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El negocio perfecto según el astur-cubano Fernández Pujals

El fundador de Telepizza, anticastrista y exmilitar estadounidense en Vietnam, se mete entre los 25 hombres más ricos de España con la venta de Jazztel

Leopoldo F. Pujals

A Leopoldo Fernández Pujals, presidente de Jazztel, le preguntó hace un tiempo un periodista: "¿A dónde quiere llegar usted?". Y el también creador de Telepizza respondió: "A crear una empresa perfecta, que funcione sin mí, porque llegará un momento en que yo falte". Fernández Pujals, nacido en Cuba y nacionalizado estadounidense, ferviente anticastrista y militar en Vietnam, falta de Telepizza desde que en 1999 vendió su participación por casi 300 millones de euros. Fue un negocio perfecto, o casi, porque se dice que por el camino hubo accionistas damnificados. Pronto faltará también de Jazztel. Si se consuma la compra de la operadora por la francesa Orange, el empresario recibirá algo más de 500 millones.

La suma de las plusvalías obtenidas con Telepizza y Jazztel mete a Fernández Pujals entre los 25 españoles más acaudalados, según unas listas en las que hasta ahora se movía en torno al puesto 100.º. ¿Cuál ha sido su secreto para llegar hasta ahí? Primero hizo fortuna con aquello de "El secreto está en la masa" y la comida rápida y ahora lo ha conseguido en un mundo en apariencia absolutamente distinto, el de las telecomunicaciones. El nexo es el propio Leopoldo (Leo para los más cercanos), su olfato para anticiparse a los gustos de los consumidores y de los mercados y sus dotes de vendedor.

Nació en La Habana en 1947, en el seno de una familia adinerada. Su padre era notario y su madre, arquitecta. Los Fernández Pujals eran además terratenientes ganaderos y tenían negocios en la construcción, heredados de sus ancestros. En el fundador de Telepizza y dueño de Jazztel confluyen genes asturianos, catalanes, andaluces y canarios. Uno de sus abuelos, nacido en 1860, emigró desde Asturias a Cuba siendo un adolescente.

Más o menos a una edad parecida, con 13 años, el triunfo de la revolución castrista en Cuba mandó a la familia al exilio en EE UU. La nostalgia de la infancia feliz y acomodada en la isla y el cambio a un país donde los suyos se convirtieron, como ha expresado en alguna entrevista, en "un número más", cebó el sentimiento profundamente anticastrista en Fernández Pujals, marcado a fuego también por el sufrimiento de aquellos de su familia que se quedaron en Cuba, caso de un hermano de su madre que pasó 27 años en una cárcel del régimen. Leo fue de los que vio la actuación de Kennedy en la crisis de los misiles (otoño de 1962) más como una traición al exilio cubano que como el acierto de un estadista que evitó una confrontación nuclear.

Marcado por aquellos avatares de la familia, Leopoldo Fernández Pujals tuvo una formación universitaria accidentada. En ocasiones ha contado cómo fracasó en los intentos, alentados por sus padres, de estudiar medicina, economía, matemáticas...Al final se graduó en finanzas en Florida. Empezó en 1964 y acabó en 1973. Por el medio, el joven astur-cubano estuvo en el ejército estadounidense y participó en la guerra de Vietnam, aunque lejos del frente, en labores logísticas. Sobre su etapa en la escuela de oficiales ha explicado que empezó "a encajar por fin en el mundo". También que de allí sacó su filosofía: "It can be done". Traducido, "se puede hacer", su versión personal del "Yes we can" de Barack Obama o del "Podemos" español. Salvando las distancias entre esta formación política de base anticapitalista y un empresario que se caracteriza por su pasión por el modo de vida y de hacer negocios en EE UU.

De EE UU se trajo a España Leo Fernández Pujals algunas ideas que puso en práctica en España. Llegó al país a principios de los años 80, como directivo de la multinacional Johnson & Johnson, donde había brillado como comercial, al igual que había hecho antes en Procter % Gamble (fabricante de productos como Fairy y Ariel). En 1987, siendo director de marketing de Johnson & Johnson para el mercado español, pensó en abrir un negocio. Eligió la comida rápida y a domicilio, un sector muy desarrollado en EE UU y mucho menos en España, donde la incorporación creciente de la mujer al mercado laboral y los exigentes horarios de trabajo estaban abonando el terreno. Fernández Pujals lo vio, eligió la pizza (las hamburguesas ya estaban en expansión) y triunfó.

Empezó con una pizzería en el Barrio del Pilar de Madrid, donde él mismo trabajaba en el horno, y con una furgoneta de reparto que, por aquello de los atascos, cambió luego por las motocicletas. Desembolsó 60.000 euros para ese inicio y se propuso crecer por la vía de reinvertir los beneficios. En un año abrió varias tiendas propias más y otras por el procedimiento de la franquicia.

A principios de los 90, y tras la incorporación de su hermano Enrique y de otros socios al capital, el negocio (primero llamado Pizzaphone y luego Telepizza) superó los cien establecimientos en España y emprendió una expansión internacional. La facturación superaba los 120 millones de euros cuando, hacia 1995, se desencadenó un enfrentamiento entre los accionistas. El presidente quería seguir creciendo, mientras que su hermano y otros inversores aspiraban a liquidar su participación para hacer caja. El lío condujo primero a la expulsión de Leopoldo Fernández Pujals de la presidencia y amainó con la entrada del banco BBV (hoy BBVA) en el accionariado. El astur-cubano recuperó el liderazgo y puso proa hacia la Bolsa. En noviembre de 1996, Telepizza debutó en el parqué con una revalorización superior al 30% en un día. Enrique y otros accionistas aprovecharon para vender sus posiciones. El negocio siguió creciendo, cimentado en la fórmula "El secreto está en la masa" (márgenes comerciales modestos, pero gran volumen de ventas) y en unos costes laborales bajos, cimentados en la contratación a tiempo parcial de jóvenes, a menudo estudiantes, siguiendo el modelo estadounidense.

En octubre de 1999, Leopoldo Fernández Pujals vendió sus acciones de Telepizza, parte a los dueños de Campofrío y parte a otros inversores. La operación le reportó unos 300 millones de euros. Fue tras meses de rumores e incertidumbres en torno a su posible salida del capital que contribuyeron a que el valor cayera casi el 45% en diez meses, dañando a otros accionistas. Desde su casa de la Bahamas, Fernández Pujols informó de que a partir de entonces iba a dedicarse a combatir el castrismo a través una fundación familiar.

Se dedicó a eso y a los caballos, otra de sus grandes sus pasiones que le llevó a crear en Segovia la mayor yeguada de pura raza española. Y en 2004, reapareció en el mercado con su entrada en Jazztel, una operadora de telecomunicaciones en pérdidas, con pocos clientes y fama de muchos problemas técnicos. Invirtió 61,8 millones para hacerse con el control y enderezó la empresa con decisiones como la creación de un departamento de atención al cliente propio y también reconduciendo la relación con Telefónica, gestor de la red a quien Jazztel había responsabilizado en buena medida de sus dificultades para dar un buen servicio. Con Fernández Pujals, Jazztel pasó de menos de 300.000 clientes a 1,4 millones y de un euro por acción a 10. Ahora vende su 15,2% a Orange por 500 millones. Segundo negocio perfecto.

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