«Por los pelos» es una acepción muy común en el idioma español que tuvo su origen en los duelos a pistola de los siglos XVIII y XIX; indicaban la circunstancia de que la bala destinada a la cabeza, la rozó, arrancando alguna parte del cuero cabelludo. Era una advertencia para que los temerarios no volvieran a ponerse en tesitura de ese riesgo.

Zapatero salvó ayer la cabeza, pero se dejó muchos pelos en la gatera. Un solo voto le separó del abismo; es probable que él crea que ha recuperado esa suerte en la que tanto confía. Pero lo cierto es que no fue la baraka, sino las matemáticas lo que le alivió de despeñarse. La extrema debilidad y soledad del Gobierno están bien acompañadas de la decrepitud extrema del principal partido de la oposición. Nunca, en la reciente historia de la transición, el partido que era alternativa de Gobierno lo tuvo tan fácil, con la excepción del desmoronamiento de la UCD de Adolfo Suárez. Pero en aquella ocasión el PSOE estaba engrasado para conquistar el poder y tenía un apoyo sin precedentes para lograr mayoría absoluta. Ahora, Mariano Rajoy está sumido en el abismo de la falta de aprecio de los españoles, que en las encuestas lo sitúan, al menos hasta hace poco, por debajo del desgastado presidente del Gobierno. Y «Gürtel» puede ser el factor de su descalabro electoral.

Eso nos confirma un escenario ciertamente complejo en el que el Gobierno tiene poco fuelle y la oposición carece de entusiasmo entre los electores.

En medio de las tormentas económicas y financieras, disolver las Cortes sería una temeridad, y dejar de hacer una remodelación profunda del Gobierno, el mayor de los desatinos.

Lo aconsejable sería, terminada la Presidencia de turno de la Unión Europea, acabadas las reformas, incluida la laboral, someterse a una moción de confianza que legitimara al presidente Zapatero para terminar la legislatura. Es cierto que a la vista de lo ocurrido ayer, la soledad del PSOE no facilita obtener acuerdos para salir airoso de esa prueba parlamentaria. Todo depende de la credibilidad que sepa dar Zapatero a su nuevo Gobierno. Lo que sí es cierto es que este equipo económico, encabezado por una viceministra que miente hasta en pretender que una rectificación política es una errata de imprenta, está quemada hasta las cejas. Elena Salgado, en un duelo, hoy no se salvaría ni por los pelos. Es la primera que tiene que salir del Gobierno.