Oviedo,

Luis GANCEDO

La factura de la luz ya era un laberinto difícil de desentrañar antes de que Miguel Sebastián, ministro de Industria, firmara en septiembre de 2008 el decreto que convirtió en mensual el recibo tradicionalmente bimestral que pagan más de 20 millones de hogares y pequeños negocios acogidos a la tarifa eléctrica. Este mes se cumplen tres años desde que la luz empezó a pagarse mes a mes y, pasado este tiempo, el diagnóstico de organizaciones de usuarios, compañías eléctricas y hasta de la Comisión Nacional de Energía (CNE) es contundente: la factura mensual, lejos de desenturbiar algo el recibo de los kilovatios, ha multiplicado la confusión. De hecho, podría decirse que en realidad los hogares saben cuánto pagan, pero no a ciencia cierta cuánta electricidad consumen cada mes.

El lío de la factura eléctrica empezó el 1 de noviembre de 2008. A partir de esa fecha, el recibo pasó a ser mensual para todos los clientes acogidos a la llamada tarifa de último recurso (TUR). El ministro Sebastián justificó tal cambio alegando que los usuarios de la TUR dispondrían, así, de más información y capacidad de maniobra para administrarse y tomar decisiones de ahorro energético.

Esa era la teoría. En la práctica, la iniciativa de Sebastián se topó con una laguna: se ordenó facturar la luz cada mes, pero no realizar las lecturas de contadores con la misma periodicidad. Con un parque de contadores a menudo envejecido y ajeno a las posibilidades que brindan las nuevas tecnologías, en España las eléctricas mantienen la práctica, así regulada en la legislación, de leer los consumos, mediante personal propio o de contratas, con frecuencia bimestral. Las compañías previnieron al Ministerio de que si se imponía la obligación de la lectura mensual, los costes se duplicarían. Acogiéndose a la ley, el sector podía exigir que tales sobrecostes fueran repercutidos en la tarifa. Aquel mismo año la luz ya iba camino de subir un 9% de media, así que el Gobierno tiró hacia adelante con un decreto que pretendía compaginar la facturación mensual con la lectura bimestral de los consumos.

Lo que ocurrió en los meses siguientes, con decenas de miles de quejas en todo el país y contra todas las compañías suministradoras, llevó a las organizaciones de consumidores a denunciar que, verdaderamente, el Gobierno pretendía hacer aún más opaco el recibo de la luz con el ánimo de que se notaran menos las intensas subidas de la tarifa que se aplicaron en estos años (el recibo subió más del 50% desde 2004).

Salvo para los clientes que estén en el mercado libre, que pueden tener la factura mensual si su compañía comercializadora ofrece el servicio (caso de HC Energía en Asturias), los recibos que llegan a los hogares acogidos a la tarifa se calculan como se explica a continuación.

l En primer lugar, el término de potencia (el cargo fijo por la potencia contratada) que antes se cobraba de manera bimestral se divide por la mitad para repartirlo entre dos meses.

l Para el término de energía (cargo variable en función del consumo), el primer mes se realiza una estimación basada en los kilovatios gastados un año antes. El proceso es así: se toma el mismo período del año anterior con lectura real, se divide el consumo total bimestral entre los días facturados y se obtiene una media que a continuación se multiplica por 30 o por 31 días para hacer la factura estimada.

l Al mes siguiente, ya con la lectura del contador hecha, se calcula el consumo y el gasto reales, se tiene en cuenta lo cobrado en la factura estimada del mes anterior y el nuevo recibo corrige al alza o a la baja las posibles desviaciones.

Al final, la suma de las dos facturas mensuales debe recoger con precisión el consumo real de los dos meses. Pero en realidad ninguna de ellas por separado responde con fidelidad absoluta a la luz que ha gastado el consumidor en cada período: no lo hace el primer recibo, porque es una mera estimación, y tampoco lo hace el segundo, porque es una corrección del primero.

El sistema desencadenó auténticas avalanchas de reclamaciones en 2009. En ese año, y también durante el siguiente, el sector eléctrico pasó a encabezar las quejas que recibían las organizaciones de usuarios y los servicios de atención al consumidor de las autonomías. En 2011 siguen produciéndose denuncias, aunque no con tanta intensidad como al principio. Entonces menudeaban las protestas sobre grandes desfases en las facturas, alimentando además las acusaciones de falta de transparencia sobre un sector cuya regulación y funcionamiento son señaladas a menudo como opacas. Por ejemplo en aspectos de tanta enjundia como las subastas donde se fija el precio de la energía para la tarifa o el funcionamiento diario del mercado mayorista de la luz («pool» eléctrico).

Las compañías aseguran que los graves problemas con las lecturas estimadas de los primeros años ya no se dan ahora. Pero siguen produciéndose quejas sobre un sistema que aún da sustos, sobre todo en ciertas situaciones: por ejemplo, cuando alguien deja una casa desocupada y de pronto le llega una factura con un consumo tan elevado como si viviera en ella, porque el recibo es una mera estimación basada en el gasto del año anterior; o cuando tras un mes de invierno en que el tiempo fue benigno llega una factura tan alta como si se hubiera tenido la calefacción funcionando a tope, debido a que a esa altura del año anterior hizo mucho frío.

Con los referidos antecedentes, la Comisión Nacional de Energía (CNE) acaba de dictaminar que «la factura mensual estimada genera un importante número de reclamaciones y una gran confusión en el consumidor» y que el recibo debería volver a ser bimestral mientras no se generalicen los contadores telemáticos, que transmiten la información de los consumos directamente a las centrales de datos de las empresas. Eso aún tardará varios años en ocurrir.