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Medio siglo de Sadei (y V)

La Asturias que pudo ser según Sadei

Un informe de 1974 demandaba una "conciencia de cambio" en la región para engancharse a la España rica y evitar el riesgo de subdesarrollo en el siglo XXI

La Asturias "declinante" de mediados de los años 70 corría el riesgo, si persistían las tendencias observadas en los lustros precedentes, de convertirse en un territorio "subdesarrollado" en el horizonte del siglo XXI. Pero no era algo irremediable, porque aquella Asturias no presentaba ningún obstáculo insalvable, en lo que atañe a sus recursos y potencial económico, que le impidiera engancharse, si se desplegaban las políticas adecuadas, al desarrollo del eje País Vasco-Aragón-Cataluña-Levante, que conformaba, junto a Madrid, la España rica y con mayor proyección.

Ese pronóstico tiene 42 años y resume con trazo grueso las conclusiones del informe "Asturias. Año 2000", obra de profesionales de la Sociedad Asturiana de Estudios Económicos e Industriales (Sadei) y varios especialistas externos. Coordinado por Pedro Piñera, director de Sadei, y por la investigadora Rosa María González-Corrugedo (ambos ya fallecidos), ese trabajo de 46 páginas fue publicado por la revista "Asturias semanal" y suponía en 1974, en los estertores del franquismo, un llamamiento a la reflexión y a la acción social y política para impulsar el desarrollo de Asturias en un momento que se consideraba crucial. Para ello, el documento trazaba un diagnóstico de la región y proyectaba dos hipótesis contrapuestas para el futuro (una pesimista y otra optimista). Ninguna de ellas supone un retrato exacto de la Asturias de hoy, aunque en el texto de Sadei son reconocibles problemas que siguen vigentes, como la distancia creciente respecto a las zonas más prósperas de España.

Asturias, 1974. Cuando se redacta el informe, Asturias ha pasado en quince años de ser la octava provincia española con mayor renta per cápita a ocupar la posición decimosexta y estar por debajo de la media en ese indicador de riqueza. España viene de un período de expansión y cambio estructural de la economía española que había arrancado en 1959, con el llamado Plan de Estabilización y el final de la ensoñación autárquica de la dictadura. "Asturias (...) no ha participado en el despegue económico español de los últimos años, porque en los procesos actuales de desarrollo cada vez cuentan menos los recursos naturales y cada vez más la capitalización, la organización de la producción y el desarrollo de las comunicaciones, así como el elemento humano, cualitativo, que potencia los anteriores; y estos factores, evidentemente, no han tenido en nuestra región la debida trascendencia", dictamina el informe.

Sadei retrata una industria estancada, con la minería en declive y una potente metalurgia, pero con un gran déficit de actividades transformadoras. El campo estaba en "un alarmante estadio de subdesarrollo" y el turismo era casi inexistente. Y las comunicaciones, "claramente insuficientes", "dando una imagen de Asturias como región aislada altamente perjudicial para los intereses económicos regionales".

Región "atrasada". El documento aportaba una primera "imagen" pesimista de Asturias, basada en que durante las siguientes décadas se mantuvieran las tendencias negativas de los años precedentes. En esa hipótesis, la población asturiana crecería menos que la del conjunto de España, pasando de representar el 3% del total en 1970 al 2,5% en 2000. Esta proyección se aproximó a la evolución real (la población actual supone el 2,25%). Asturias perdería más peso económico, pasando de aportar el 3,16% del PIB nacional al 1,9%. El producto asturiano supone ahora el 2,3%.

Dentro de ese escenario pesimista, el campo tendría una productividad extremadamente baja (muy inferior a la actual) y la industria mantendría una altísima dependencia de los sectores básicos, mientras que la de mayor valor añadido (transformadora) seguiría teniendo una importancia relativa escasa, un rasgo que conserva la actividad fabril asturiana en el siglo XXI. "Según esta primera hipótesis, la imagen de la Asturias futura resulta realmente deprimente: subdesarrollo económico, bajo nivel de vida respecto al conjunto de pais, decadencia del campo, desorden y anarquía en la configuración de las zonas urbanas...", alertaba Sadei.

Región "puntera". La hipótesis "optimista" partía de considerar que "Asturias va a aprovechar al máximo sus recursos naturales y su potencial de desarrollo, lo que conllevará un ritmo de expansión más acelerado que el del conjunto nacional". Con las medidas adecuadas, no era descabellado pensar entonces que la región podía llegar al año 2000 con 1,4 millones de habitantes y una producción equivalente al 3,7% de la nacional. El campo estaría dedicado casi exclusivamente a una ganadería totalmente industrializada y hacia cultivos de alto rendimiento; el empleo industrial de las actividades transformadoras cuadruplicaría el de los sectores básicos y abundarían las fábricas de tamaño medio y perfil no contaminante; la región dispondría de una oferta turística bien diferenciada y pegada a la naturaleza; el área central formaría una "ciudad-territorio" integrada por Gijón, Avilés, Mieres, Langreo y Siero y cosida con "un buen servicio de metro" (antecedente del proyecto "metro-tren"), y en las alas se tendería a las concentración de la población en villas de unos 10.000 habitantes. "Aceptando la hipótesis optimista, Asturias será en el año 2000 una de las provincias punteras del país, plenamente integrada en el bloque de la España rica".

Para llegar a esa Asturias que podía ser, Sadei subrayaba en 1974 la urgencia de desarrollar políticas regionales para ordenar el territorio, reestructurar el campo, planificar las infraestructuras, impulsar la educación y la investigación. Y aludía también a la necesidad de formar una "conciencia regional" para hacer posible el desarrollo, una "conciencia de ruptura", de cambio de las tendencias que, alertaba la fábrica de ideas de Asturias, empujaban había un final "desconsolador" de región atrasada.

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