Lo más sorprendente de la huelga fue el absoluto éxito que tuvo entre los chinos. Cierre total de establecimientos en las muchas calles en que el resto de tiendas autóctonas y de bares abría de par en par. Y no sólo aquí; uno de mis corresponsales en Madrid me llamó ayer para informarme de que el fenómeno fue nacional. A pesar del tradicional mutismo de este colectivo cabe sospechar que donde el discurso de los sindicatos ha calado con mayor efectividad y de manera indiscutible es entre estos pequeños propietarios de bazares.

Lo cual nos conduce a una gran paradoja, porque precisamente los chinos son puestos por la clase empresarial española más arrojada -con el presidente de Mercadona a la cabeza- como ejemplo del tipo de relaciones laborales que debiéramos imitar el conjunto de los trabajadores españoles.

La reforma laboral que ha provocado la huelga es, frente al modelo chino y las costumbres de esta población, la más avanzada y garantista del mundo. Por otro lado, los chinos desconocen el derecho a huelga en su propio país, y por lo que vemos en el nuestro no hace falta que aparezcan empresarios explotadores (que también los hay entre ellos, y al extremo) para que se apliquen a trabajos de horario tan extendido que pasman a quienes solemos quejarnos de la carga horaria regulada por leyes y convenios.

Sin embargo, el 29-M los chinos han sido los más receptivos a la llamada sindical, hasta el punto de seguir las instrucciones de Toxo y Méndez al pie de la letra y sin necesidad de recibir la siempre agradable visita de los piquetes.

Que los chinos nos parecen raros para nuestros hábitos y comportamientos es un tópico, y esto a pesar de que su gran dinamismo empresarial, que no deja libre de su presencia calle alguna de barrio o pueblo, nos los ha acercado tanto que por fin podemos disfrutar de algo similar a la amistad vecinal con muchos de ellos. Pero persiste esa actitud como de indiferencia ante sus clientes, su escasa disposición a intercambiar algo que no sea lo obligado a través del mostrador, y hasta parece extraño que se hayan enterado de la existencia de una huelga general, pues observamos que se informan a través de la televisión china y de webs de esa impenetrable iconografía.

Para rarezas, el proyecto de construcción por parte de empresarios de esa nacionalidad de un centro logístico de productos chinos en la diputación lorquina (Murcia) de La Parroquia, el enclave del municipio más alejado de cualquier autovía, estación de tren, puerto de mar o aeropuerto. Como los conocemos poco hemos establecido la sospecha de que se trata de un colectivo que no quiere llamar la atención, pero si ese fuera su propósito no harían según que cosas, ya que lo que consiguen es hacerse notar.

Como el jueves. Tal vez con el fin de no tener problemas y de no dar opción a convertirse en protagonistas en polémicas que ni les van ni les vienen, decidieron cerrar sus establecimientos, lo que los convirtió sin querer en los más visibles entusiastas del sindicalismo español. Y eso que son los amos.