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El rey de los sofás mexicanos de Boal

"Me siento boalés como el que más", proclama en su casa de verano de Armal Mario Presno, emigrante huido de la Cuba de Castro y empresario de éxito

Arriba, Niove Rubín y Presno, delante de su casa de Armal. Debajo, el abuelo del empresario, José Presno Bousoño. G. GARCÍA

Mario Presno reconoce que la fortuna le ha sonreído en la vida. Cómo iba a imaginar aquel joven que con apenas 17 años escapó de la Cuba de Castro con una maleta de cartón y "sin un duro" que, al cabo del tiempo, se convertiría en uno de los empresarios del mueble más reconocidos de todo México. Hoy, cuando ronda los 70 años, se mantiene al frente de un grupo referente en la fabricación de sofás que da trabajo a 600 personas y al que llamó como la tierra de sus raíces: Muebles Boal. Asegura que, a pesar de nacer en La Habana y vivir en tierra mexicana, se siente tan boalés como el que más.

La historia de Presno es una más de las miles que marcó la emigración a América a principios del siglo pasado. Tanto sus abuelos como sus padres y tíos, todos nacidos en el concejo boalés, partieron hacia la isla cubana en busca de fortuna y formaron parte de la Sociedad de Naturales de Boal en La Habana. A base de trabajo lograron levantar varios negocios: una zapatería, una relojería, un ultramarinos. Sin embargo, las diversas crisis y la inestabilidad política en España cuando trataron de regresar dejaron sin apenas fondos a la familia.

En diciembre de 1962, Mario Presno abandonó la isla, tras el episodio de Bahía de Cochinos, rumbo al país mexicano, donde fue recibido por parientes. "Aunque llegué con una maleta de cartón, dos calzoncillos, una camisa, un pantalón y un par de zapatos, nunca pasé hambre", explica Presno.

Allí desempeñó una multitud de trabajos para poder sobrevivir: "Criando puercos, administrando un hotel de don Manuel Suárez, haciendo trabajos de impermeabilización. Hice de todo". Aún se emociona cuando recuerda el instante en que la fortuna le sonrió el día en que un empresario, Valeriano Suárez, le dio la primera oportunidad para llevar una tienda de accesorios de zapatos. Poco a poco, y no sin esfuerzo, consiguió llevar a toda su familia desde La Habana hasta la capital mexicana. Tardó siete años.

Poco después, otro empresario leonés le ofreció encargarse de un comercio de electrodomésticos y muebles. Y ahí nació el germen de Muebles Boal. "Gracias a las relaciones que coseché, encontré a un socio, también asturiano, de Proaza, con el que fundamos la empresa, que ahora cumple 41 años y exporta a 18 países", señala Presno.

La firma fabrica tresillos y sofás de media y alta gama y goza de una gran fama en México, donde diversos estudios la han colocado en el segundo puesto de las marcas más reconocidas por los consumidores. "El secreto es la seriedad y el trabajo", asegura Presno, que sólo tiene buenas palabras para el país que lo acogió.

Estos días, el empresario y su mujer, Niove Rubín, también descendiente de emigrantes, disfrutan del paisaje y el paisanaje boalés como dos vecinos más, en la casa que su padre, junto a dos de sus hermanos, adquirió en 1948 en la localidad de Armal.

El edificio, de imponente arquitectura, se convierte en el centro de la actividad familiar cuando cruzan el charco, "una o dos veces al año".

Y es que todos se sienten boaleses de corazón, e incluso están empadronados en el concejo, al que nunca olvidan.

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