LA NUEVA ESPAÑA del sábado informaba detalladamente -a mi entender- de la situación precaria en la que se encuentra en la actualidad nuestro sistema público de pensiones, así como el bajón tan acusado sufrido en los últimos cuatro años por el fondo de reserva o hucha de las pensiones, que de seguir a ese ritmo en apenas tres años quedará vacía. En este informe se nos dice cuántos cotizantes había hace cuatro años y cuántos hay en la actualidad, así como el aumento habido en el número de pensionistas y, en contrapartida, la bajada salarial, que supone una notable merma en las cotizaciones, lo que hace que mientras la caja de jubilaciones cada mes se ve obligada a desembolsar mayor cantidad en el pago de pensiones, a la par, cada vez recauda menos en cotizaciones. De otra parte, mientras la hucha estaba rebosante, a la vez, los tipos de interés bancario eran altos, y ello colaboraba a llenarla un poco más. Ahora, además de haber bajado el fondo a la mitad, se encuentra con unos tipos de interés rayando el cero, lo que tampoco ayuda a mantener al alza su contenido.

Con los datos expuestos a la vista, pienso que el Gobierno que se forme después de este galimatías que tienen montado actualmente los políticos, debería ponerse con carácter de urgencia a estudiar la forma de dar solución a este problema, que afecta ya a más de nueve millones de pensionistas. Uno entiende que es algo difícil de solucionar, ya que se trata de falta de fondos, y si los pones en esta parte siempre faltarán en otra. No sé si lo idóneo será habilitar partidas presupuestarias equivalentes al déficit generado por el sistema de pensiones en cada año, o, si como otros dicen, imponernos un nuevo impuesto, eso, como suele decirse, doctores tiene la Iglesia, que sepan decidirlo, pero lo cierto es, que como en la fábula, el lobo ya se está echando encima, y no es cosa de tomar los avisos a broma. En esto sobra el politiqueo barato, y el confundir el deseo con la realidad y el buscar culpables en el grupo oponente. La aritmética es la que es y no hay más cera que la que arde; la situación es grave y -en mi opinión- o se pone remedio a tiempo o luego será demasiado tarde.