Oviedo, J. L. S.

El empresario gijonés Antonio Fernández-Escandón, gerente de Talleres Zitrón, ha sido galardonado con el «Asturiano del mes» de LA NUEVA ESPAÑA en junio por su habilidad para buscar nuevos nichos de mercado en el extranjero para su compañía, que vende con éxito sus productos en decenas de países y que cuenta con centros de trabajo hasta en el otro lado del globo, en Australia. De la mano de Fernández-Escandón, la empresa, cuya actividad principal es la fabricación de sistemas de ventilación para túneles e instalaciones mineras, supo reorientarse sucesivamente para superar las distintas crisis, la de su sector, primero, y la global después. Zitrón celebra este año el 50.º aniversario de su fundación.

Fernández-Escandón se hizo con el control de la empresa en 1991, después de una década pasando por diferentes departamentos. Cuando el empresario asumió la gestión de Zitrón, eran unos años difíciles, en los que tuvo que afrontar la caída en picado del principal sector de actividad al que la compañía dirigía su negocio, el minero. Fue el encargado de reorientar la empresa hacia nuevos nichos de mercado, dejando de lado el carbón, y a que la empresa diera sus primeros pasos en los mercados extranjeros, donde el gerente industrial estaba convencido de que estaba el futuro. Ahora, gracias a esta gestión, Zitrón ha conseguido eludir la fuerte caída del negocio nacional explorando los mercados emergentes. El 95% de su facturación ya proviene del extranjero. Ahora vende sus productos en medio mundo: en Brasil, Rusia, Sudáfrica, México, Italia, Francia, Estados Unidos y Turquía, entre otros muchos países. Y tiene fábricas en Australia, la India, Chile y Holanda.

El mayor golpe de la empresa vino tras la quiebra de la Minero Siderúrgica de Ponferrada, durante el año 1992, lo que dejó a Zitrón temblando económicamente. Ese derechazo, usando un símil del boxeo, fue, además, el toque de atención definitivo que les convenció que debían cambiar las miras de su estrategia comercial.

La compañía fue fundada por Aurelio Fernández-Escandón (padre de Antonio Fernández-Escandón) y Joaquín Cortina Ordiales en el año 1963 con un capital de dos millones de pesetas (unos 12.000 euros), y su crecimiento ya en los primeros años fue brutal, hasta que se encontró con la quiebra de las mineras. La diversificación que adoptó la empresa en la década de los noventa hacia los sistemas de ventilación les obligó a dar formación a todo su personal, para comenzar a fabricar a gran escala un producto, el de los ventiladores para túneles, en el que hasta aquel momento tenían poca experiencia.

A finales de la década de los noventa la firma gijonesa consiguió asentar su crecimiento sobre las licitaciones públicas. Ahora este sector ha entrado en declive, debido a los recortes de los gobiernos para ajustar sus cifras de déficit, pero su elevada cartera de clientes les ha ayudado a compensar estos descensos de actividad. En sus instalaciones, la compañía presume de tener un enorme centro de ensayo, un túnel de 100 metros de longitud donde prueban todos sus nuevos productos simulando situaciones a las que se pueden llegar a ver sometidos sus sistemas de ventilación.

La empresa que pilota Antonio Fernández-Escandón cuenta ahora con unos 170 trabajadores, la mayoría de ellos en Porceyo (Gijón). Entre algunos de sus trabajos más importantes, destacan las obras de ventilación de los túneles de la M-30 en Madrid. Una gigantesca obra de 57 kilómetros que rodea por el subsuelo la capital española. Otro de sus más emblemáticos trabajos es el realizado en el cinturón de circunvalación de París (la llamada A-86).