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Adiós a una figura relevante de la economía asturiana

Fin de era de la burguesía asturiana

El fallecimiento del barón de Grado simboliza la desaparición de la etapa de esplendor capitalista regional, culminada, tras un largo declive, con las ventas del Herrero y HC

Fin de era de la burguesía asturiana

La desaparición anteayer, casi a los 97 años, de Martín González del Valle Herrero, barón de Grado, expresidente de Hidroeléctrica del Cantábrico (HC) y de la patronal eléctrica Unesa y exconsejero de Banco Herrero y de Duro Felguera, entre una veintena de compañías, simboliza muy bien el fin de una época, de un estilo de hacer negocios y de una burguesía regional que, emanada del proceso industrializador asturiano del siglo XIX y comienzos del XX, logró encaramarse a la élite de la oligarquía española, con su implantación simultánea, y en ocasiones como grupo dirigente, en los grandes sectores líderes: la banca, las eléctricas, la siderurgia, los ferrocarriles, la química, el negocio marítimo y los explosivos, en torno a los cuales se formó un elenco muy restringido de apellidos de gran alcurnia, poder e influencia.

El barón de Grado fue epígono de ese tiempo y de la gran era de esplendor capitalista asturiano. Hasta su relevo en 1999 de la presidencia de HC, y aun en los años inmediatos -como accionista y presidente de honor-, encarnó un modelo de gestión que, procedente de aquel periodo cenital del desarrollo fabril, naviero, ferroviario y bancario de la región, se basaba en una concepción formalista y tradicional de los negocios, en la que imperaban normas tácitas de señorío, elegancia y abolengo emanadas de un pacto sobreentendido de preservación del "statu quo" entre los grandes grupos industriales y financieros ya consolidados.

Este ideario, que heredó de su padre, el marqués de la Vega de Anzo -de quien fue un fiel continuador en sus convicciones mercantiles, religiosas y políticas-, y de su familia materna (los banqueros Herrero, marqueses de Aledo), respondía a un mundo ajeno por completo a la competencia desabrida y abrupta que se desató a partir de los últimos años 80, cuando en el capitalismo español irrumpió un nuevo estilo de luchas accionariales, tomas de participación subrepticias y grandes operaciones de asalto al poder propias de una visión trepidante y agresiva de los negocios, tributaria del modelo anglosajón y de las reformas neoliberales de los primeros 80 que indujeron a la liberalización plena de los movimientos de capitales.

En la mañana del 2 de octubre de 1992 Martín González del Valle supo que el mundo que había heredado de sus mayores había cambiado. El entonces presidente de la eléctrica galaico-madrileña Unión Fenosa, Julián Trincado, le anunció que su empresa había estado comprando acciones de Hidrocantábrico en Bolsa y que, minutos después, haría pública la posesión del 5,6% de la eléctrica asturiana.

La operación, calificada de "amistosa" por Fenosa, fue tachada de "hostil" por HC. La tercera eléctrica española estaba dispuesta a engullir a la cuarta. El enojo fue enorme y el nerviosismo también. González del Valle se consideró traicionado. Aquella toma de posición se produjo por sorpresa, sin consulta previa y sin que se le hubiera prevenido de las compras sucesivas de acciones aun cuando las relaciones entre ambas compañías en los foros del sector y en las reuniones de la patronal eléctrica eran de gran cordialidad. Se consideró irritante que Fenosa tramase un intento de control de HC siete años después de que, en el primer intercambio de activos para la reordenación del sector, en 1985, la eléctrica asturiana hubiese contribuido al saneamiento de la galaico-madrileña con la compra de algunos de sus negocios.

El movimiento, sin más precedentes que los intentos del Banco Urquijo de engullir a su aliado Herrero, y que causaron profundas divisiones en la familia (los González del Valle permanecieron fieles a sus primos Herrero), se produjo cuando la economía asturiana acumulaba 37 años de pérdida de posiciones nacionales y nueve de reconversión de sus sectores industriales básicos, y cuando la burguesía regional estaba en puertas (ocurrió en diciembre de 1993, con la intervención de Banesto) de perder sus últimos bastiones en el olimpo de la gran banca española, una vez que ya se había desdibujado su antaño protagonismo en el Hispano Americano, Central y otros.

Fenosa aún siguió comprando acciones, hasta sumar en febrero de 1993 el 7,5% de HC, casi en igualdad con el Banco Herrero (8,4%) y Cajastur (8,2%), y por delante de Masaveu (5,3%).

El rechazo de la operación aunó a las familias y a las dos entidades financieras de Cantábrico. Hubo compras de acciones para reforzar posiciones y en el verano de 1993, conscientes de que en una batalla abierta la compañía podía ser pasto de ataques sucesivos, la junta general de accionistas cambió los estatutos: eximió a González del Valle de la obligación de renuncia a la presidencia en 1993 (era preceptivo el abandono a los 75 años) y blindó la compañía con cláusulas que daban al consejo la capacidad de vetar la entrada en este órgano de cualquier nuevo accionista por muy elevada que fuese su participación.

Cantábrico, que había sido en 1992 la 27ª. empresa española con más beneficios, no logró liberarse de Fenosa hasta fines de 1993, seis meses después de que José María Amusátegui relevase a Trincado. Fue durante el segundo plan de intercambio de activos del sector. HC compró a Fenosa el 7% de la central nuclear Trillo y el 50% de su mercado leonés a cambio de que abandonara Cantábrico. Cuando el 23 de abril de 1999 González del Valle cesó en la presidencia de HC, dijo que su mayor dicha había sido la compra de las acciones en poder de Fenosa.

El repliegue de Fenosa y su renuncia a crear un gran grupo en el Noroeste fue provisional. Pero el debilitamiento de la posición de la burguesía asturiana no. El Herrero fue vendido a La Caixa en 1995, una vez que el segundo accionista del banco -Masaveu- comunicó en enero al resto del consejo -durante una reunión que González del Valle calificó de "dramática"- su decisión de desinvertir en la entidad. La venta favoreció la tormentosa cascada de opas sobre HC en 2000-2001.

El proceso lo desencadenó el 13 de marzo de 2000 la compañía estadounidense TXU, consciente de la debilidad accionarial de HC desde que, de forma pactada, entrara en la eléctrica asturiana como accionista en 1998. Once días después Fenosa lanzó una OPA sobre HC y mejoró su precio hasta que TXU retiró la suya. Óscar Fanjul, presidente de HC, ejecutó la estrategia de rechazo a una oferta que suponía la absorción de HC por un competidor directo. Manuel Fraga (PP), presidente de la Xunta de Galicia, apoyó la OPA de la eléctrica galaico-madrileña contra su amigo Martín y el PP de Asturias se sumó a Fraga en el respaldo a Fenosa. González del Valle se reunió en Santiago con Fraga para disuadirlo. Hubo más movimientos en las altas esferas. La OPA de Fenosa fue vetada por el ministro de Economía, el gijonés Rodrigo Rato (PP), aduciendo el daño a la competencia que supondría la absorción de HC.

Las ofertas de TXU y Fenosa desencadenaron una tropel de nuevas opas, lanzadas por siete grupos, seis extranjeros. Los accionistas vendieron al mejor postor (EnBW y Ferroatlántica) pero el "blindaje" de 1993 contra Fenosa le dio el poder a EDP-Cajastur. González del Valle sostuvo que la pérdida del Herrero arrastró a HC y que ambas renuncias fueron el fin de las posiciones rectoras de la familia. Su padre le había dicho desde niño: "El banco es el tronco de todo". Fue el fin de una era. También del antaño gran poderío burgués asturiano.

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