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El aristócrata, visto por el cura obrero: "Le alegraba el reparto de la riqueza"

El sacerdote lavianés José Manuel Álvarez y González del Valle labraron una peculiar amistad durante más de medio siglo

El aristócrata, visto por el cura obrero: "Le alegraba el reparto de la riqueza"

La primera vez que José Manuel Álvarez Iglesias, sacerdote asturiano de 93 años, apodado "Pepe el comunista" por su labor pastoral en defensa de los obreros, y Martín González del Valle, presidente de honor de Hidroeléctrica del Cantábrico (HC) y barón de Grado, que falleció esta semana, se vieron fue en un local cercano a la plaza de Cibeles de Madrid. El religioso no recuerda con exactitud la fecha, aunque apunta que eran "los sesenta". El local era el que usaba Acción Social Empresarial, organización ligada a Acción Católica, de la que González del Valle fue impulsor y Álvarez, consiliario.

La condición de creyentes y de asturianos de ambos propició un acercamiento y forjó una amistad que nació a cientos de kilómetros de la región y que perduró durante más de medio siglo. "Le alegraba que los obreros fueran partícipes de la nueva riqueza que se iba generando", enfatiza Álvarez. El sacerdote lavianés, firme defensor de la clase obrera, y el empresario ovetense, figura de la aristocracia capitalista asturiana y forjador de la derecha española, tenían muchos puntos de encuentro y pocas desavenencias, asegura "Pepe el comunista".

"En aquella época, en España todavía había una conciencia muy aguda de la lucha de clases; la separación de la empresa y el mundo obrero producía muchas tensiones sociales. Fue importante que surgiera una asociación que tratara de llevar el espíritu cristiano al mundo empresarial. Y ésa fue tarea de Martín", asegura. "¿Diferencias? Nunca las tuvimos; siempre tratábamos temas que él veía con una enorme claridad y que se basaban en una vida entregada a una Iglesia moderna que diera respuesta a los problemas de la humanidad", añade el sacerdote.

En aquel local madrileño había reuniones cada semana para "abordar los problemas del mundo de la empresa e iluminarlos con la doctrina del Evangelio", recuerda Álvarez. La relación de ambos fue afianzándose sobre la base de sus creencias religiosas, pilar sobre el que se asentaba la mayor parte de sus conversaciones. "Siempre hablábamos de cómo estaba Asturias, del mundo obrero, del dolor que producía la no comprensión de la doctrina social de la Iglesia; era nuestra gran preocupación, cómo llevar ese pensamiento cristiano a la vida real de la gente", asegura.

"Para Martín el cristianismo era parte de su personalidad, tenía una conciencia clara de que como persona de fe tenía dentro de sí unas energías que le vienen de la gracia de Dios y que le capacitan para hacer frente a las responsabilidades de un hombre moderno", rememora José María Álvarez, muy afectado por la pérdida de su amigo.

Esos ideales le hacían tener una "gran sensibilidad" hacia los demás y especialmente hacia los trabajadores que tenía bajo su mando. José Manuel Álvarez recuerda que el barón de Grado se llevó una gran alegría durante su etapa como presidente de Hidroeléctrica del Cantábrico (HC) al ver cómo mejoraba el poder adquisitivo de su plantilla. "Fue hace muchos años y era una inauguración que hacía la empresa, Martín se puso muy contento al ver que los obreros habían ido en coche al acto; antes ninguno tenía un vehículo, decía que para él aquello era una señal de que los empleados estaban participando en el reparto de la nueva riqueza".

Cuantos conocieron bien al empresario ovetense ponen un acento en su gran cultura. "Sabía escuchar, nunca se creyó que sabía de todo", asegura el sacerdote. Ambos se veían con asiduidad. "Siempre que venía por Asturias, me llamaba y tomábamos un café en su casa. También le gustaba estar en contacto con los líderes del movimiento cristiano empresarial de la región", recuerda. Lo hacía incluso últimamente, pese a su avanzada edad. El último encuentro entre ambos fue hace unos cuatro meses, en la casa que el barón tenía en el centro de la capital asturiana. En aquella ocasión Álvarez recuerda que "ya le encontré algo cansado".

Durante esa última reunión charlaron de su preocupación común y permanente. "Estuvimos hablando de cómo estaba Acción Social Empresarial en Asturias. A él le gustaba mucho la labor que está haciendo Rufino Orejas (presidente de Industrial Química del Nalón y líder de la organización en Asturias) porque decía que estaba buscando nuevas formas de incorporar gente al movimiento". El sacerdote añade que "lo que es incuestionable es que hace falta una asociación que tenga por misión iluminar la mente de las personas que se dedican al mundo de la empresa, como directivos o como obreros ejecutores".

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