Oviedo, José Luis SALINAS

Alta capacidad de innovación, moderada tendencia a tomar riesgos, autonomía y gran motivación. Ése es, a grandes rasgos, el perfil que debe cumplir un buen emprendedor, según un estudio realizado por psicólogos de EE UU. Ángela Campillo, una becaria que ultima su doctorado en la Universidad de Oviedo, ha diseñado un test que a través de 127 preguntas puede identificar si un adolescente presenta estas cualidades, típicas de un buen emprendedor. Campillo asegura que «hay rasgos de personalidad determinantes en el comportamiento de los emprendedores». Aunque aquí, explica, no influyen sólo variantes psicológicas, sino que este tipo de carácter también se puede moldear gracias a influencias sociales, familiares o económicas.

El test ya ha sido probado con unos 300 estudiantes de colegios e institutos de Asturias (Oviedo, Avilés y Luarca), con edades comprendidas entre los 14 y los 18 años. Se les sometió a una primera prueba a principios del curso y otra al final. «La idea es poder hacer un estudio longitudinal de esta muestra y ver en el futuro cuántos realmente llevaron a cabo tareas emprendedoras», señala. Su intención ahora es hacer una versión reducida del cuestionario para poder identificar los rasgos del emprendedor con sólo 50 preguntas.

Los estudiantes tuvieron que valorar en qué grado estaban de acuerdo o no con afirmaciones como «me gustaría ser mi propio jefe» (un 30,6% de los estudiantes aseguró estar totalmente de acuerdo con esta afirmación), «confío en mis posibilidades de tener éxito en la vida» (la frase la respaldó el 27,5% de los alumnos) o «la mayor parte del éxito se basa en insistir en lo que te propones» (la apoyó el 26,6%). Otra gran pregunta: «¿piensas emprender tu propia empresa?». Ante esta cuestión, un 19,3% de los adolescentes encuestados respondió que «sí» y, entre ellos, siete de cada diez aseguraron que tienen pensado hacerlo entre los 25 y los 30 años.

Una de las características que definen a un emprendedor es que suele tener una inteligencia emocional (la capacidad para reconocer sentimientos propios y ajenos y poder manejarlos) superior a la de la media. También posee un fuerte «locus de control interno», es decir, la percepción que tiene el sujeto de que los eventos ocurren como resultado de sus propias acciones.

Campillo espera poder repetir el experimento pronto, pero en este caso analizando la capacidad emprendedora de universitarios y de empresarios. Hasta ahora, señala la estudiante, había bastantes investigaciones sobre el mundo del emprendedor, pero ningún instrumento que permitiese predecir estas capacidades. «En este contexto de crisis hacen falta personas que abran nuevos caminos empresariales; ésta puede ser una buena vía para animar a los estudiantes a hacerlo», señala.

Ángela Campillo asegura que la herramienta, que en septiembre presentará en forma de tesis doctoral, servirá como orientación académica para los estudiantes. «Cada vez más se dirige a los alumnos hacia ámbitos universitarios o a ciclos formativos que, se supone, tienen una mejor salida laboral. Pero lo que no se hace en las escuelas es animarlos a emprender un negocio, que también puede ser un buen destino profesional», resalta. Y reconoce que en el campo de la psicología hay profesionales escépticos que ponen en duda que, con la medición de ciertos rasgos, se pueda verdaderamente predecir el grado de predisposición que tiene un adolescente a emprender.

Una de las principales variables que mide el test de Ángela Campillo es la capacidad de los estudiantes para asumir riesgos. Lo ideal, explica la psicóloga, es que haya una tendencia moderada. En el caso de que sea excesiva, el futuro emprendedor tendrá una tendencia mayor a que cada decisión emprendedora que tome pueda acabar resultando un fracaso. «Hay rasgos que determinan la intención de emprender, pero eso no quiere decir que se vaya a tener éxito siempre que se inicia un nuevo proyecto», afirma.