Oviedo, Javier CUARTAS

Pedro Masaveu Peterson (1939-1993) fue el cuarto dirigente del que ha acabado por consolidarse como el mayor y más longevo grupo industrial y financiero asturiano, y en ese sentido fue un mero continuador de la labor en la que le precedieron Pedro Masaveu Rovira, Elías Masaveu Rivell y su padre, Pedro Masaveu Masaveu. Pero a veces ser el garante de la continuidad de un conglomerado dinástico tiene tanto mérito como su creación. Sobre los sucesores pesa siempre la responsabilidad del legado, la exigencia por comparación con el ejemplo de sus antecesores y la supuesta ley inexorable que pone fecha teórica de caducidad, al cabo de tres generaciones, a los imperios mercantiles familiares.

Pedro Masaveu Peterson desmintió ese aserto y entregó un grupo aún más robusto y diversificado a sus continuadores: su hermana Cristina y su primo Elías Masaveu Alonso del Campo.

El hecho diferencial de Masaveu Peterson es que lo hizo pese a que su mandato al frente del conglomerado (1967-1993) coincidió con la etapa del gran derrumbe del modelo burgués y capitalista industrial y financiero asturiano, que había arrancado a mediados del siglo XIX y que se disipa como fenómeno de poder industrial y bancario en el período que va de las grandes nacionalizaciones mineras y siderúrgicas de 1966-1967 a la desaparición de los últimos vestigios del protagonismo bancario regional, que culmina entre 1993 (intervención de Banesto) y 1995 (venta del Banco Herrero), con su corolario posterior, en 2001, con la enajenación de Hidrocantábrico.

Los Masaveu sobrevivieron a ese fin de era del capitalismo asturiano y hoy es -en buena medida, por la conducción del «holding» en el período crítico de 1967-1993- el gran grupo financiero-empresarial que ha conseguido perdurar -fiel a sus señas de identidad fundacionales- como reducto aún poderoso y pujante emanado de la gran industrialización asturiana del XIX.

Nacido accidentalmente en Santander a causa de la Guerra Civil -al igual que su hermana, un año mayor-, Pedro Masaveu Peterson estuvo sometido desde niño al compromiso de responsabilidad en la continuidad de un legado que en la familia se vive no como un mero negocio, sino como una creación corporativa e institucional que trasciende a las personas y a la dinastía.

La muerte prematura de su madre, la sueca Juj Peterson Sjönell, en 1945; la orfandad al cuidado de una «nurse» severa y rigurosa, y la educación en el compromiso con la continuidad de la Casa Masaveu fueron determinantes en la formación de un carácter reservado, muy discreto y alejado de todo oropel y protagonismo público.

Los dos hermanos (ambos fallecieron solteros y sin descendencia) jugaban de niños los fines de semana, con algunos de sus primos, en la sede de la Banca Masaveu, en la calle Cimadevilla de Oviedo, encarnando así lo que uno de los míticos financieros Rothschild dijo de su nieto cuando nació: «Pobre niño, tan pequeño y ya es banquero».

Licenciado en Derecho, Masaveu Peterson se integró en el escalafón del grupo, pero hasta el fallecimiento de su padre, en 1967, tuvo que convivir con las reticencias de su progenitor sobre su capacitación para los negocios. Un confidente cercano a ambos medió entre las dudas del padre y la convicción del hijo de que todo obedecía a una discrepancia generacional en el estilo de dirección. Nada distinto de lo que ha sido habitual en otras estirpes financieras. El actual Botín también estuvo atenazado por la misma incomprensión paterna.

En 1967, Pedro Masaveu Peterson, con 28 años, sucede a Masaveu Masaveu en la presidencia del Grupo Masaveu, en la de todas sus empresas (caso de la cementera Tudela Veguín y otras sociedades) y en la de la Banca Masaveu y también en los consejos de Banesto -uno de los tres mayores bancos de España y en el que tomaban asiento grandes apellidos de la oligarquía española- e Hidrocantábrico (HC), de la que la familia es cofundadora. A través de otras personas, el grupo también participa entonces en el consejo del Banco Popular.

