Los vastos terrenos sobre los que se asienta ahora la fábrica de Porcelanosa en Villarreal (Castellón) fueron hace ya muchos años un fructífero campo de naranjos. Sin embargo, una tremenda helada que echó por tierra la producción de todo un año provocó que dos familias de la localidad castellonense, los Soriano (encabezada por el fallecido José Soriano) y los Colonques (los hermanos Héctor y Manuel), dieran un cambio total a su negocio, el cultivo de la naranja, y buscarán una actividad menos dependiente de los caprichos del tiempo. Así fue como nació el "desconocido" gigante del azulejo Porcelanosa, según apunta el periodista ovetense Ángel Álvarez, que acaba de publicar un libro sobre este "imperio" industrial.

Tan potente era la industria azulejera de Villarreal que en los años de expansión económica, justo antes de que pinchara la burbuja del ladrillo, la comarca llegó a tener prácticamente pleno empleo y el azulejo fue durante bastante tiempo la segunda industria exportadora del país (tras el automóvil). Aun así, reconoce el ovetense Ángel Álvarez, dentro de España es una industria poco conocida y fuera más aún. La discreción que, por bandera, llevan las dos familias que tienen el control de la sociedad provoca que, como se ha encontrado Álvarez, en Estados Unidos muchos crean que la factoría es italiana y no española. El ovetense, que acaba de editar "El imperio Porcelanosa", le echó el ojo a este sector hace unos cuantos años, cuando su trabajo como periodista le obligó a irse a vivir a Valencia. Allí descubrió a este gigante industrial que captó su atención y su curiosidad. Ahora ha puesto nombres, cara y ha contado la historia humana de esas familias.

Por esa discreción que caracteriza a los Soriano y los Colonques, la compañía eligió a mediados de los años ochenta una imagen pública, ajena a ellos, que aún mantiene: Isabel Preysler. Por aquellos días la filipina estaba iniciando su romance con el ministro de Economía, Miguel Boyer. Ángel Álvarez desvela que Porcelanosa no era la única empresa que le había tirado los tejos. "La otra interesada era Galerías Preciados, el gigante de los grandes almacenes que a finales de 1984 se había quedado el venezolano Gustavo Cisneros, tras la turbulenta expropiación de Rumasa, que había pilotado el Gobierno de Felipe González, y más concretamente Boyer", afirma Álvarez en el libro. Fue una operación orquestada para quitarle la empresa a José María Ruiz-Mateos. Una pieza más en la azarosa relación entre el ministro socialista y el empresario. Tras darle muchas vueltas, Isabel Preysler consideró que aceptar la oferta de Galerías (que en 1995 acabó siendo absorbida por El Corte Inglés) podría traerle más inconvenientes que beneficios. Porcelanosa se quedó con su imagen. Y hasta hoy.

Casi treinta años después, la filipina continúa encabezando cualquier acto público organizado por la empresa. En vísperas de la Navidad de 2011, visitó Oviedo para inaugurar la tienda que la azulejera tiene en el polígono de Espíritu Santo. Lo hizo rodeada de cámaras y de su familia más cercana, como viene siendo habitual durante las últimas épocas.

Que a los Soriano y a los Colonques les gustan más bien poco los focos y el protagonismo se nota también en los pequeños detalles. Como el hecho de que el primer presidente de la empresa no fuera ninguno de los miembros de la familia, sino un empresario del mundo de los esmaltes que tomó una participación en Porcelanosa, Julio Bonet. O en que en ninguna de sus tarjetas de presentación figure su cargo.

José Soriano fue el alma máter de la compañía. "Él fue el que apostó por instalar una tecnología, que trajo de Italia, y que acortó considerablemente el tiempo necesario para producir azulejos de pasta roja, en lugar de blanca como se hacía hasta entonces en España", explica Álvarez. Pero antes de Porcelanosa probó con varias empresas del mismo sector. Una de las filosofías de vida de Soriano se resumía en una frase que solía repetir con asiduidad: "Cuanto más das a la gente, más sacas". Tanto fue así que el día de su funeral aparecieron en el entierro multitud de vecinos a los que el castellonense había prestado dinero para darle las gracias por última vez. "La familia desconocía muchos casos y alucinó", destaca el autor del libro.

Otro de los factores que contribuyeron al éxito de la empresa fue que consiguieron crear entre el público una necesidad. Hasta aquellos años las viviendas españolas apenas estaban azulejadas. Álvarez asegura que Soriano se pasaba el día ojeando revistas del corazón y de decoración. Buscaba dos cosas. Primero acertar con diseños que pudieran gustar al público femenino y, por otro, fue de ahí, cuentan, de dónde sacó la idea de que Isabel Preysler fuera la imagen de la marca. Era el rostro que más se repetía en el papel cuché.

Pero la trayectoria de Porcelanosa también está salpicada por algún que otro fracaso. Uno de los más sonados tuvo lugar en Asturias, en el valle de Paredes, a pocos kilómetros de Luarca, para más señas. Allí, en 1991, el grupo intentó crear una mina de feldespato, un material clave para su proceso productivo, pero, pese a tener todos los permisos del Gobierno se encontró con la frontal oposición de los habitantes de la zona y de los grupos ecologistas que consideraban que la explotación, a cielo abierto, causaría un daño irreparable en la zona. Los vecinos lucharon con manifestaciones y pleitos en los tribunales contra lo que calificaban como "la mina de la Preysler", y, al final, salieron victoriosos. En 2001 el Tribunal Supremo tiró para atrás el proyecto. Se da la circunstancia que ese mismo año la zona ganó el premio "Pueblo ejemplar" de la Fundación Príncipe de Asturias (ahora Princesa de Asturias).

Actualmente, tras haber superado el pinchazo de la burbuja inmobiliaria gracias a la exportación, el grupo se enfrenta a otro gran reto, el de la sucesión. Los descendientes de los impulsores ocupan cargos dentro de la propia Porcelanosa o en otras compañías del grupo, pero siguen siendo Héctor y Manuel Colonques -ambos superan los 70 años- quienes llevan las riendas del negocio. Pero ése será otro capítulo.