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Alemania reedita la gran coalición

Las repercusiones económicas del pacto entre Merkel y los socialdemócratas

El pasado sábado las bases del Partido Socialdemócrata Alemán (SPD) respaldaron en un referéndum inédito la entrada de su formación política en una nueva "gran coalición" liderada por Angela Merkel. El resultado es incontestable con una participación cercana al ochenta por ciento y un voto afirmativo superior a tres cuartos. Sin duda, mucho se podrá discutir sobre la idoneidad de esta decisión para el futuro del propio partido, de Alemania y del conjunto de Europa, pero, al menos, parece claro que la gran mayoría de afiliados del SPD apoya la reedición del acuerdo con los democristianos de la CDU-CSU. Así pues, ahora, sólo falta contar los días para conocer el Gobierno que llevará a término el programa de la coalición y, probablemente, alguna cosa más.

Desde un punto de vista económico, el programa de gobierno defiende veladamente un incremento de la demanda interna, que va en la línea de las recomendaciones de todas las instituciones internacionales. Incluso, la propia Comisión Europea publicaba recientemente los informes nacionales de los mecanismos de alerta, dentro del marco del semestre europeo, y apuntaba a la necesidad de reequilibrar su saldo exterior, lo que exigiría activar su demanda interna.

Así pues, el acuerdo de gobierno incluye un paquete de inversiones en educación (6.000 millones de euros) e infraestructuras, flexibiliza el acceso a la jubilación para empleados con largas carreras profesionales y mejora las pensiones para las madres, propuesta esta última defendida por los democristianos. Además, el pacto incorpora también la fijación de un salario mínimo a partir de 2015, que tendrá un efecto inflacionista sobre el conjunto de la masa salarial, lo que tendrá un efecto positivo en las actuales circunstancias del país. De este modo, más demanda interna pública y privada y, por lo tanto, menos ahorro, instrumentos ambos para activar el crecimiento en la economía germana a corto plazo, ayudando también a reorientar los desequilibrios del saldo exterior en los distintos países de la zona euro.

Por lo tanto, el nuevo Gobierno alemán tendrá una agenda de actuación alineada con las necesidades del conjunto de Europa. Sin embargo, las dudas se sitúan en la cuantía del impulso, que se ha cuantificado en sólo algo más de 23.000 millones de euros. Pero, además, el Gobierno pretende activar este nuevo gasto sin elevar impuestos (más allá de la introducción de la tasa sobre las transacciones financieras), ni generar déficit público (se han comprometido a alcanzar el equilibrio presupuestario a partir de 2015). Parece, pues, un equilibrio complicado. En todo caso, sería bueno que el volumen de inversión pública fuera sustancialmente mayor y que se financiara a través de déficit público y de una reforma fiscal, que incentivara el consumo a corto plazo.

Respecto a Europa, el programa de gobierno acentúa el discurso europeísta, si bien existen pocos compromisos concretos. En todo caso, la unión bancaria sigue adelante y en los próximos días el Consejo Europeo deberá examinar el acuerdo del Ecofin de la pasada semana sobre el mecanismo de resolución, que se sustanciará con un acuerdo intergubernamental, fuera por tanto del texto de los tratados, lo que ha provocado ya las críticas desde el Europarlamento. Sin duda, la integración europea se ha acelerado, aunque con retraso, tras la implosión de la actual crisis, pero el camino adoptado está siendo demasiado sesgado hacia lo intergubernamental frente a lo propiamente europeo, empeorando así la legitimidad democrática. La próxima legislatura en Europa deberá comenzar a revisar esa senda. En fin, aun cuando el texto del programa de gobierno en Alemania incorpora pocos compromisos concretos, estoy convencido de que la realidad conducirá al Ejecutivo germano hacia nuevos avances europeístas.

Por todo ello, podría concluirse que el acuerdo de gobierno de la "gran coalición" está bien orientado, pero resulta timorato e incierto en algunos aspectos, aunque sin ningún genero de duda la agenda planteada supone un paso adelante para ayudar a resolver los problemas económicos en el conjunto de la eurozona.

Angela Merkel inicia, pues, su tercer mandato replicando la "gran coalición" de su primera legislatura. En esta ocasión tendrá de socio a Sigmar Gabriel, que ha demostrado un gran conocimiento de la política alemana y de su partido. Recordemos que el candidato a la Cancillería del país por el SPD dimitió tras las elecciones y fue Gabriel, confirmado en su condición de presidente del partido, quien ha negociado el programa de la coalición, refrendado ahora ampliamente por las bases del partido. Gabriel es un político experimentado, que fue primero presidente de Baja Sajonia (1999-2003) y después ministro de Medio Ambiente en la primera "gran coalición" liderada por Merkel (2005-2009). Ahora volverá a integrar un gabinete de concentración, pero le tocará a él coliderar ese Ejecutivo, desde la Vicecancillería y el Ministerio de Economía y Energía.

En las semanas previas a las elecciones germanas, Sigmar Gabriel realizó un viaje a España para conocer de primera mano la situación del país. En su agenda se organizó un encuentro con una decena de analistas en la sede federal del PSOE al que tuve la oportunidad de asistir. Gabriel mostró una profunda preocupación por las altas tasas de desempleo juvenil y recogía también el mejor espíritu europeísta de la histórica socialdemocracia alemana. Veremos hasta qué punto podrá acelerar el proceso de integración europea desde Alemania. Ése será su principal reto.

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