una subida de tipos entraña siempre un aumento de la rentabilidad de renta fija, depósitos y deuda pública, que son alternativas inversoras a la bolsa, hizo que en el parqué cundiera el nervioso y que los índices cayeran ante un riesgo de pérdida de atractivo de la bolsa. El mercado bursátil sólo se recuperó cuando miembros de la Reserva Federal tranquilizaron a los inversores al precisar que el precio oficial del dinero aún tardará en subir.

La necesidad de subir tipos en cuanto haya visos inequívocos de salida de la recesión obedece a varios criterios: tipos nominales entre 0 y 0,25% suponen términos reales (descontada la inflación) negativos y, por tanto, medidas excepcionales e insólitas. Además, la actual recesión tuvo su causa primigenia en el mantenimiento de tipos extremadamente bajos durante mucho tiempo, lo que estimuló fastuosos endeudamientos insostenibles. Y nadie quiere repetir ese error. Y, por último, las ingentes inyecciones de liquidez realizadas en el mundo desde 2008 pueden generar una nueva «burbuja» y una oleada de hiperinflación si se mantienen tipos cercano a cero cuando el PIB vuelva a crecer.