Oviedo, Javier CUARTAS

La espectacular recuperación ayer de los mercados bursátiles obedeció a tres factores capitales: el plan gigantesco de intervención pactado por FMI, BCE y UE para blindar al euro y a sus países, lo que actuó de bálsamo contra el pánico de una semana de vértigo vendedor y alentó la euforia compradora; el gran descuento con que cotizaban las acciones tras el ataque de nervios y el catastrofismo de la semana precedente, y la trampa en que se vieron atrapados los especuladores que habían apostado a la baja a la espera de recomprar mucho más baratas acciones vendidas en los últimos días y a los que la corriente alcista desde primera hora les obligó a acaparar títulos para no incurrir en mayores pérdidas de las que han tenido que asumir al cambiar la tendencia del mercado de venta generalizada a compra masiva. A ello se suma que los mercados siempre sobrerreaccionan: cuando caen y cuando suben. Todo este fulgor alcista se vivió de forma más intensa en España por tres factores: había sido la Bolsa más castigada y por ello tenía más margen de recuperación; la española es una de las economías que más ataques había sufrido por los depredadores y que ahora queda blindada por el mecanismo de rescate; y además es una Bolsa habitualmente muy volátil. Sube más que el resto en época de bonanza y se derrumba más en tiempo de pesimismo. Y ello por razones estructurales: el 85% de su capitalización depende de apenas de media docena de valores y el 89% de su capital está en manos de inversores extranjeros. Por eso no se deben extremar los juicios cuando lidera las subidas pero tampoco cuando encabeza las caídas.