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Sindicalismo con denominación de origen

La elección de Lanero como dirigente de UGT Asturias prolonga la abrumadora hegemonía de líderes sindicales regionales nacidos en las Cuencas y Gijón

Gerardo Iglesias. JULIÁN RUS

La elección de Javier Fernández Lanero este mes como nuevo secretario general de UGT Asturias consolida una tradición acrisolada. Fernández Lanero nació en Mieres en 1973. Todos sus antecesores en la dirección del sindicato ugetista en Asturias en la etapa democrática también procedieron de las cuencas del Caudal y del Nalón: Emilio Barbón (Pola de Laviana, 1930), Avelino Pérez (nacido en Boal en 1943 pero radicado en Sama desde 1950), Manuel Fernández "Lito" (Mieres, 1947), Eduardo Donaire (Sama, 1951) y Justo Rodríguez Braga (La Felguera, 1949).

La constante se mantiene de forma mayoritaria en otras organizaciones sindicales. Sólo Gijón disputa a las cuencas del área central el liderazgo como gran cantera de dirigentes. Le sigue a mucha distancia Avilés.

En CC OO todos sus dirigentes, salvo Emilio Huerta "Triqui" (Grado, 1945) y Antonio Pino (Zamora, 1957), procedían de las cuencas mineras: Gerardo Iglesias, (La Cerezal, Mieres), 1945), Francisco Javier Suárez (Mieres, 1945), Godofredo González Torre (La Barraca, Langreo, 1956) y Alberto Rubio (Laviana, 1953). Otro tanto ocurrió en USO, muchos de cuyos dirigentes tuvieron el mismo origen: Severino Arias (Mieres, 1935), Eleuterio Bayón (Puente de la Luisa, Mieres, 1927) y Francisco Baragaño (Tuilla, Langreo, 1949). Otros dos son gijoneses: José Luis Iglesias (1939), que estuvo vinculado al movimiento obrero de las cuencas en 1962-1963, y José Luis Llera (1962).

En CSI, Luis Redondo nació en Turón (Mieres) en 1932. Otras de sus figuras relevantes son gijoneses de adopción aunque nacidos en otros territorios: Juan Martínez Morala (Valdesaz de los Oteros, León, 1953) y Cándido González Carnero (Porcía, El Franco, 1952).

Frente a la tesis habitual que liga la tradición sindical asturiana a la otrora hegemonía de la gran empresa pública (primero, del INI, y luego de la SEPI), los datos apuntan a un superior determinismo en razón de la tradición industrial y obrera de los territorios, la tipología de las actividades productivas predominantes, la hegemonía de sectores característicos de la primera revolución industrial y muy intensivos en mano de obra, y la sociología e ideología predominantes en las áreas geográficas en virtud de su estructura productiva y del peso de las fuerzas sociales que emanaron de esa realidad material.

La fortaleza y tradición del movimiento obrero asturiano en términos comparados con otras regiones es muy anterior a que el Estado se convirtiese en el mayor empleador en la comunidad, lo que ocurrió entre mediados del siglo XX y los años 90. Es más, allí donde hubo patronales fuertes y grandes empresarios, hubo sindicatos poderosos, y a la inversa.

Que algunos de los líderes sindicales regionales hayan procedido de empresas estatalizadas no es tan concluyente por la titularidad del capital como por el tipo de actividad de las compañías y por la tradición sindical del entorno en el que se emplazaron.

De hecho, los dos territorios asturianos en los que el Estado fue dueño de factorías desde más antiguo y durante más décadas no descollaron como cunas de líderes sindicales regionales. En el caso de Oviedo (donde la tradición de las fábricas estatales de armamento se remonta a fines del XVIII) se explica porque fueron industrias militarizadas por su tipo de actividad y además insertas en un contexto de baja proletarización y sin entornos industriales cercanos: Trubia era rural y Oviedo, una ciudad de servicios.

Avilés sí es un caso muy representativo de la relativa influencia de la gran empresa pública en la determinación de los liderazgos sindicales regionales. Con antecedentes industriales previos, Avilés fue un emplazamiento pionero del INI. El "holding" industrial franquista implantó en Avilés en 1946 la factoría de aluminio Endasa (actual Alcoa); dos años después, en 1948, tomó una participación en el fabricante de chatarra para la siderurgia Siasa, y en 1950 eligió esta ciudad para situar la mayor empresa siderúrgica de España (Ensidesa, actual Arcelor-Mittal), que comenzó a producir en 1957. En 1970 el INI aún sumó una factoría de fertilizantes, que en 1973 se convirtió en Enfersa (actual Fertiberia).

Todo esto empezó a ocurrir dos décadas antes de que el INI desembarcara en las cuencas mineras con la creación de Hunosa en 1967; de que un año antes -en 1966- empezara su primera inversión en Gijón, con la toma de una participación minoritaria en la siderúrgica Uninsa (que pasó a dominar en 1970), y de que se implantara en la industria naval con el control de Juliana Constructora Gijonesa en 1969.

Avilés -a diferencia de Oviedo- sí era un distrito con vocación fabril, en el que las industrias del INI convivieron con las de Saint Gobain, RCA y AZSA. Pese a este entorno fabril y obrero, no arrebató el liderazgo sindical a las comarcas mineras y a Gijón tras la dictadura. Esto fue así por tamaño demográfico y por origen poblacional, y porque Avilés, aunque precursora en la implantación del sector público, tuvo una industrialización de sectores líderes y básicos -salvo en el caso de la RCA, de 1833- mucho más tardía que la portentosa actividad sidero-metalúrgica de Gijón, Mieres y Langreo, y la hullera del Caudal y del Nalón, zonas donde el sindicalismo había arraigado con mucha fuerza y capacidad organizativa y de movilización desde el XIX. El ferrocarril canalizó la penetración de ideas sindicales desde Gijón hacia las cuencas en esa centuria, y el trasvase a fines del XX de las siderurgias langreana y mierense hacia Gijón hizo el camino inverso y reforzó el nexo entre los dos polos capitales del movimiento obrero asturiano. Algunos sindicalistas nacidos en las cuencas forjaron por ello su liderazgo desde Gijón.

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