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Empresario y miembro de la Asociación Asturiana de la Empresa Familiar

El orgullo de ser hormigas

La necesaria unión entre los empresarios, sobre todo los de la empresa familiar, y los trabajadores para crear riqueza y empleo

El orgullo de ser hormigas

Las empresas familiares estamos llenas de hormigas y -admitámoslo- las hormigas caemos mal. Muy mal. Caen mucho mejor las cigarras. Son mucho más simpáticas; incluso en invierno, cuando las hormigas nos encerramos a administrar las ganancias del verano, reformar nuestras instalaciones y vivir de rentas mientras las cigarras dejan de cantar, piden solidaridad y lo pasan mal. Sí. Definitivamente, las hormigas somos unas antipáticas a las que nos cuesta compartir nuestros privilegios y pagar impuestos y a las que hay que vigilar continuamente y -de vez en cuando- meter en cintura.

Además, las hormigas no somos divertidas. Nos dedicamos a trabajar y no sabemos dar espectáculo. Las cigarras sí. Y mucho. Por eso las cigarras abren los telediarios y las portadas de los periódicos mientras a las hormigas, como mucho, nos reservan un hueco -al fondo a la derecha- en las páginas de economía, sin molestar demasiado.

Y, sin embargo, yo me siento muy hormiga. Y ustedes también deberían sentírselo porque todos los trabajadores somos hormigas; incluyendo los empresarios familiares: sobre todo los empresarios familiares. Y es que -y nunca me cansaré de repetirlo- todos los empresarios familiares somos trabajadores; como también lo son los políticos, los sindicalistas, los funcionarios o los artistas. Todos somos hormigas porque -insisto- todos (sí, sí, incluso los políticos, que sé muy bien lo que escribo) somos trabajadores.

Pero, entonces, ¿quiénes son las cigarras? Pues es muy fácil: los que, en vez de trabajar, viven del cuento; los ladrones y sinvergüenzas; los aprovechados. Y no me vengan con excusas: es muy fácil distinguirlos. Y, para demostrárselo, les pongo tres ejemplos -tres nada más- muy ilustrativos. Ejemplo uno: los empresarios son hormigas; Ruiz Mateos no. Ejemplo dos: los mineros son hormigas; José Ángel Fernández Villa no. Y ejemplo tres: los políticos son hormigas; Jesús Gil y Gil no.

Por eso cada vez me trago menos los cantos de sirena (o de cigarra, debería decir) empeñados en que los enemigos de los empresarios son los trabajadores; incluyendo los empresarios familiares: sobre todo los empresarios familiares. De eso nada. A otro con ese cuento. Empresarios y trabajadores creamos riqueza y empleo y trabajamos juntos y juntos tenemos que aprender a defender lo nuestro sin complejos: nuestros valores, nuestros éxitos y nuestra forma de vida.

Los empresarios familiares somos hormigas y estamos orgullosos de ello. Pero es verdad que hay una cosa que tenemos que aprender de las cigarras: a dar espectáculo. Y eso es lo que les propongo: que, a partir de ahora, todos nosotros -como trabajadores que somos- empecemos a dar espectáculo: a conquistar las calles, los telediarios y las portadas y nos dejemos ya de tanto callar y otorgar y levantemos la frente para reivindicar lo nuestro y proclamar orgullosos lo que hacemos. Porque todos nosotros somos trabajadores; incluyendo los empresarios familiares: sobre todo los empresarios familiares; y, por lo tanto, somos creadores de riqueza y empleo. Que es lo que importa.

Y, a las cigarras, que les den.

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