El Gobierno asturiano mira de reojo y con preocupación hacia el puerto de Bilbao, donde avanza la construcción del tercer tanque de almacenamiento de gas natural de la regasificadora vasca. Los recelos vienen de que en el Ejecutivo regional anida el temor a que, llegado el momento, la entrada en servicio de la planta asturiana de El Musel, acabada y sin uso, pudiera quedar postergada para favorecer la ampliación de la vizcaína. Es uno entre varios obstáculos que debe superar la instalación de El Musel para salir de su «hibernación».

La regasificadora asturiana está acabada desde finales del pasado año y en estado «latente», sin más actividad que los trabajos de mantenimiento y vigilancia, debido a una decisión que tomó el Ministerio de Industria en marzo de 2012: congelar la entrada en servicio de varias infraestructuras energéticas para contener los costes de los sistemas eléctrico y gasista, el primero con un déficit multimillonario (24.000 millones de euros) y el segundo con un desfase incipiente. El funcionamiento de la planta de El Musel quedó, después de 380 millones de euros de inversión, aparcado «sine die» hasta que un incremento de la demanda de gas justifique su funcionamiento, según la versión oficial. Pero no hay por ahora ni se espera a corto plazo un repunte del consumo que pueda mover al Gobierno a enchufar la regasificadora. Para que ocurra aún deben despejarse las incógnitas que se comentan a continuación.

l La demanda. Las infraestructuras energéticas crecieron en España, suelen decir algunos expertos, como lo hicieron varios sectores más de la economía nacional: dando por sentado que el crecimiento del producto interior bruto (PIB), y con ello el ascenso de la demanda de energía, no tendría un fin cercano o, a lo sumo, pensando que de venir una fase de crisis sería menos profunda y duradera que la actual. Así que España tiene en este momento sobrecapacidad de instalaciones eléctricas y gasistas, incluidas las regasificadoras. Las seis que funcionan (Barcelona, Sagunto, Cartagena, Huelva, El Ferrol y Bilbao) están trabajando en el mejor de los casos al 50% de su capacidad.

El consumo de gas natural está en retroceso desde el año 2008 en sus dos vertientes: la demanda convencional, generada por los hogares y por la actividad industrial no energética, y la que procede de las centrales eléctricas de ciclo combinado. La perspectiva de un incremento relevante del consumo en los próximos años es tan incierta como lo es el comportamiento mismo que pueda tener la economía. A un año vista no hay una expectativa favorable para El Musel: Enagás, operador del sistema gasista y también promotor de la planta gijonesa, ha calculado que la demanda convencional crecerá menos del 1% este año y que la asociada a la producción eléctrica se estancará.

l La reforma. El Gobierno tiene por desentrañar el «sudoku» del sistema eléctrico. Tras varios ajustes para recortar los costes regulados (principalmente las subvenciones a las energías renovables) y de crear nuevos impuestos sobre las compañías productoras, el Ministerio de Industria tiene la encomienda de hacer una auténtica reforma eléctrica. Entre los muchos asuntos por desbrozar está cómo será el diseño de la dieta energética y cuál el peso de cada tecnología en la cobertura de la demanda. Las compañías eléctricas españolas invirtieron durante la última década miles de millones de euros en la instalación de centrales de ciclo combinado, térmicas que utilizan gas natural como combustible y que se convirtieron, junto a las energías «verdes», en la apuesta medular de las planificaciones de los gobiernos encabezados por José María Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero.

Pues bien, el efecto combinado de la caída de la demanda por la crisis y del exceso de capacidad instalada -imputable en parte a la planificación indicativa de la Administración, pero también a las decisiones de inversión de las empresas- mantiene bajo mínimos y a menudo en pérdidas un parque de centrales que supera los 26.000 megavatios. El alto precio del gas natural, que ha dado alas a las térmicas de carbón para ocupar el poco espacio que dejan las renovables y las producciones nuclear e hidráulica en el mercado, ha acrecentado el problema: los grandes clientes potenciales de las regasificadoras, los ciclos combinados, están parados o trabajan a ralentí en todo el país.

