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La Asturias que innova

Las depuradoras también son móviles

La empresa gijonesa Hidritec fabrica plantas de tratamiento de agua portátiles que incluso generan el desinfectante que utilizan

Infografía de una planta portátil de tratamiento de agua.

Algo tan habitual en las listas de la compra en España como es un bote de lejía supone un lujo en muchos países africanos. El hospital de Cotonú, la ciudad más poblada de Benín con más de un millón de habitantes, tenía serios quebraderos de cabeza para limpiar el material de los quirófanos. El remedio lo puso la materia de gris de una pequeña compañía asentada en el centro de Gijón, Hidritec. Dentro del enorme complejo sanitario, la empresa asturiana instaló una de sus plantas de tratamiento de agua capaz de generar hipoclorito sódico (cuya disolución en agua genera lejía) a partir de sal, que por aquellas tierras sí que abunda y a un precio económico. "Esa es nuestra particular lucha contra el ébola", señala Raúl del Valle, experto en logística y una de las piezas esenciales de Hidritec junto con los hermanos Sergio y Cristian Meana.

La especialidad de la empresa es la fabricación de plantas de tratamiento de aguas a una escala mucho menor que las de sus competidores. Esa capacidad innovadora para reducir el tamaño les está abriendo las puertas a sectores insospechados. Hace poco comenzaron a trabajar con el Ejército para hacer pequeñas depuradoras portátiles que quepan en un carro de combate y que se puedan transportar de forma fácil para atender zonas en las que haya alguna emergencia. El objetivo de sus diseños es que sean fáciles de utilizar. "Queremos que sea solo enchufar, encender y ponerse a funcionar", explica Sergio Meana.

En la empresa, cada miembro tiene su especialización. Sergio Meana, ingeniero químico e industrial, es el director de la compañía. Su hermano Cristian es ingeniero informático pero aprendió todo lo relacionado con la fontanería mientras preparaba unas oposiciones para intentar entrar en el cuerpo de Bomberos. Durante los últimos años ha ido especializándose en todo lo relativo al tratamiento de aguas. Y Raúl del Valle, con un máster en gestión, es el que se encarga de la logística y de que todas las piezas encajen para llegar a su destino con el menor coste posible. "Congeniamos perfectamente los tres y cada uno está especializado en su ámbito", apunta Cristian Meana. Todos tenían experiencia en el sector hidráulico y habían ido acumulando una extensa red de contactos.

Ahora ya están consiguiendo buenos contratos. Durante su primer año de vida las ventas alcanzaron los 400.000 euros. Más del 80% procedieron de los mercados exteriores, y ya piensan en ampliar plantilla. Ahora son cuatro y en enero se incorporará un nuevo empleado que se encargará exclusivamente del departamento de innovación de la compañía. Entre los desarrollos que tienen en mente está el de intentar que estas plantas sean autónomas también energéticamente. En las depuradoras de aguas residuales, sostienen, es posible obtener biogás y así generar unos kilovatios que alimenten a la instalación. Aún están dándole vueltas. "Eso aquí en España es un desarrollo que quizás no merezca la pena, pero en algunas zonas remotas de América latina donde hemos tenido que trabajar seguramente será muy útil", señala Sergio Meana. Su hermano Cristian añade: "Invertir en investigación y desarrollo (I+D) es hacerlo en el futuro de la compañía, en el desarrollo de nuevos productos y, al final, en crear nuevos puestos de trabajo de calidad".

Uno de sus primeros proyectos fue en Guatemala, y mientras instalaban una depuradora se les ocurrió otra idea con la que hacer negocio. Sobre el terreno descubrieron que era complicado acceder a algunos productos químicos básicos como el cloro o la lejía. "Llegábamos a esos países con plantas con un concepto muy innovador pero no teníamos el consumible para que funcionaran y lo que hicimos fue dedicar tiempo a investigar para que estas instalaciones no tuvieran tanta dependencia de estos productos", explica Cristian Meana. Así, descubrieron que mediante la sal podrían producir cloro y que gracias a unos electrodos que desarrollaron podían limpiar los residuos del agua.

La innovación la aplicaron en Benin, a miles de kilómetros de Guatemala. En el Hospital Universitario de Cotonú no había forma de conseguir lejía. Un bote de este desinfectante cuesta en las tiendas del país africano unos 30 euros, poco más del salario medio mensual. Se le considera poco menos que un artículo de lujo. "Para ellos tenía muchísima importancia tener allí una fábrica de estas características para la desinfección del material", asegura Cristian Meana. A los sanitarios africanos les supuso, por un lado, poder tener acceso a un producto químico que les resulta muy útil para llevar a cabo la desinfección del materia de los quirófanos, y, por el otro, lograron un importante ahorro de los costes.

Uno de sus principales focos de sus ventas es el sector turístico de América Latina. "Allí hay una demanda para que la calidad del agua sea como la que hay en Europeo porque muchos turistas son de aquí y lo demandan", señala Sergio Meana. Su primer pie comercial lo pusieron en Ecuador. "Aún no teníamos ni la empresa constituida", rememora el director de la compañía asturiana. "Era algo muy básico porque nos pidieron un sistema de desinfección por medición de cloro para un depósito de agua potable, algo muy normal para nosotros pero que ellos eran incapaces de conseguir allí", añade. A partir de ese momento llegó otra llamada de un resort hotelero bastante grande de la República Dominicana y que necesitaba una depuradora. "Cuando vamos a un país lo que hacemos es formar al personal para que si hay un problema con la planta ellos mismos puedan solucionarlo", explica Sergio Meana. Eso, asegura, es muy valorado por la gente de la zona. "En muchos sitios falta formación sobre el tratamiento de aguas, algo en lo que nosotros estamos", resalta. Su compañero Raúl del Valle puntualiza que "no vamos de colonos, solo con ánimo de ayudar".

Otra de las bases del negocio de Hidritec es la de la colaboración. A su entender, la unión entre empresas es la que hace la fuerza y, al final, produce proyectos. Así, tienen acuerdo con varias compañías asturianas que son las que les hacen los montajes de sus plantas y luego ellos aplican su tecnología. "Trabajamos mucho con centros tecnológicos y tenemos muchas colaboraciones con ingenierías de España y del extranjero", apunta Del Valle. Esos acuerdos son fundamentales, pero el verdadero fluido de su negocio es la innovación.

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