El consumo de las familias está tirando de la economía española. La demanda interna logró compensar el debilitamiento del sector exterior, con las exportaciones lastradas por el pinchazo económico de socios comerciales como Francia y Alemania, y llevó el PIB a crecer un 0,6% durante el segundo trimestre, según confirmó ayer el Instituto Nacional de Estadística (INE). Pero el propio INE informó de que la inflación ha vuelto a caer, agitando de nuevo el temido fantasma de la deflación. Según las cifras del INE, los precios cayeron un 0,5% durante este mes y encadenan dos meses consecutivos en negativo.

En el segundo trimestre del año en España hubo una clara mejoría del empleo (subió un 0,8%), del consumo de las familias (0,7%) y de la inversión (0,5%), según los números de la contabilidad nacional. También comienzan a dar algunos síntomas de recuperación sectores que habían estado muy castigados por la crisis, como el de la construcción. Sin embargo, a la vez pierden fuelle las exportaciones, que en los últimos meses se habían convertido en la bandera de la recuperación y que pasaron de crecer un 7,4% en el primer trimestre al 1,7% durante el segundo.

El Gobierno sacó pecho con el crecimiento del PIB, y el secretario de Estado de Economía, Fernando Jiménez Latorre, aseguró que los datos "muestran que la producción y el empleo van ganando impulso". Las palabras las apoyó la ministra de Empleo, Fátima Báñez, que calificó de "sólida" la recuperación. Una tesis muy similar defiende la patronal CEOE, que asegura que la economía nacional está afianzando e intensificando su mejoría. Y resaltó los buenos datos del consumo. Sin embargo, los sindicatos no comparten esta visión. CC OO asegura que para que la mejoría se consolide es necesario elevar los salarios.

Este aparente aumento de la actividad que ofrecen ya las estadísticas está amenazado por la baja inflación. El IPC descendió en agosto por segundo mes consecutivo por el abaratamiento de los carburantes con respecto al nivel del año pasado. Los precios acumulan ya trece meses en tasas muy bajas y el riesgo de caer en deflación ha vuelto al centro del debate. El Gobierno insiste en que se trata de un hecho puntual y descarta la deflación, situación que se da cuando la reducción de precios es prolongada y generalizada y que tiene efectos destructivos sobre la inversión y el empleo. Una inflación baja como la actual tiene efectos de variados signos: mejora el poder adquisitivo de los hogares, pero endurece la amortización de las deudas, muy alta entre las familias y las empresas españolas.