Vaya por delante mi opinión de que la fusión que afecta a la CAM puede ser considerada positiva para los intereses locales y quizás conforma una estructura financiera más sólida con vistas a afrontar coyunturas inciertas y recuperar a medio plazo un liderazgo nacional.

Sin embargo, los resultados del proceso de fusiones que estamos presenciando en toda España están poniendo de relieve, una vez más, improvisaciones, además de algunas de nuestras debilidades y carencias de la política económica más general.

l La LORCA. La raíz de los problemas que afectan a estas entidades financieras nace con la LORCA (Ley de Órganos Rectores de Cajas Ahorros, 1985) que trajo consigo el control político de las mismas a través de los ayuntamientos y comunidades autónomas donde las cajas operaban territorialmente. En muchos casos, el poder ejecutivo de las cajas y las directrices del Banco de España han venido mermando los efectos de una influencia excesiva de los poderes políticos que fluían desde los órganos de gobierno de las cajas. Esto no ha evitado ciertos desmanes conocidos por todos. Sin embargo, no voy a entrar en este espinoso tema.

En un plano teórico, el modelo que se derivaba de la LORCA era eminentemente territorial. Si hipotéticamente estas directrices hubieran tomado forma, las cajas, en contraposición a los bancos, deberían haberse especializado regionalmente vía crédito y otros productos financieros diseñados a medida de la base económica de un determinado ámbito geográfico. Esto no ha sido así. Pero, incluso de haberse seguido este modelo, en el marco financiero global predominante en todo el mundo, las cajas serían más débiles frente a otras entidades financieras que en los últimos años han seguido una clara estrategia de internacionalización y que han recuperado competitividad y margen de negocio en otros países o regiones.

Este modelo híbrido, sin clara orientación estratégica, ha desembocado en una lucha fratricida entre las cajas por el mercado nacional e incluso regional dentro de una misma comunidad autónoma. De ahí que actualmente las fusiones más coherentes y deseables se hagan siguiendo parámetros muy ajenos a los de un reagrupamiento territorial.

En mi opinión, la LORCA debió ser modificada ampliamente hace años. Especialmente cuando, aparte de percibirse con claridad sus limitaciones, se identificaron los primeros síntomas de voracidad política injustificada y una amplia casuística de injerencias poco recomendables. El modelo de la LORCA no llevaba a ninguna parte. Es la raíz del problema. Los dos grandes partidos han sido cómplices durante los últimos 25 años en la consideración de las cajas como una extensión del poder político. En todo caso, debo decir que el balance podría haber sido más negativo. Aun siendo conscientes de la dimensión de la actual crisis, debe reconocerse que la misma ha puesto de relieve la solidez del sistema financiero español en su conjunto.

l Control político. Sin embargo, sorprendentemente lo que más llama la atención del proceso actual de fusiones es que, el control político derivado de la propia LORCA es papel mojado cuando, obstinado con la regionalización financiera, no ha conseguido llevarla a la práctica. La debilidad política ha sido muy significativa a la hora de reestructurar las cajas territorialmente siguiendo las pretensiones políticas más extendidas. En una gran parte de las comunidades autónomas, las cajas se han declarado «en rebeldía» ante la perspectiva de atender a los requerimientos políticos de creación de una única entidad regional. En algunos casos justificadamente, porque se sumaban riesgos, duplicidades y sin avances significativos en la solvencia y estabilidad. Pero en otros casos las razones son difíciles de identificar. Y no hay que descartar que las propias cajas han escapado de los controladores políticos, incapaces en muchos casos de comprender la complejidad de la gestión financiera moderna. Y, para bien o para mal, ha sido el poder ejecutivo el que ha acabado comandando las inercias e impulsos.

Las decisiones en torno a las fusiones frías no están siendo exentas de irracionalidad y criterios subjetivos. El Arco Mediterráneo, de cuya entusiasta defensa hacia bandera hace muy pocos meses la comunidad de Murcia, ha quedado bastante fulminado en el nuevo mapa financiero de cajas de ahorros. Esta última comunidad, ante la atractiva oportunidad de «fusionar» dos partes importantes de su actividad financiera (la de la CAM y la de Caja Murcia) y ganar un enorme protagonismo en el nuevo ente resultante, ha optado por concertar aventuras por separado de cada una de sus partes. Por un lado con Caixa Penedés, Caja Granada e incluso Caja Badajoz, donde, de llegar a un acuerdo, el peso de Caja Murcia quedará diluido tanto o más como el de la parte murciana de la CAM si se progresa en el escenario de la fusión fría concertada con Cajastur, Caja Cantabria y Caja Extremadura. Confieso que me cuesta trabajo comprender la estrategia murciana, al menos políticamente hablando.

En resumen, un mapa que quizás traerá de bueno un incremento de la solvencia, pero que queda claramente transfigurado, sin ninguna lógica o criterio aparente que haga reconocible un modelo territorial coherente. Esto acabará haciendo más obsoleta que nunca la LORCA y apremiante su necesaria revisión. Me caben dudas de si realmente estamos aprovechando esta oportunidad para diseñar el modelo financiero que necesita nuestro país...