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Martín González del Valle, el sesgo templado de un conservador profundo

El expresidente de HC postuló desde su posición de derechas el diálogo de clases y abogó por una economía que preservara la armonía social

Martín González del Valle Herrero, paseando por Gijón. MARCOS LEÓN

"Austeridad y moderación", "controlar la vanidad y la codicia", "no sobredimensionar las posibilidades financieras de la empresa", "rigor en la administración", "negociar con voluntad de diálogo y mucha paciencia con el comité de empresa" para "alcanzar la paz social", "cultivar las buenas relaciones, sobre todo con los subordinados", "entender el trabajo como un servicio a la empresa" y "trabajar con ilusión y honradez".

Martín González del Valle, barón de Grado, expresidente de Hidroeléctrica del Cantábrico y de la patronal eléctrica UNESA, socio y fundador de varias compañías y exconsejero de una veintena de sociedades, fallecido este miércoles en Madrid, tenía 91 años cuando encomendó estas demandas a los directivos empresariales españoles durante el homenaje que le tributó en Gijón la Fundación Escuela de Negocios de Asturias (Fena).

Hacía un año que había estallado la crisis económica internacional en Europa y su diagnóstico (fue en mayo de 2009) apuntó al corazón de las organizaciones empresariales y de sus cuadros ejecutivos: "El fracaso de la ética empresarial ha conducido a la actual situación de profunda crisis".

El ideario empresarial. Acaudalado por herencia desde hacía cuatro generaciones, aristócrata por vía paterna y materna desde hacía tres ("Antes de la mayoría de edad ya supe que era noble") e integrante de uno de los grandes clanes familiares españoles que transitaron el siglo XX por los consejos de administración del gran triángulo del poder mercantil y financiero (banca, eléctricas e industria), González del Valle (Grado,1918; Madrid, 2015) lideró uno de los movimientos patronales que, inspirados en la doctrina social de la Iglesia, abogaron por el diálogo social y el entendimiento en la búsqueda de la paz social como opción superadora del conflicto y de la lucha de clases, y como antídoto contra la penetración en las capas obreras del discurso reivindicativo y laico de la izquierda.

Este movimiento había tenido antecedentes tales como el paternalismo empresarial católico del Marqués de Comillas, del que fue expresión muy acabada la Hullera España, la gran compañía minera con feudo en Aller.

Al barón de Grado el ideario le había llegado por su padre, Martín González del Valle Fernández-Miranda, marqués de la Vega de Anzo, seguidor de las encíclicas de los papas Pío X y León XIII, y luego de las enseñanzas del periodista y cardenal Ángel Herrera Oria, en la defensa del humanismo cristiano. El marqués, al que distintos historiadores sitúan en posiciones más o menos extremas de la derecha, y su cuñado Ignacio Herrero Collantes, marqués de Aledo y presidente del Banco Herrero -y al que se juzga como más abierto y liberal-, fueron en los años 30 los dos grandes apoyos del sacerdote asturiano Maximiliano Arboleya , quien ya en 1913 había postulado en un artículo en "Abc" el modelo empresarial católico belga y quien desde la dirección en 1931 del periódico "El Carbayón" (propiedad de los Herrero y González del Valle) postuló una vía de entendimiento social con la clase obrera que despertó el rechazo de los sectores más integristas de la derecha y del movimiento patronal asturianos.

La tradición empresarial católica belga la conoció directamente el barón de Grado en 1949 en la Universidad Católica de Lovaina, de modo que, cuando regresó a España y emprendió en los años 50 su vida empresarial, estaba ya predispuesto, por unas y otras influencias y antecedentes, a retomar la senda de los movimientos patronales confesionales en la España de la dictadura. La llamada del cardenal Plá y Deniel a una reunión en Toledo y su discurso social ("Un beneficio obtenido con salarios injustos es un beneficio injusto") constituyeron el empujón definitivo para el compromiso de González del Valle con Acción Social Empresarial, la sección española de la Unión Internacional de Empresarios Cristianos (Uniapac), donde conectó y colaboró con el sacerdote asturiano José García Iglesias ("Pepe el comunista").

En el régimen del sindicato vertical, cuya organización inicial había sido confiada a los sectores falangistas, el movimiento patronal católico abrió una vía alternativa, que postulaba como hecho diferencial la mejora gradual de los salarios por encima de las prescripciones oficiales y la búsqueda del entendimiento como clave de bóveda de la armonía social. Sin renuncia a sus posiciones de clase y a sus convicciones conservadoras, mantuvo su creencia en el diálogo para evitar el conflicto: "Defiendo el diálogo para llegar a puntos de concordia y evitar el recurso a la huelgas, que causan al país situaciones totalmente anómalas y caóticas", dijo 1989. "Yo no soy partidario de soluciones violentas", sostuvo cinco años más tarde.