Mientras esa situación no cambie, serán pocas las opciones de un aumento significativo de la demanda nacional de gas que justifique el funcionamiento de la planta de El Musel como refuerzo. Está por ver si el Gobierno, movido por la presión del «lobby» eléctrico, estimula el funcionamiento de los ciclos combinados o si lo hace el mercado en el supuesto de que descienda el precio del gas natural y los ciclos combinados recuperan por sí mismos cuota en el llamado «hueco térmico». En ambos casos, saldrían perdiendo sus competidoras, las térmicas de carbón. Esto es, pudiera darse la paradoja de que una hipotética entrada en servicio de la regasificadora de El Musel fuera paralela al ocaso de las centrales carboneras, corazón del negocio eléctrico asturiano.

l El tubo. La gran obra de la planta asturiana está acabada. Tiene sus dos tanques con capacidad para 150.000 metros cúbicos de gas natural licuado cada uno, sus instalaciones de regasificación y el muelle de atraque para la descarga de los buques metaneros. Pero si mañana o en unos meses fuera preciso su funcionamiento, la instalación estaría técnicamente imposibilitada para cumplir su misión básica: bombear a la red nacional de gasoductos el combustible regasificado que, en estado líquido, llegaría por barco. A la regasificadora le falta un tubo de 17 kilómetros para conectarse a esa red. Se trata del gasoducto entre El Musel y Llanera, que fue adjudicado a Enagás en el mismo paquete que la regasificadora, pero que no se ha ejecutado por ahora. El proyecto se encuentra aún en tramitación administrativa y, según fuentes empresariales, pudo ser aparcado en favor de otras inversiones fuera de Asturias a la vista de que el complejo gasista del puerto asturiano iba a quedar «hibernado». La obra no corría prisa.

El consejero de Economía del Principado, Graciano Torre, y el director general de Minería y Energía, Isaac Pola, han tratado de persuadir al nuevo secretario de Estado de Energía, Álvaro Nadal, sobre la necesidad de aligerar al máximo la tramitación del tubo El Musel-Llanera y su construcción.

l Bilbao. Torre y Pola también han intentado conseguir de Nadal el compromiso de que la planta asturiana será la primera infraestructura gasista que entre en servicio en cuanto lo permita la demanda. El Gobierno asturiano teme que Bilbao intente tomar la delantera. La regasificadora vasca está en proceso de ampliación, con la construcción de un tercer tanque de almacenamiento. Las obras comenzaron en septiembre de 2011 y la sociedad promotora, Bahía Bizkaia Gas (BBG), da por hecho en sus comunicados públicos que ese nuevo depósito estará operativo en el otoño de 2014. Podría convertirse así, sospecha el Principado, en un competidor de El Musel en la carrera por salir de la «hibernación». Bilbao tiene a su favor que su regasificadora es de las más activas y que está enganchada al gasoducto vasco (Irún) de interconexión con Francia. Esto es, el negocio de puerto vizcaíno tiene, además de dimensión nacional, vocación y capacidad exportadora.

Enagás podría tener la cartera dividida en ese pulso. Controla el 100% de la regasificadora asturiana, por la que cobra ahora, aun sin funcionar, una retribución con cargo a la tarifa del gas para amortizara la inversión y costear el mantenimiento. A la vez, la compañía que preside Antonio Llardén posee el 40% de la planta de Bilbao, donde es socia del Gobierno vasco, que controla el 30% de BBG. Dentro de Enagás la correlación de fuerzas empuja hacia Vizcaya: el banco de las cajas vascas, Kutxabank, mantiene el 5% de la compañía gasista y está en el consejo de administración; el banco de Cajastur, Liberbank, ha vendido su 5% y está fuera.

La construcción de la regasificadora de El Musel concluyó el pasado noviembre. La planta, que supuso la inversión de 380 millones de euros, no ha entrado en servicio de momento por decisión del Ministerio de Industria, ante la caída demanda de gas en España debido a la crisis. Aunque el complejo del puerto gijonés está acabado, la instalación no tiene conexión con la red de gasoductos. Es así por que está por hacer uno de 17 kilómetros entre El Musel y Llanera.