Llanera, Pablo GALLEGO

La empresa Dropsens se ha convertido en la primera «spin-off» que, según el catedrático de Química Analítica Agustín Costa, «practica el off». Es decir, que ya ha salido de los edificios universitarios para instalarle en el Parque Tecnológico de Llanera. Una sede propia dentro del Centro Europeo de Empresas e Innovación (CEEI) del Principado que, confían, pronto volverá a quedarse pequeña. Sólo en el último año, Dropsens, que distribuye chips y equipos de análisis químico en miniatura, ingresó por la venta de sus productos un millón de euros. Con esta empresa, LA NUEVA ESPAÑA termina su recorrido por algunas de las compañías que, desde el ámbito universitario, lideran el cambio del modelo productivo en Asturias.

David Hernández Santos (34 años) y Pablo Fanjul Bolado (31) son los fundadores de esta empresa, y dos de las caras más reconocibles de la I+D asturiana. Juntos forman la avanzadilla de un sector -el de la miniaturización de los sistemas de análisis- que comenzó en el equipo de investigación en electroquímica de Costa, dentro de la facultad.

La fabricación y venta de diferentes modelos de sensores centran los diferentes departamentos que componen la empresa. Con 5 años de vida empresarial, Dropsens ha lanzado ya varias líneas diferenciadas. Una, de sensores genéricos, nanotecnológica, para que sea «el propio cliente quien haga el desarrollo final según sus necesidades», explica Fanjul, más próximo a las tareas de fabricación. Otra, de chips especializados en el análisis clínico, ambiental o agroalimentario. Como en el resto de las empresas analizadas en esta serie, el desarrollo de Dropsens conllevó un cambio de mentalidad. «Aprender a ser empresarios», explica Hernández, «mientras desarrollamos productos tecnológicos de alto valor añadido». Su equipo de análisis mide poco más «que dos cajetillas de tabaco».

De un despacho de 40 metros cuadrados en la Universidad han pasado a ocupar «casi cuatro veces más». Por el camino distribuyen equipos de análisis en más de 40 países con 20 distribuidores, que suponen más del 75% de su producción. Con un punto de modestia, reconocen que las universidades británicas de Oxford y Cambridge, referentes a nivel mundial, y empresas como Roche o Philips «utilizan nuestros equipos».

Dropsens ha cumplido el sueño de sus fundadores: «hacer realidad lo que se investiga». A la hora de buscar financiación, «el único empresario que te entiende eres tú mismo, porque sabes de lo que eres capaz». Los 200.000 euros de inversión con los que empezaron están ya «completamente recuperados».

«Hay quien opina que la investigación universitaria, académica, no debería mezclarse con los negocios. Pero la sociedad espera mucho más de nosotros», defiende Costa. «Iniciativas como ésta harán más por el futuro de la Universidad que sus 400 años de historia».