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Análisis | El recurso a la fabricación masiva de dinero

Draghi pide más acción política y palía daños al sector bancario

La política monetaria domina el corto plazo: es de efecto rápido pero no duradero. Tampoco es curativa. Palía daños, alivia la sintomatología y aplaza los desastres. Los llamamientos de Mario Draghi, presiente del BCE, para que concurran otras políticas que relancen la economía son, por ello, persistentes.

La fabricación e inyección masiva de dinero permite ganar tiempo -lo que no es poco- pero a sabiendas de que, a la larga, y como cualquier otra terapia, puede generar graves problemas secundarios de difícil reconducción. Los bancos centrales no lo desconocen, y la doble decisión sobre la banca que tomó el jueves el BCE lo pone de manifiesto. El tipo oficial en el 0% y el interés de depósito en el -0,40%, con los que el eurobanco trata de forzar el crédito a la economía y combatir el peligro de deflación, somete a la banca a un infernal estrechamiento adicional de sus márgenes de beneficios, lo que amenaza su rentabilidad y abriga el riesgo de abocar a nuevas insolvencias. Las cuatro "barras libres" de liquidez aprobadas para suministrar dinero sin límite a los bancos al 0% de interés e incluso a tasa negativa (la banca tomará dinero prestado del BCE y, en vez de pagar, cobrará por ello tanto como le cueste depositar su liquidez en el eurobanco) es el antídoto diseñado para evitar la reapertura de la inestabilidad financiera. Esto es lo que festejaron los valores bancarios en las Bolsas en los dos últimos días. Una nueva crisis bancaria sería la puntilla para una economía renqueante. Y el BCE precisa de la banca como canal crucial de transmisión de su política monetaria y como instrumento creador y multiplicador de dinero.

Aún así, la ingente inyección de 1,74 billones hasta marzo de 2017 tampoco tiene garantizado el éxito. Cuando hay capacidad sobrante de oferta, baja demanda, deuda excesiva, paro alto, precios deprimidos, poco crecimiento, mucho dinero y, por todo ello, escasa expectativa de rentabilidad (como ocurre ahora en el planeta), el riesgo de que la oferta monetaria no dinamice la actividad productiva y que derive hacia la formación de burbujas de activos es muy elevado. Y, como cualquier otra medida de emergencia, tiene costes: la monetización de la deuda supone socializar riesgos públicos pero también privados, anestesia males sin corregirlos, favorece la asignación ineficiente de recursos, exporta deflación a otras áreas monetarias, alienta la guerra soterrada de divisas, degrada la moneda propia como depósito de valor y supone un impuesto oculto a los ahorradores, que son los principales damnificados por la operación.

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