Talento, esfuerzo como colaboración, capital, innovación y riesgo son palabras que se repiten constantemente en todos los análisis que se hacen sobre el fenómeno de Silicon Valley. No hay prácticamente ningún lugar de la geografía que no haya soñado con replicar el modelo californiano, que no haya puesto medios y recursos para conseguir tener en su territorio un ecosistema de «startups» del que pudiesen salir las grandes multinacionales del futuro.

Sin embargo, pocas iniciativas han obtenido resultados que puedan ser considerados un éxito. En primer lugar, porque el origen de Silicon Valley no es fácilmente replicable: la coincidencia espaciotemporal de un conjunto de factores que generaron el caldo de cultivo y la cultura asociada al espíritu emprendedor difícilmente puede ser reproducible. No obstante, si nos centramos en las principales características de la meca de la tecnología, es posible observar ciertos parámetros que están muy ligados a su éxito y que sí pueden ser exportables.

Los organismos generadores de conocimiento tienen un papel protagonista en el Valle; de hecho, dos de sus universidades -Stanford y Berkeley- están entre las cinco primeras a nivel mundial según el Acamedic Ranking of World Universities. De sus aulas han salido los fundadores de empresas como Google, Yahoo, Ebay, Cisco, HP, Paypal,?

Según el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama «el conocimiento es la habilidad más valiosa que uno puede vender». En la práctica esto se traduce en que el número de profesionales que trabajan en los sectores de la ciencia y la ingeniería representa el 17% de la ocupación total en Silicon Valley, siendo el salario medio anual de estos profesionales superior a los 100.000 dólares.

Entre 1848 y 1855, se desarrolló uno de los fenómenos migratorios más importantes de la historia de los Estados Unidos conocido bajo el nombre de «la fiebre del oro». Durante aquellos siete años, más de 300.000 personas se desplazaron desde diversos lugares del mundo hasta California en busca del valioso metal.

Aunque todo ha cambiado mucho desde entonces, la inmigración sigue siendo un fenómeno muy importante: en el equipo fundador del 44% de las startups del Valle hay al menos un inmigrante. Se trata de una de las áreas más multiculturales del planeta, en la que la mitad de la población habla al menos dos lenguas distintas en sus hogares.

Muchos son los efectos positivos generados por esta multiculturalidad: mayor creatividad, diversidad, etcétera. Además, la existencia de una comunidad emprendedora formada por personas de múltiples nacionalidades hace que el mundo se vea mucho más cerca desde Silicon Valley y fomenta, en definitiva, que el mercado objetivo de las startups sea desde el principio global.

Sin lugar a dudas, uno de los puntos fuertes más importantes de Silicon Valley es la existencia de un ecosistema en el que todos los actores relevantes en la generación y crecimiento de startups tienen presencia. Despachos de abogados especializados en empresas tecnológicas (propiedad intelectual e industrial, inversiones, adquisiciones?), agencias de comunicación con experiencia en los nuevos medios, universidades con gran capacidad de generación y transferencia de conocimiento, emprendedores con grandes ideas y capacidad de ejecución, espacios de coworking, aceleradoras, incubadoras, inversores, business angels, centros de I+D de la mayoría de las multinacionales tecnológicas...

La existencia de múltiples fondos de inversión especializados por sectores, mercados y estado de las empresas permite que una gran idea se convierta en una gran oportunidad. La inversión de fondos de capital riesgo per cápita en startups tecnológicas en Silicon Valley es de 1.800 dólares. Israel ocupa la segunda posición en el ranking con una inversión per cápita de 142 dólares, mientras que en Europa la cifra es de 7 dólares. Ciento sesenta años después, decenas de miles de emprendedores siguen buscando el oro en este lugar del mundo constantemente amenazado por terremotos, en el que el riesgo y el fracaso forman parte inseparable del éxito.