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El dilema de la política monetaria ultraexpansiva

La Reserva Federal, pendiente de China

El banco central de EE UU decide si sube o no los tipos de interés con la mirada puesta en la crisis del gigante asiático y la ralentización global

Billetes de yuan.

La decisión que hoy haga pública la Reserva Federal (el banco central de EE UU) sobre su política monetaria y la continuidad o no de los tipos de interés oficiales en el rango inaudito vigente desde fines de 2008 (entre el O% y el 0,25%) va a estar condicionado, entre otros factores, por los datos inquietantes de la inestabilidad bursátil y la desaceleración de China, la segunda potencia por PIB, el mayor importador y exportador del planeta y el gran prestamista de EE UU.

Aunque la Reserva Federal (Fed, por sus siglas en inglés) dicta su política monetaria en virtud de los indicadores económicos de EE UU, es muy difícil que el mayor banquero central, y cuya moneda es la divisa de reserva global por antonomasia, pueda desentenderse del objetivo de estabilidad internacional, más cuando el país no sería inmune a las turbulencias que pudiera desencadenar en otras áreas monetarias un endurecimiento súbito de las condiciones monetarias en la mayor economía del mundo.

De todas las opciones, quizá una subida muy leve y casi simbólica de las tasas oficiales norteamericanas, con el compromiso explícito de aquilatar con mucha prudencia cualquier otro paso en el mismo sentido, sería la opción más inocua en la medida en que la primera subida de tipos en nueve años en EE UU (la última fue en junio de 2006) parece haber sido ya descontada en los últimos meses, como evidencia la revalorización del dólar en ese tiempo (ayudada por las políticas expansivas de la eurozona, Japón y la más reciente de China) y la intensa salida de capitales (casi un billón de dólares entre junio y agosto, según algunas estimaciones) de los países emergentes.

La Fed podría estar llamada a dejar las cosas como están ante los malos datos de China, Rusia, Brasil, Canadá, Japón, muchos países emergentes y economías avanzadas productoras de materias primas, como Australia, Finlandia y Noruega. Tendrá que sopesar en ese caso el efecto de la inacción y si perseverar con una política de tipos ultrabajos, cuando EE UU ya crece a buen ritmo, podría sembrar más dudas que seguridad y alimentar una espiral de desconfianza ante la sospecha de que otra postergación de la sucesivas veces anunciada subida de tipos pudiera obedecer a la existencia de datos peores a los conocidos sobre la economía de EE UU o la global.

En el contexto de ralentización mundial que denunció el FMI (y ayer la OCDE), el peor escenario sería el alza severa de las tasas porque acabaría trasladándose como tendencia de fondo hacia el resto del mundo, agravando la fuga de capitales de los países con peores indicadores y sometiendo a más presión a las economías ligadas a las materias primas, que se depreciarían aún más siguiendo la trayectoria inversa al repunte del dólar. Los bancos centrales que aún están luchando contra las fuerzas deflacionistas, como el BCE y el Banco de Japón, tendrían que extremar su potencia de fuego para neutralizar el contagio del alza de tipos, disuadir la salida de inversores y contrarrestar la desinflación adicional causada por la nueva depreciación de las materias básicas.

Y luego está la delicada situación de China, con sus tres "burbujas" (inmobiliaria, de deuda y bursátil) y los síntomas manifiestos de desaceleración, que en su caso se agrava por las colosales magnitudes del país y su impacto en la economía global.

Una subida apreciable de tipos en EE UU incentivaría la salida de capitales de China -lo que ya está ocurriendo-, frenaría más su economía -con el efecto ralentizador sobre los países que le proveen de materias primas y bienes de equipo- y dejaría menos margen a Pekín para manejar su complicada situación y para acometer el "aterrizaje suave" de su economía con el que trata de evitar la explosión de las "burbujas" a la vez que propugna un lento reequilibrio de su descompensado patrón de crecimiento.

A China no le conviene una subida de tipos en EE UU aunque entrañaría la depreciación relativa del yuan. En las circunstancias actuales de China los inconvenientes serían mayores que las ganancias de competitividad por el tipo de cambio. Esto explica que las mal llamadas devaluaciones de la moneda china en agosto no pretendieron plantear una "guerra de divisas" para impulsar el PIB con un abaratamiento de las exportaciones, como lo prueba que la depreciación fue inferior al 4% (el BCE hizo caer el euro el 25,7% desde agosto de 2014 y ahora está el 19,4% por debajo que entonces) y que, después de las tres depreciaciones, Pekín gastó parte de sus reservas para sostener su moneda.

La depreciación del yuan fue la consecuencia del cambio de régimen de fijación del tipo de cambio para liberalizarlo y someterlo a las fuerzas del mercado. Con ello, y en aras al cambio de patrón de crecimiento que persigue, China pretende convertir el yuan en divisa de reserva internacional, lo que exige su plena convertibilidad, y, antes, aspira a entrar en la cesta que conforman los Derechos Especiales de Giro (DEG) del FMI. La liberalización es una exigencia del FMI para admitir al yuan en los DEG. Al liberar el yuan, Pekín sabía que su tipo oficial (que se había apreciado desde 2008) caería para acercarse al del mercado, que ya estaba más bajo, como corresponde a los cuatro recortes de tipos de interés de Pekín desde noviembre, la desaceleración del país y sus menores exportaciones. El abaratamiento del yuan, que conlleva la apreciación del dólar, fue también una maniobra disuasoria sobre la Fed para que no suba tipos. Si lo hace, el dólar aún se encarecerá más respecto al yuan, con la consiguiente pérdida de competitividad estadounidense, y las voluminosas importaciones chinas, al abaratarse, aumentarán la presión deflacionista contra la que ha luchado la Fed desde 2008 con los tipos en el 0%.

China desvinculó al yuan del dólar en 2005. Desde entonces Pekín intervenía el tipo de cambio en una banda de fluctuación sobre un conjunto de divisas entre las que dólar tenía un gran peso. Ahora, al dar más intervención a las fuerzas del mercado cambiario, China también se protege de que un alza del dólar por la subida de tipos arrastre al yuan.

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