Oviedo, Javier CUARTAS

La reordenación de las cajas de ahorros, 45 instituciones financieras que controlan el 53% del mercado bancario español, puede entrar en una fase más acelerada si el pacto alcanzado anteayer entre los líderes de las dos formaciones políticas mayoritarias logra remover los obstáculos que hasta ahora han retardado un proceso de fusiones que, si de por sí es complejo y harto dificultoso, ha encontrado además resistencias en el ámbito de las instituciones autonómicas.

El acuerdo entre el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, y el líder de la oposición, Mariano Rajoy, aspira a impulsar los procesos de concentración en marcha en el subsector de las cajas de ahorros, incluidas las fusiones transfronterizas, que, por unificar en una sola entidad a varias de distintos territorios autonómicos, han suscitado las mayores resistencias.

Cuatro gobiernos regionales de distinto color político (Madrid, Galicia, Cataluña y Extremadura) tienen recurrido ante el Tribunal Constitucional, por supuesta invasión de competencias autonómicas, el Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB), constituido en junio de 2009 para apoyar las fusiones mediante la movilización de recursos que las entidades deben devolver con un interés.

El FROB tiene autorización de la UE para operar sólo hasta el 30 de junio y el gobernador del Banco de España advirtió a las entidades en dificultades de que las intervendrá (ya lo hizo con CCM) si no aceleran la solución a sus problemas.

La resistencia a las fusiones suprarregionales (unión de cajas de distintas comunidades) obedece al temor a la pérdida de ascendencia del poder regional sobre entidades que, salvo excepciones notorias, han estado desde su origen muy vinculadas a las entidades públicas. Pero en esas resistencias también median sentimientos identitarios y de autoestima colectiva en cada región, como se ha visto en Castilla-La Mancha, donde la próxima integración de sus dos cajas en organizaciones de otros territorios (Asturias y Andalucía) se vive como una dolorosa pérdida de peso y capacidad autonómicos. En Asturias y País Vasco también cundió ese temor, de ahí que tanto Cajastur (futura dueña de CCM) como BBK plantearan la toma de control de esta entidad manchega a través de un banco filial para evitar que una fusión pura y dura entre cajas supusiera que la entidad rescatada (y, en consecuencia, también las entidades públicas que en ella participan) pasase a ser, por su mayor tamaño, la dominante sobre la rescatadora.

Los tres procesos de fusión aprobados hasta ahora por el FROB son todos ello intrarregionales, es decir, protagonizadas por cajas de la misma comunidad: es el caso de la unión de las de Manlleu, Sabadell y Terrassa (todas ellas catalanas), de la de Caixa Catalunya, Tarragona y Manresa (también catalanas) y de Caja Duero y Caja España (ambas, castellano-leonesas).

Estas fusiones tienen inconvenientes: las cajas que se unen tienen implantación territorial similar, por lo que replican riesgos crediticios análogos, redoblan la exposición a los mismos o parecidos sectores productivos y duplican casi siempre la implantación de sucursales. El ajuste de red y plantilla será por ello mayor y la cartera de riesgo resultante no ganará en diversificación.

Pero pese estos inconvenientes, el Gobierno gallego ha volcado todo su peso en forzar la unión de las dos cajas gallegas (contra la resistencia numantina de Caixanova), en Extremadura también se sugirió una operación análoga que no prosperó, en Castilla y León se intentó impedir que Caja Burgos optase por una fusión virtual con entidades de otras regiones (participa en un proyecto con Navarra y Canarias), el PP de Castilla-La Mancha arremetió contra la anexión de CCM por Cajastur, en Cataluña sólo Penedés barajó una unión no catalana, en Andalucía la única operación interrregional es fagocitadora (absorción de Caja Guadalajara por Caja Sol) y a la Comunidad Valenciana se le ha atribuido oposición soterrada al proyecto de unir CAM con Caja Madrid y Caixa Galicia.

Las únicas operaciones transfronterizas en marcha son (salvo las de las cajas manchegas) fusiones frías o virtuales, es decir, aquéllas en las que las cajas partícipes mancomunan aspectos del negocio pero preservan su independencia jurídica.

Todo el sector financiero afronta un año difícil, pero las cajas (que nunca protagonizaron las magnas quiebras que tan frecuentes y costosas han sido en los bancos privados durante los últimos 200 años) tienen ahora una mayor urgencia en reforzarse porque fueron las entidades que más se expansionaron en la etapa de la euforia, las que más se implicaron en el negocio inmobiliario (hoy, en el epicentro de la crisis) y las que más dificultades tienen para captar capital por carecer de accionistas.