Para ver si la reforma financiera recién aprobada por el Gobierno es necesaria tan sólo hay que observar el estado de los bancos del país: balances deteriorados en la práctica totalidad, entidades intervenidas por el Estado a las que hay que sanear y fusionar, los bancos más internacionales generando casi exclusivamente el beneficio de sus inversiones en el extranjero, y la sensación de casi todo lo que se ha hecho hasta ahora ha sido tarde y mal.

Para muestra del fracaso, la última entidad que ha entrado en su "recta final" para su venta, Unnim. Creada de la unión de diferentes cajas catalanas con serios problemas, en lugar de arreglarlos el resultado ha sido crear una entidad más grande pero más ruinosa, es lo que pasa por juntar muchas manzanas podridas en una misma cesta, y lo peor es que no es el único caso (Catalunya Caixa o NovaCaixaGalicia).

Por todo ello, la reforma financiera y la obligación de sanear los balances es necesaria, eso sí, si finaliza en un proceso de concentración racional y coherente, con menos operadores pero lo suficiente para que siga habiendo competencia y mucho más fuertes para ofrecer mejores productos y no tener problemas en el futuro.

Pero mientras tanto, consumidores y pequeñas empresas sufrirán un ahorcamiento mayor del crédito que será muy agudo al menos en los próximos 18 meses. La razón es obvia, la restructuración de su balance se basará tanto en las ayudas que reciban como en los propios recursos que captan. El circuito más básico de un banco es captar ahorro que luego presta, si estos recursos se desvían y se endurecen las condiciones de cualquier préstamo el resultado es una sequía mayor que en los años anteriores.

No todo está solventado

Pero esto no es el único reto. Este año y el siguiente se estima que serán los más duros respecto a la morosidad y desahucios. Si a esto unimos el parón en los préstamos necesarios para la compra de vivienda, es muy probable que se cumplan las estimaciones de que cada piso que se venda, entren otros 3 en el balance de los bancos.

Por ello, el reto es, por un lado, mantener el balance saneado sin los errores pasados. Lo más complicado es vender pisos con restricción del crédito y, por otro, el más importante, que no entren tantas viviendas. El desahucio puro es un drama social y para nada una solución para los bancos, más bien un problema. Mayor flexibilidad y la búsqueda de alternativas como la dación en pago automática o el cobro de rentas en forma de alquiler de las familias que han perdido la propiedad de su vivienda deben ser alternativas a estudiar.

A esto unimos que sigue habiendo deudas millonarias con grandes inmobiliarias, muchas de ellas se han ido renegociando y aplazando, pero no puede hacerse eternamente. Por ello es más que probable que buena parte de ellos pase a una situación de incobrable.

Pensando en el futuro

Por ello, la reforma es necesaria pero no da soluciones al ciudadano en el corto plazo, aunque sí debe darla en el medio plazo. Para ello se debe exigir a las autoridades que una vez saneadas las entidades aseguren que aumenta el flujo de crédito para paliar dos de las partidas que van a causar el mayor retroceso del PIB este año: el parón del consumo y el de la inversión privada, tanto de empresas como de particulares.

Mientras, ¿qué podemos hacer? La coyuntura nos obligará a ser lo más activos posible, tanto en la búsqueda de ahorro como de préstamos, tanto al consumo como hipotecarios y consultar todas las ofertas de un comparador de bancos, indispensable.