Oviedo, Javier CUARTAS

El Banco de España «conminó» a Caja Madrid a abrir negociaciones con Bancaja en junio de 2010 para abordar una posible fusión, pero «no obligó» a ambas entidades a unirse. Así lo explicó ayer en el Parlamento el gijonés Rodrigo Rato, ex presidente de Bankia y todavía presidente de Caja Madrid.

La declaración de Rato tiene mucha relevancia porque existe un amplio consenso en que fue el gran deterioro y el lastre inmobiliarios de la caja valenciana Bancaja los que acabaron por arrastrar a Bankia a sus dificultades y nacionalización. Pero también porque la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, acusó al Banco de España de haber obligado a Caja Madrid a fusionarse con Bancaja «a punta de pistola», lo que el ex gobernador de la entidad supervisora Miguel Ángel Fernández Ordóñez negó este martes: «No se obligó a nadie. La responsabilidad de fusionarse es de los gestores. Y en España hubo cajas, como Cajastur con CAM y Unicaja con CCM, que renunciaron a fusionarse, aunque al Banco de España no le gustase esa decisión».

En su primera declaración pública sobre la crisis de Bankia tras su dimisión el 7 de mayo como presidente y la primera también tras haber sido imputado, junto al resto de los consejeros de Bankia y de su matriz, BFA, por cinco posibles delitos por la Audiencia Nacional, Rato desveló ayer que el 2 de junio de 2010 fue citado de forma urgente en el Banco de España. En ese momento, Caja Madrid había emprendido ya un proceso de conversaciones con varias cajas de ahorros de menor tamaño para fusionarse. «En el Banco de España me esperaban el gobernador, el subgobernador y el presidente de Bancaja, José Luis Olivas. El gobernador, que conocía la realidad de las entidades, me propuso incorporar a Bancaja al proyecto de fusión de Caja Madrid y nos conminó a iniciar conversaciones de inmediato».

Cuando en el turno de intervenciones de los grupos parlamentarios Ana Oramas, diputada de Coalición Canaria, le preguntó por qué no pudo negarse a la fusión con Bancaja en junio de 2010 pero sí pudo resistirse al intento de que se fusionara con la Caixa en enero de 2012, Rato precisó: «Yo no fui forzado a hacer ninguna fusión». «Pero usted dijo que fue conminado a unirse con Bancaja», le replicó el socialista Valeriano Gómez. «Yo no he dicho eso», le atajó Rato. «Yo he dicho que fui conminado a negociar».

Si se llevó a cabo la fusión fue, dijo, porque «las ventajas de tamaño y comerciales eran obvias, Bancaja era una buena marca, no había redundancias de red, la Comunidad Valenciana es el tercer mercado financiero del país y los riesgos de cada entidad estaban controlados por el Banco de España, que nos los hizo saber en cartas que fueron leídas en los consejos de administración».

De la unión con la Caixa, que se planteó como una salida para Bankia, sostuvo que no pasó de unos meros contactos y que no se frenó porque ello hubiese supuesto que él no seguiría como presidente.

El ex presidente de Bankia defendió su gestión al frente del grupo («actuamos correctamente, en sintonía con la auditoras, los organismos públicos, con cumplimiento de la ley y sin coste para el contribuyente»), negó que haya agujero alguno en la entidad y sostuvo la viabilidad de su plan de recapitalización para BFA-Bankia, que se hubiera resuelto, dijo, sin necesidad de haber acudido a su nacionalización plena. El plan de Rato en abril y mayo pasados para cumplir con las nuevas exigencias del Gobierno (la segunda reforma financiera de De Guindos en tres meses) entrañaba una solicitud adicional al fondo de reestructuración ordenaba bancaria (FROB) de 7.000 millones (más los 4.465 millones que ya había recibido en 2010), lo que arrojaba un total de 11.465 millones, pero de los que una parte «significativa» se iba a devolver este mismo año tras la conversión en acciones de una emisión de obligaciones. El plan de Rato hubiera costado la mitad de los 23.465 millones reclamados por su sucesor, José Ignacio Goirigolzarri. Rato sostuvo que su plan era viable (Bankia, dijo, ya había provisionado 24.355 millones desde 2010) y que dimitió el lunes 7 de mayo tras constatar en el fin de semana previo que «las autoridades no compartían» sus criterios de saneamiento ni su plan, en una referencia implícita al ministro de Economía, Luis de Guindos, lo que suponía, agregó, la pérdida de interlocución, que es «fundamental» en un negocio regulado.

Rato alegó que todo los pasos que dio al frente de Bankia se tomaron con el conocimiento y la anuencia del Banco de España -que tenía, dijo, inspectores de forma constante en la entidad- y del auditor, Deloitte, cuya negativa a firmar el pasado abril las cuentas de 2011 precipitó los acontecimientos.