Las empresas asturianas tienen un problema de tamaño. Abundan las pequeñas, pero escasean las grandes y las medianas. Dispal se encuadra dentro de la primera categoría. La compañía, asentada en el Parque Tecnológico de Llanera y dedicada a prestar servicios informáticos, cuenta con veintidós trabajadores y tenía claro que para poder competir en un mercado cada vez más global y poder ganar clientes tenía que crecer. Juan Noriega, director general de la compañía, se puso a buscar un socio que le ayudara a dar ese salto de calidad. "Al principio te da un poco de miedo por el hecho de que se puede perder capacidad de gestión", asegura, "pero muchas veces es la mejor opción".

Dispal encontró un compañero de viaje en la multinacional asentada en Cataluña Seidor. Ésta entró en el capital social de la asturiana hace unos meses haciéndose con la mayoría de su accionariado. "La idea era ganar capacidad financiera y tener más tamaño, para poder optar, entre otras cosas, a unos concursos más grandes", asegura.

Este problema del tamaño lo atisbó hace un tiempo el Cluster TIC (la patronal asturiana de las empresas tecnológicas), y, en colaboración con el Instituto de Desarrollo Económico (IDEPA) y la Federación Asturiana de Empresarios (FADE), promovió un programa para fomentar la relación entre empresas asturianas del sector y facilitar las fusiones. El objetivo era ayudar a los empresarios del incipiente sector de las nuevas tecnologías asturianas a lanzarse a trabajar de forma conjunta. "Hay que perder el miedo. Vale más tener un poco menos de control sobre la compañía que quedarse estancado", asegura Noriega.

El Círculo de Empresarios puso cifras hace unos días al problema de tamaño que sufren las empresas asturianas. Asturias forma parte del grupo de regiones españolas donde más modesta es la importancia de las sociedades, con plantillas de 50 a 249 trabajadores, consideradas medianas. Son el 1,6% del total de las existentes en la región. Es una proporción inferior a la media nacional (1,8%).

El programa del Cluster TIC se ha desarrollado de forma piloto con cuatro compañías asturianas durante los últimos meses, aunque la intención de la patronal asturiana, FADE, es abrir la iniciativa a más sectores y a muchas más empresas. El diagnóstico es claro. Las sociedades con un mayor tamaño son las que más aguantan la crisis. "Las que mejor lo han hecho han sido las medianas", asegura el director general de FADE, Alberto González. Y añade: "Todos los análisis apuntan a que este tipo de empresas se sitúan en una mejor posición respecto a las más pequeñas en el acceso a la financiación, la capacidad de entrar en mercados internacionales y a la adopción y mantenimiento de estrategias de innovación. De ahí nuestro empeño en apoyar este tipo de fusiones".

En la colaboración entre Dispal y Seidor, el objetivo de Noriega fue no perder el control de su compañía. Lo consiguió, ya que continúa manteniendo la gestión del negocio, que acaba de cumplir 25 años y que se dedica a dar soporte tecnológico a otras empresas más grandes. "El programa puesto en marcha por el Cluster y el IDEPA nos vino muy bien para asesorarnos sobre el papeleo y la auditoría que había que realizar", afirma Noriega. "Y ya estamos consiguiendo abrirnos a nuevos mercados", señala.

El presidente del Cluster, Alejandro Durán, asegura que el programa ayudará a "facilitar procesos concretos de concentración y potenciará la cultura de crecimiento empresarial a través de la concentración". Unirse fue el camino por el que optaron otras de las empresas participantes. Las asturianas Simbiosys y Signal Software y la catalana Ruta Blanca han optado por colaborar y crear entre ellas una nueva empresa, Tech4snow, para desarrollar una aplicación para las estaciones de esquí que utiliza mapas en dos y tres dimensiones y que ofrece información al instante sobre el estado del tiempo y de la nieve. "Para acceder a un mercado mayor se necesita más dimensión, y la cooperación es fundamental en un mercado tan cambiante como el de las empresas tecnológicas", dijo el fundador de Simbiosys, Marcos Viñuela. "El nuestro es un negocio en el que hay que adaptarse muy rápido al cambio", añade.

FADE apunta que muchas veces el miedo de los empresarios es el que acaba por frenar algunos de estos procesos de fusión o de colaboración entre compañías. Muchos de estos procesos están llenos de dificultades. "Puede haber barreras culturales, reflejadas en el temor a perder el control de la compañía, el predominio en ocasiones de las capacidades técnicas sobre las de dirección y gestión en los perfiles directivos, o el desconocimiento de los mecanismos y posibilidades de crecimiento externo", aseguraron desde la patronal.

La idea de Simbiosys es dar ahora un paso más allá en esa colaboración con otras compañías. Para conseguirlo va a utilizar el propio edificio en el que está instalada, situado en el Parque Tecnológico de Gijón. Allí, pretenden crear un ecosistema de trabajo en el que compartir experiencias empresariales con otras empresas tecnológicas, desarrollar ideas y hacer negocio de forma conjunta explorando mercados alternativos. "Se trata de que todos funcionemos de forma independiente, pero colaborando entre nosotros a la vez", señaló.