En el ámbito de la gestión empresarial se declaró consecuente con estos principios: "Me gusta dialogar, delegar, convencer, aunque a veces toca tomar decisiones y entonces hay que mandar".

Convicciones políticas. Martín González del Valle vivió la pasión por la política desde niño en su casa. Por vía materna, su abuelo, Policarpo Herrero Vázquez, fundador del Banco Herrero, fue conservador moderado y su tío Ignacio Herrero Collantes, marqués de Aledo, y sucesor al frente de la institución crediticia, militó en el partido conservador liberal de Sánchez Guerra. Por la vía paterna, su abuelo, Emilio Martín González del Valle González-Carvajal, había sido jefe del Partido Liberal de Sagasta en Asturias. Y su padre, Martín González del Valle Fernández-Miranda, se mantuvo en posiciones derechistas y monárquicas, y acabó siendo un "franquista empedernido", en expresión de su hijo en el libro de memorias que escribió en 2004.

El barón de Grado secundó a su padre en casi todas sus orientaciones, aunque con matices diferenciadores. En los turbulentos años 30, y una vez proclamada la II República, creyó en la unificación de todas las fuerzas de la derecha por la que abogó su padre, pero repudió las prácticas que juzgó violentas de la Falange, en la que militó uno de sus hermanos. Tras la sublevación militar y el estallido de la Guerra Civil se alistó en el bando franquista y, al término de la contienda, mantuvo su apoyo al régimen (su padre fue procurador en las primeras Cortes por designación personal de Franco), aunque juzgó extrema la represión de la posguerra y excesivos, dijo en 2008, los fusilamientos del periodo.

Fue europeísta en una España cerrada y conoció de primera mano en el exterior el repudio internacional a la dictadura española, por lo que expresó su comprensión en la intimidad familiar -frente a la discrepancia paterna- con los manifiestos de don Juan de Borbón, aspirante al trono, contra el régimen de Franco. Desde las postrimerías del régimen abrió contactos con la oposición moderada del interior pero nunca retiró su respaldo a Franco, a quien en 1973 (dos años antes de la muerte del dictador) le dijo en El Pardo: "Mi general, nosotros somos los de siempre".

Desde 1969 se había acercado al depuesto ministro de Franco Manuel Fraga y apostó por él como líder de una futura derecha democrática que aunara al bloque conservador español, pero juzgó un error que el político gallego compareciera en las primeras elecciones democráticas, en 1977, rodeado de otros exministros franquistas.

Defendió hasta su fallecimiento la monarquía parlamentaria de Juan Carlos I y la actual de Felipe VI, pero eso no le incapacitó para interesarse por la situación económica de las familias de los militares encarcelados por su participación en el golpe de Estado del 23 de febrero de 1981, según desveló en sus memorias el general Manuel Fernández-Monzón Altolaguirre, que fue miembro del servicio de contraespionaje y jefe de gabinete de dos ministros de Defensa de la UCD.

Desde el inicio de la democracia fue fiel y afín al PP, contribuyó a financiar al partido -según desvelaron algunos cheques que se difundieron en los años 90- y aceptó la petición de Miguel Herrero de Miñón para, de haber sido elegido éste como sucesor de Fraga al frente del partido, asumir la tarea de reordenar las finanzas de la organización una vez que los grandes banqueros exigieron, según Herrero de Miñón, la sustitución del entonces tesorero, Ángel Sanchís.

Su ideario conservador tampoco le impidió mantener cordiales relaciones con los gobiernos socialistas de España y de Asturias. Y sin renunciar a sus convicciones, elogió en 1989 los logros económicos de los primeros gobiernos socialistas de Felipe González y también, en 1994, las políticas de relanzamiento que puso en marcha el último de ellos para salir de la recesión internacional de 1992-1993. Y cuando el PP más acosaba al PSOE por los casos de corrupción, el barón de Grado declaró en 1994: "Ésa no es la imagen real de España. Ya se han creado comisiones de investigación y el Gobierno ha puesto los hechos en manos de los jueces". Su defensa de la Corona la hizo por convicción monárquica y también, dijo, "como nexo que nos une".

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