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Ya es un tiempo nuevo en El Corte Inglés

El grupo opta por una estructura de poder inédita, menos concentrada, con Lasaga como presidente de la Fundación Ramón Areces tras siete meses de negociaciones

Por la izquierda Dimas Gimeno Álvarez, Marta y Cristina Álvarez Guil y Florencio Lasaga Munárriz.

Javier CUARTAS

La nueva estructura de poder que esta semana terminó de perfilar El Corte Inglés es inédita en este grupo empresarial durante los 70 años que lleva bajo la propiedad de una dinastía asturiana de origen campesino y emigrante.

La compañía, una de las más influyentes del país, está haciendo desde septiembre una travesía por territorios para ella desconocidos, evolucionando en los siete últimos meses desde un modelo tradicionalmente presidencialista, y que había alcanzado durante los últimos 25 años la máxima concentración decisoria de su historia, a otro esquema en el que se esboza un reparto de poderes sin precedentes en la casa.

Dimas Gimeno Álvarez, miembro de la dinastía fundadora y presidente de El Corte Inglés desde septiembre, no ha sido investido presidente de la Fundación Ramón Areces, la principal fuente de poder en la organización, aunque es miembro de su patronato por designación de su tío y antecesor, Isidoro Álvarez.

Que el presidente de El Corte Inglés no lo sea de su mayor accionista (la Fundación Ramón Areces controla el 37% del capital del grupo) constituye un hecho sin precedentes desde que en 1976 se creó esta institución fundacional. La Fundación la presidió Areces y después Isidoro Álvarez mientras ambos fueron presidentes de la compañía. Antes, en 1966, se había creado la Fundación César Rodríguez, cuya presidencia también se compartió con la de la empresa.

A diferencia de sus tres antecesores en la presidencia de los grandes almacenes, Gimeno tampoco posee la mayor participación individual, superado por sus primas Marta y Cristina Álvarez Guil, hijas adoptivas y herederas de Isidoro Álvarez, y a las que se les atribuye la propiedad del 25% de la sociedad.

La entrada de ambas este miércoles en el patronato de la Fundación Ramón Areces constituye otro hito. Cuando Ramón Areces creó la fundación sólo dio entrada en ella a dos familiares (dos sobrinos) y dejó fuera tanto a sus hermanos como a los primos que se sentaban en el consejo de administración. El grueso del patronato lo han integrado desde entonces directivos de la casa. Areces repitió a lo largo de su vida que "no creía en las herencias" y el fundador del grupo, César Rodríguez, desveló en una carta a uno de sus primos en los primeros años 40 su deseo de que los profesionales que se entregaran al impulso de la empresa tuvieran una participación en ella.

Lo que se produjo esta semana es un doble movimiento aparentemente contradictorio. Uno de los directivos de mayor escalafón y larga ejecutoria en la casa, Florencio Lasaga Munárriz, asumió la presidencia de la Fundación Areces. Aunque esto es coherente con las reflexiones de los dos primeros presidentes de la compañía, se trata de la primera vez que ocupará el cargo alguien ajeno a la familia fundadora. Y, a la vez, dos herederas, las hijas de Isidoro Álvarez, han entrado en el patronato. Y esto también es la primera vez que ocurre desde 1976, salvo cuando en 2009 Álvarez dio entrada en este órgano a su sobrino Dimas Gimeno para preparar y fortalecer su carrera hacia la sucesión. Durante estos 39 años, y con la salvedad de la cooptación de Gimeno, todas las incorporaciones que se produjeron en la Fundación lo fueron de directivos y no de familiares.

Con estos cambios, el patronato de la fundación quedó configurado esta semana con el 60% de los votos en manos de altos directivos de El Corte Inglés ajenos a la familia, el 20% en poder de la dinastía asturiana fundadora y otro 20% repartido entre las hijas adoptivas de Isidoro Álvarez.

En el consejo de administración de El Corte Inglés los directivos tienen el 44% de los puestos; la estirpe de origen asturiano, el 30%; la familia conyugal de Isidoro Álvarez, el 11%, y los asesores externos, el 11%.

El grupo asturiano no necesariamente es homogéneo, aunque se sume de forma agregada. Pero, a efectos de determinar la correlación de fuerzas internas -y al menos hasta que se haya podido constatar cómo evoluciona la nueva estructura de poder-, sí parece pertinente deslindar este grupo dinástico vinculado al fundador del grupo, César Rodríguez, de las nuevas incorporaciones que se acaban de producir procedentes del matrimonio de Isidoro Álvarez y de la descendencia de su esposa.

Cuando Ramón Areces asumió la presidencia de El Corte Inglés en 1966, también se hizo, de forma simultánea, con la presidencia de la Fundación César Rodríguez. Y cuando Isidoro Álvarez sucedió a Areces, en 1989, accedió de inmediato a la presidencia de la empresa y a la de la Fundación Ramón Areces. En ambos casos, los reemplazos fueron automáticos y tanto en la estructura societaria como en la fundacional.

El pasado septiembre, cuando falleció Isidoro Álvarez, se repitió sólo una parte de este guión: Dimas Gimeno fue nombrado presidente de El Corte Inglés a las 48 horas de la defunción de su tío. Pero para cubrir su vacante en la presidencia de la Fundación Ramón Areces se ha tardado siete meses. La demora, excepcional porque nunca había ocurrido y extraordinaria porque ha sido larga, es lo que da a entender que ha habido una profunda y difícil negociación entre los dos bloques familiares para encajar las piezas, perfilar competencias y establecer un nuevo orden interno y un reparto de cuotas de poder que nunca antes tuvo que hacerse. Entre otras cosas, porque ninguno de los anteriores presidentes de El Corte Inglés tuvo hijos.

El nombramiento como presidente de la Fundación Ramón Areces de un directivo de 80 años, Florencio Lasaga, con una larga ejecutoria en la casa y probada lealtad a la organización, sugiere que se ha buscado una solución neutra y salomónica, de suerte que el carisma del elegido dote al cargo de la suficiente autoridad moral para mediar y actuar como interlocutor de las partes si fuese preciso.

En el fondo, es volver a los orígenes porque entre los rasgos peculiares y esenciales de El Corte Inglés subyacen desde su fundación los principios y valores de un modelo corporativo -el de los grandes almacenes El Encanto, de La Habana, propiedad de dos familias asturianas- que se fundamentó en los principios de la promoción interna y del ascenso de los directivos de mayor confianza a la cúpula. No es descartable que, como se filtró en las semanas previas, la "vieja guardia" (los niveles más altos del escalafón ejecutivo) haya promovido esta solución pactada (la decisión se tomó por "unanimidad", dijo la Fundación Ramón Areces), tanto para propiciar el consenso interno como para erigirse en garantes del legado histórico, y más ahora que en El Corte Inglés comienza un nuevo tiempo.

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