El Banco Central Europeo (BCE) prepara una ampliación de su actual plan de estímulos monetarios extraordinarios, cuya aplicación someterá a su consejo el 3 de diciembre. Los objetivos de esta profundización de las medidas de flexibilización monetaria son impulsar la economía de la eurozona -cuyo crecimiento, aún decepcionante, está sometido a indicios de desaceleración-, combatir la inflación negativa (-0,1% en septiembre en el área) para acercar el IPC al objetivo del 2% y quizá también neutralizar el efecto contagio si la Reserva Federal optase en diciembre por aprobar su primera subida de los tipos oficiales de interés en EE UU desde junio de 2006.

El anuncio del presidente del BCE, Mario Draghi, que era esperado aunque no en términos tan firmes, repercutió de inmediato en los mercados con los efectos propios de una actuación ultraexpansiva de la autoridad monetaria: las bolsas subieron (la española remontó el 2,05% y volvió a ganancias anuales, mientras Fráncfort avanzó el 2,48%; el índice Euro Stoxx 50, el 2,47; París, el 2,28; Milán, el 2, y Londres, el 0,44), el interés exigido a los bonos soberanos se replegó (la prima de riesgo española recortó 9 puntos básicos, hasta los 112, el nivel más bajo desde mayo, y también retrocedieron los diferenciales de Francia, Italia, Portugal e Irlanda, entre otros países) y el euro se debilitó el 1,6% frente al dólar hasta situarse en las 1,1154 unidades cuando había comenzado la jornada en los 1,1338 dólares.

El BCE no precisó en qué consistirá el nuevo paquete de medidas de choque para intentar relanzan el PIB, el empleo y la inflación en la eurozona y cuyo propósito es atajar los riesgos de ralentización y de estancamiento en un escenario global con riesgos importantes en China y en otros países emergentes.

Draghi aseguró que se revisarán "todos los instrumentos" a disposición del eurobanco y, entre ellos, una eventual ampliación del programa de compras de títulos de deuda privada y pública. Ahora el BCE está adquiriendo activos por valor de 60.000 millones mensuales y preveía prolongar la operación hasta septiembre de 2016 por un importe total de 1,14 billones, aunque siempre dejó abierta la opción de prorrogarla. Una posibilidad es que aumente la dosis mensual con el doble fin de forzar aún más a la baja la rentabilidad de los bonos (lo que se contagia al resto de la economía) e inyectar más dinero para fabricar inflación.

No es esperable que se rebaje más el tipo oficial de interés, situado desde el 4 de septiembre de 2014 en el ínfimo e insólito 0,05%. Draghi avisó hace un año que se había llegado al límite de la reducción.

Lo que Draghi dio a entender ayer es que sí puede haber más recortes en el tipo de interés (que ya es negativo) vigente en las ventanillas del BCE para los excedentes de liquidez que los bancos aparcan en el banco central. Desde junio de 2014 los bancos pagan en vez de cobrar por dejar el dinero en el BCE y el 4 de septiembre de 2014 se endureció, pasando del -0,10% al -0,20%. En diciembre estos tipos negativos podrían acrecentarse. Con ello se trata de forzar a la banca para que aumente la concesión de créditos y la financiación a la economía real. La intensificación de los tipos negativos aplicados a los bancos supondrá, junto con la posible caída adicional de la rentabilidad de los bonos, una mayor presión a la baja para la remuneración del ahorro de los ciudadanos.

Draghi volvió a exigir más reformas y más estímulos fiscales porque sólo con la emisión de dinero no se corregirá el problema.