Cajastur mantiene conversaciones con un grupo de cajas de mediano y pequeño tamaño para buscar una alianza bajo la fórmula denominada sistema institucional de protección (SIP), también conocida como «fusión virtual». El propósito de este conjunto de entidades, entre las que figuran Caja Murcia y Caja Extremadura, es unirse en una plataforma común que les permita operar en mejores condiciones en el mercado financiero, aunque preservando la identidad y la autonomía de gestión de cada caja. Se trata, en palabras del presidente de Caja Extremadura, Víctor Bravo, de alumbrar «un líder nacional» del sector capaz de codearse con la gran banca.

Bravo dio ayer marchamo oficial a los rumores que desde hace meses apuntaban a que estaba en ciernes, con la implicación de Cajastur, una de las mayores fusiones virtuales que se han explorado desde que, hace un año, el Banco de España trató de poner en marcha una reestructuración del sector español de las cajas de ahorros. Sin mencionar expresamente a la caja asturiana ni a otras, el primer directivo de la extremeña, trazó algunos de los rasgos principales de la operación: las cajas que pueden entrar en la operación suman entre 125.000 y 175.000 millones de euros en activos, en torno a 8.000 millones de euros en fondos propios y más de 2.500 oficinas. Por volumen de activos, la alianza resultante superaría a levantina Bancaja como tercera caja española, sólo por detrás de la Caixa y Caja Madrid.

Oficialmente, Cajastur se limitó ayer a responder que sigue abierta a «posibles operaciones positivas» dentro de la reordenación financiera, aunque se mantiene «centrada» en el proceso de absorción de Caja Castilla-La Mancha (CCM). Otras fuentes señalaron que la dirección que preside Manuel Menéndez está desde hace semanas en contacto con varias cajas, entre las que suenan, además de Caja Extremadura y de Caja Murcia, la catalana Caixa Penedés, Caja Cantabria y la balear Sa Nostra. El extremeño Víctor Bravo habló ayer de que la alianza «puede ser de cuatro, cinco o seis cajas» y de que las conversaciones comenzarán de una manera ya formal este mes de abril.

«No hay prisa para realizar la alianza, pero sí interés», añadió el mismo directivo. Las fuentes consultadas apuntaron que la indefinición de algunos aspectos legales del sistema de protección institucional condicionan los ritmos de una negociación que en cambio no está afectada por el vencimiento, el 1 de julio, de la autorización concedida por Bruselas al Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB), el instrumento creado por España para apoyar económicamente la reordenación financiera. Ocurre que la «fusión virtual» en la que está implicada Cajastur no necesitaría recurrir a dinero del FROB, financiación que, por otra parte, «sale muy cara», indicaron fuentes del sector.

Las características de los candidatos allanan sobre el papel el camino para un acuerdo. Las cajas implicadas tienen una alta concentración de negocio en sus territorios naturales, lo que atenúa las posibles fricciones de competencia. «El solapamiento de oficinas es insignificante», señaló Víctor Bravo sobre el posible impacto de la «fusión virtual» en la red comercial de Caja Extremadura. El criterio general es que cada entidad mantenga su marca y su red propia, así como su identidad, sede y órganos corporativos. Esto es, crear una SIP no conlleva en principio ajustes de tipo laboral e implica en principio menos riesgos de resistencias políticas que una fusión ordinaria.

¿En qué consiste entonces el SIP y cuál es su utilidad? Las conversaciones son preliminares aún y puede tardar meses en tomar forma el diseño de la operación, pero, según las fuentes consultadas, la también conocida como «fusión fría» implica que las cajas participantes se unen en un grupo financiero de nuevo cuño para actuar de manera conjunta en aspectos del negocio en los que tener un tamaño mayor implica ventajas de eficiencia. Es una estrategia pensada de manera singular para acceder a los mercados mayoristas del dinero en mejores condiciones, para captar recursos a mejores precios. Para llegar, en suma, a lugares del sistema sólo disponibles para las mayores cajas y los principales bancos.

El mecanismo SIP abre también la opción de que las cajas impulsen una marca conjunta para operar fuera de sus territorios de origen. Pero las citadas fuentes matizaron que aún es pronto para saber qué alcance tendrá una operación que abre asimismo la posibilidad de que las cajas lancen productos conjuntos (depósitos, emisiones...) que compitan en mejores condiciones que ahora con los de los líderes del negocio financiero. La «fusión virtual» implica además compartir una política de riesgos y la calificación crediticia que conceden las agencias de «rating». Y las cajas quedan obligadas a amparar con sus recursos la solvencia y liquidez del «holding».

«La entidad financiera resultante sería propiedad de las cajas que integran el proyecto, y no al revés», puntualizó ayer el presidente de Caja Extremadura. Víctor Bravo añadió, sobre el gobierno de esa futura entidad, que «ninguna de las cajas ostentará una posición de control» y que «las decisiones de relevancia se tomarán por mayorías reforzadas». Tras la integración de Caja Castilla La Mancha (CCM), que presumiblemente se completará antes del 1 de julio, Cajastur se convertirá en la mayor de las entidades implicadas en las conversaciones sobre la nueva «fusión virtual», con unos activos superiores a los 40.000 millones de euros. La caja dirigida por Manuel Menéndez cobra de nuevo protagonismo en la reordenación financiera a los cinco meses de haber sido elegida por el Banco de España para absorber a CCM.