Oviedo, José Luis SALINAS

Javier Granero, director de la empresa ovetense Taxus, se convenció de estudiar ciencias ambientales por la salida que le prometieron que la carrera tenía y las grandes posibilidades de encontrar trabajo. «Se les llenó la boca muy rápido convenciéndonos de las grandes posibilidades que había, pero la carrera ni siquiera tiene su código como el resto en las oficinas de empleo», señala. Granero tuvo que explorar trabajos en prácticas en Barcelona y Escocia y, tras «echar más de 2.000 currículum» sin ningún éxito, decidió regresar a Asturias para sentar las bases de lo que ahora es Taxus, consultoría medioambiental que dirige junto a su socio, el salmantino Miguel Ferrando. El negocio ya factura más de un millón de euros al año.

Empezaron siendo tres socios y el primer ejercicio lo pasaron en el centro de empresas del Caudal, donde, asegura Granero, se encontraron con un importante apoyo para iniciar su actividad empresarial. «No teníamos ni idea de que había que hacer para poder montar una empresa», recuerda también. Tras dar sus primeros pasos en Mieres, los socios decidieron trasladarse a Oviedo de donde es natural Granero. «En el primer año superamos todas las expectativas que teníamos y cerramos con una facturación de 30.000 euros», señala. Desde entonces el crecimiento de la compañía ha sido constante tanto en facturación como en empleo.

Pero Granero asegura que no todo ha sido un camino de rosas. «En 2009 estuvimos a punto de morir de éxito como empresa», explica. No fue porque la compañía atravesara dificultades económicas ni mucho menos, sino que el trabajo que les llegaba era tan abundante que a la plantilla le resultaba difícil sacarlo adelante. «No podíamos decir que no a un trabajo», señala el ambientólogo. Con el paso del tiempo la plantilla ha aprendido a ser eficiente y a sacar adelante con holgura la carga de trabajo.

Lo que comenzó siendo un proyecto de tres recién titulados en ciencias ambientales por la Universidad de Salamanca ahora da empleo a 26 personas la mayoría jóvenes. «La compañía tiene una media de edad de 26 años», presume su director. Taxus nació además en plena expansión económica, en unos años en los que la financiación corría a espuertas y ayudaba al desarrollo de multitud de obras de infraestructuras. Pero la empresa, relata su directivo, sólo pasó por ese mundillo de puntillas. «Lo que tenemos son muchos proyectos pequeños para muchos clientes», resalta. Esa estrategia ha sido la que en cuanto estalló la crisis económica les ayudó para seguir creciendo y tener cada vez que afrontar más proyectos.

Donde sí han notado un fuerte recorte de fondos es el área de educación medioambiental. Taxus se encarga también de la gestión de los centros de interpretación de importantes espacios naturales asturianos, como el de Redes o el de Muniellos, actividades que se resienten de las políticas de ajuste en el gasto de la Administración. «Es un área importante de nuestro trabajo, porque aunque no nos dé muchos beneficios, es una buena herramienta para concienciar a la gente en materia medioambiental», señala.

En la cartera de Taxus se han afianzado como clientes algunas de las principales empresas españolas. De la mano de algunos de ellas la compañía se ha marcado como objetivo para 2013 dar el salto al exterior y comenzar a hacer proyectos fuera de España. El grupo mira hacia Latinoamérica, donde ve grandes posibilidades de hacer negocio en el mercado de las energías renovables.

Entre sus últimos proyectos figuran trabajos ligados a Asturias, como el estudio y la vigilancia de todo el impacto ambiental que pudiera generar la obra de la regasificadora del puerto gijonés de El Musel. También han hecho trabajos análogos durante la construcción de los parques eólicos de El Candal (en los municipios de Boal, Castropol y Vegadeo) y El Segredal (en Villayón). Mediante una fórmula matemática, ideada por la propia compañía, los técnicos de Taxus son capaces de predecir, por ejemplo, el número de aves que pueden morir a causa del funcionamiento de un complejo eólico y orientar a la compañía promotora sobre el lugar donde los molinos de viento pueden llegar a tener un menor impacto medioambiental. La empresa también se dedica a medir con precisión también los impactos ambientales potenciales que puedan generar compañías que hacen vertidos a los ríos.

Una de las críticas que hace Javier Granero es que en Asturias, asegura, siempre se mira mejor a las empresas que vienen de fuera que a las asturianas, algo que no pasa en otras regiones como en el País Vasco. Aún así, la compañía acaba de ser reconocida en la región. Granero recogió hace unas semanas el premio que concede de la Asociación de Jóvenes Empresarios (AJE) de Asturias como mejor empresa joven por el trabajo realizado durante sus casi diez años de vida, la creación de empleo y su creciente negocio verde.