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El país que contribuyó a la crisis

La afluencia masiva de ahorro y de productos baratos de Asia ayudó a forjar los excesos que llevaron a la recesión

Li Keqiang. EFE / CHINA DAILY

La influencia determinante de China en las vicisitudes de la actual salida vacilante de la crisis internacional no es un hecho novedoso. La economía china también tuvo una contribución capital en la larga gestación de los desequilibrios mundiales que eclosionaron en 2008 con el estallido de la Gran Recesión.

Aunque hubo más concausas y más actores, el retorno y apertura de China en 1978 a la economía internacional, sumado a la liberalización de los flujos de capitales y a la desregulación financiera a partir de la revolución reformista de 1979-1980, la difusión de las nuevas tecnologías, la intensificación de la globalización, el derrumbe de los regímenes totalitarios comunistas europeos, la novedosa ingeniería financiera y la incorporación de Pekín en 2011 a la Organización Mundial de Comercio conformaron las condiciones que, una vez extremado el modelo aparentemente de éxito hasta sus últimas consecuencias, acabaron por hacerlo saltar por los aires entre 2007 y 2008, una vez agotado el esquema.

La inserción mundial de China y países análogos supuso una afluencia masiva hacia los países avanzados de su intensivo excedente de ahorro (llegó a equivaler al 52% del PIB chino), propio de economías que no habían desarrollado su estado de bienestar y en el que la ciudadanía atesora recursos con fines de previsión. A la vez, el mundo occidental sufrió la creciente competencia de productos baratos asiáticos y de mano de obra muchas veces cualificada (caso de los países excomunistas europeos) y de bajo coste. Todo esto presionó a la baja las rentas del trabajo en occidente (emergió la figura del "mileurista") para sostener la competencia internacional, y las menores remuneraciones alentaron el consumo "low cost", que retroalimentó el modelo de costes a la baja.

A la desinflación importada por ambas vías se sumó la caída de los tipos de interés por la enorme afluencia de ahorro desde la periferia al centro del mundo. Los intentos de subir tipos de la FED en 2004 y 2005 fueron derrotados por el mercado. El crédito fácil y barato indujo a crecientes endeudamientos de empresas, familias y bancos, ayudados por la titulización crediticia, que aparentemente disipaba los riesgos cuando en realidad los diseminaba. La banca, con tipos bajos, disparó el préstamo para ganar en volumen lo que no obtenía en margen. Muchas familias completaron con créditos sus bajos ingresos. La gran capacidad exportadora china demandó materias primas e intermedias de forma masiva. Hubo revalorización de activos, burbujas inmobiliarias y expansión de la capacidad productiva y de la inversión basadas en deuda. Países como EEUU acrecentaron sus déficits externos, que financiaba China con sus superávits, lo que a su vez le permitía frenar la apreciación del yuan.

Cuando estalló la crisis internacional a causa de tamaños desequilibrios, China intentó protegerse intensificando la inversión interna con políticas de estímulo fiscal y endeudamiento de empresas públicas y administraciones regionales, lo que cebó "burbujas" que ahora penden sobre el país. Su actual primer ministro, Li Keqiang, está intentado evitar su estallido y, a la vez, que China pueda encontrar un nuevo lugar en el mundo.

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