El paso de demandar a un banco es complicado, reconocen los abogados asturianos. José Antonio Ballesteros va un poco más allá y asegura que en España se reclama muy poco. "Sólo un 10% de los afectados por productos irregulares lo ha hecho", destaca el letrado. "Mucha gente sigue teniendo miedo", añade.

Quien sí dio ese paso al frente fue Carlos Graña, un hostelero de Piedras Blancas que firmó una hipoteca sin saber que el tipo de interés nunca le bajaría del 3% por mucho que viera en las noticias que el euribor se estaba derrumbando. Tenía una cláusula suelo. Lo que peor le sentó es que quien se la vendió era un conocido de total confianza. "Incluso le mandé muchos clientes a la oficina, venía mucho por el bar y teníamos una buena relación", recuerda. Pero aquella amistad se quebró cuando Graña descubrió el engaño. "Estuve meses pidiéndole que me la quitara, pero todo eran largas", explica. Hasta que se cansó y enfiló el camino de los Juzgados.

Graña ganó la batalla y le devolvieron parte de lo pagado de más. Pero sólo una parte: desde mayo de 2013 hasta el día que se firmó la sentencia, tal y como establece una controvertida doctrina que el Tribunal Supremo justifica para no dañar en exceso las cuentas de las entidades financieras. En su caso, el juez le dio una de cal y otra de arena, ya que le obligó a hacerse cargo de las costas del proceso. "Al final, entre lo que me dieron y lo que tuve que pagar casi quedé como estaba", asegura. Eso sí, mes a mes el alivio en su bolsillo es notable. Haciendo cuentas asegura que ahora paga 134 euros menos al mes por su préstamo.

Según José Antonio Ballesteros, cada día además están surgiendo nuevos casos de abusos. "Ahora empieza a haber sentencias sobre tipos de interés que se consideran usureros, seguro que habrá un montón de casos así", resalta. Pero no todas las luchas judiciales se están ganando. Aunque los abogados que defienden a los consumidores aseguran que la tasa de éxito es bastante elevada, la cosa cambia cuando se trata de un inversor más cualificado o una empresa. Entonces las demandas se complican, los argumentos cambian y la banca tiene más papeletas para salir victoriosa.