Masaveu Peterson refuerza y consolida las posiciones bancarias del grupo, expande la Banca Masaveu con nuevas oficinas y acrecienta los dominios cementeros y sectores anexos. En 1968 adquiere Cementos La Robla y Cementos Valgrande, en 1969 funda con otras cementeras de la cornisa Cementos del Cantábrico, de la que acabó haciéndose con el dominio pleno.

Cristina Masaveu Peterson (1938-2006), como presidenta, y su primo Elías Masaveu Alonso del Campo (1930-2005), como máxima persona de su confianza, formaron un binomio. Con ellos, el grupo salió del Banco Herrero, propiciando su venta, pero entró en el Santander y Bankinter, y sustituyó su participación en Cantábrico por una inversión en su matriz, EDP. Impulsó y diversificó su negocio vitivinícola e invirtió en los sectores sidrero, editorial, farmacéutico y otros.

Sexto presidente del Grupo Masaveu, Fernando Masaveu Herrero (1966), licenciado en Derecho y primogénito de Elías Masaveu, supone la entronización de la quinta generación en siglo y medio de existencia del grupo. Desde 2006, reordenó y simplificó la estructura societaria, renovó la flota cementera, acrecentó la internacionalización del «holding» (incluido, por vez primera, el negocio del cemento) e invirtió en cemento, energía, hoteles, bancos, medicina y otros sectores.

Tomó posiciones en Cementos Alfa, instaló plantas de hormigón en varias regiones y en una de sus factorías gijonesas se alió con el grupo francés Lafargue y creó Tudela Lafargue, luego -una vez rota la alianza- reconvertida en Tudela Asturias.

Fiel a su predisposición al hermetismo, creó una inextricable madeja de participaciones cruzadas a la vez que avanzó en la diversificación del grupo. Entró en bodegas de vino en Rioja y Duero, aparcamientos (1973), clínicas (Centro Médico nace en 1978) y otros sectores, y amplió su dominio en la inmobiliaria Prusa hasta ser hegemónico. Alguna operación, como la venta del palacete de Concha Heres, en 1978, fue polémica.

Aunque participó en las entregas al Estado de algunos negocios (los ferrocarriles de vía estrecha en los primeros 70), Masaveu redobla su apuesta justo cuando la burguesía asturiana declina. Lo hace al tiempo que convive con una enfermedad degenerativa (artropatía deformante) que le impide tocar el piano, como sí hizo de niño, según la tradición melómana de la estirpe. En estos años agudiza el hermetismo del grupo y preserva la máxima discreción. Ni la flota de barcos cementeros son rotulados con el pabellón del grupo. Tiene un reducidísimo entorno de amigos, frecuenta más las casas de comidas que los restaurantes de lujo y, aunque coleccionista de Rolls-Royce y otros coches de lujo, se mueve con frecuencia a bordo de un humilde Citroën «Dos Caballos». La pasión por la música clásica le llevó al «jazz» (abrió un pub en Oviedo, Paddok's) y la afición al tenis la expresó con el patrocinio de torneos en Asturias.

En 1982 vendió la Banca Masaveu a Rumasa y, tras su adquisición al Estado en 1983 por el Herrero, antiguo antagonista, inició la adquisición de acciones de este banco hasta convertirse en 1988 en su segundo accionista, con el 15%. Un años antes, en 1987, apoyó el ascenso de Mario Conde en Banesto. El nuevo presidente le correspondió incorporándolo al comité ejecutivo en 1989. La relación entre ambos se deteriora cuando Masaveu percibe operaciones heterodoxas. En 1992 abandona Banesto y vende su elevado paquete accionarial, lo que exime a la familia del quebranto por la intervención de Banesto, el 28 de diciembre de 1993. Masaveu había fallecido once meses antes, el 15 de enero, en Madrid, a los 54 años, por parada cardiaca. Dejó una fortuna que el fisco tasó en 300.000 millones de pesetas (1.803 millones de euros). El pago tributario (11.000 millones) fue el más elevado de la historia.