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La transición de un gigante acuciado por el agotamiento de su modelo

El FMI avisa de que el proceso podría tener "baches" y Pekín admite que acomete un reto para el que no hay experiencia

La actividad manufacturera china acumula doce meses de contracción, según la financiera Caxin y la consultora Markit, y siete según el Gobierno de Pekín.

La necesidad de un cambio de modelo económico la expresó en 2011 el Comité Central del Partido Comunista Chino. Hoy es más acuciante. Atrapado en "la maldición de las rentas medias", China soporta la competencia de países con menores costes salariales, como India, Tailandia, Camboya, Laos, Vietnam, Birmania y otros. La escasez de mano de obra por la política de natalidad restrictiva, el desarrollo del país, la creciente clase media y las aspiraciones de mejora de los trabajadores han encarecido el factor trabajo.

Ninguna economía puede crecer siempre a dos dígitos, como hizo China durante muchos años. A medida que el PIB se agiganta, las tasas de crecimiento se reducen por ley inexorable. Y más si ese crecimiento se fundamenta en la exportación como recurso capital. China ya es la mayor economía manufacturera del planeta y ese recorrido no es infinito. Con más de 1.300 millones de habitantes, el mercado mundial no da para que todos los chinos mejoren sus condiciones de vida fabricando productos baratos para el resto del planeta. Y la paz social es condición vital para un país autoritario y oficialmente igualitario en el que la fractura social y la divergencia económica son enormes entre las grandes ciudades y el mundo rural deprimido, y entre las minorías ultraenriquecidas y los trabajadores urbanos. La potenciación de los servicios, de la mejora de vida y del consumo pretende alentar nuevas fuentes de crecimiento que impulsen el PIB y el empleo, que reequilibren el patrón de desarrollo hacia un modelo más sostenible y que atenúen las disparidades sociales y económicas del país.

El modelo chino (intensivo en inversión) estaba agotándose por el principio de los rendimientos decrecientes de los factores de producción. Hoy China precisa cuatro veces más inversión que hace unos años para generar una unidad adicional del PIB, y la tasa de inversión ya representaba casi la mitad del PIB y crecía más que la productividad, lo que abocaba a una ineficiencia creciente.

La transformación lleva años en marcha, en parte como fenómeno natural. En 2012 los servicios aportaron el 35,9% del PIB y superaron a la suma de industria y construcción: 35,5%. En 2015, el sector terciario rebasó el 50%.

A Pekín aún le quedan muchos desafíos. China va a acometer una reconversión del acero, el carbón y otras industrias con exceso de capacidad que destruirá 1,8 millones de empleos. Muchos países presionan a la UE para que no reconozca a China como economía de mercado porque hacerlo dificultaría luchar contra sus prácticas de "dumping". El FMI avisó hace una semana de que la transición china hacia otra estructura productiva aún puede tener "baches". Y el primer ministro chino, Li Keqiang, admitió este jueves que el país debe acometer reformas para las que no tiene experiencia. China aún puede dar más sustos.

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