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Cuando las órdenes las da un ordenador

Cofas instala un sistema para la gestión de su almacén de gran volumen en el que una computadora gestiona los pedidos

Juan Enterría, en los almacenes de Cofas. LUISMA MURIAS

Yoana Parajón, trabajadora del almacén de la Cooperativa Farmacéutica Asturiana (Cofas), en Pruvia (Llanera), recibe una orden en los cascos que lleva puestos. Es un pedido de un paquete de papillas para personas mayores. A través de un micrófono confirma que ha entendido el encargo y una vez que tiene la caja correcta en la mano pasa el código de barras por un lector que lleva ajustado en el dedo índice. Inmediatamente una pequeña impresora, que porta ajustada al cinturón, emite una etiqueta para que los transportistas sepan a qué farmacia debe ir el producto. Todo parece normal y sencillo. Lo extraordinario es que la orden que ha desencadenado su trabajo no viene de ningún superior, sino de un ordenador. Su jefe directo es una computadora.

Cofas presume de que mediante este innovador sistema de gestión de su almacén ha conseguido reducir considerablemente la tasa de errores. Es decir, de envíos que llegan mal a su destino. "Lo que hacemos así es dar un salto para procesar las órdenes directamente desde un ordenador", señala el responsable del departamento de calidad e innovación de la cooperativa, Juan Enterría. Las farmacias hacen el pedido a través de una web, la computadora de Cofas lo procesa y da las órdenes precisas por voz a los empleados.

"El sistema especifica al operario el número de pedido, qué producto se necesita y en qué cantidad", destaca Enterría. Sin rodeos. El mecanismo sólo funciona en la parte de la nave destinada a guardar mercancía de gran volumen, como pañales o productos denominados dietoterápicos, generalmente papillas y yogures para la tercera edad.

"La comunicación es totalmente oral entre el sistema informático que manda las instrucciones al operario y éste, que tiene que confirmarle de palabra que recibe el mensaje", señala. Incluso, apunta, la computadora tiene un sistema de autoaprendizaje mediante el cual se ha ido adaptando a las voces y los mensajes de los trabajadores para que la comunicación sea más fluida.

La mejora en la productividad es evidente, defiende el director de innovación de la cooperativa, que acaba de cumplir 50 años de vida. "Todo esto tiene varias ventajas, porque el operario puede estar haciendo uso de las dos manos en todo momento y tiene una movilidad total y el propio sistema asegura que lo que se coge de las estanterías es el material que la farmacia quiere", señala.

La adaptación tanto del ordenador que da las órdenes como de los trabajadores al sistema, sostiene, fue muy rápida. El mecanismo se instaló a finales de 2014, "sólo llevó un par de meses adecuarse a él". "El fallo humano se ha reducido bastante. Antes los errores estaban en la identificación de los productos porque había muchos envases similares y era relativamente fácil confundirse, pero ahora si pasas el escáner y no es lo que se pidió, el pedido no se completa", explica. Este proyecto les ha valido para ganar un premio del Club Asturiano de la Innovación.

Pasan unos minutos de las once de la mañana y en el almacén hay aún poca actividad. Yoana Parajón está recibiendo las primeras órdenes a través del pinganillo. Aún queda un rato, advierte Enterría, para que el trabajo se vuelva frenético y el ordenador tenga que emitir encargos sin descanso. Será en los minutos previos a las tres de la tarde, cuando está previsto que salga una tanda de furgonetas para servir a las farmacias.

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