Amén de las Bolsas y de los mercados de deuda, el tipo de cambio de la libra será el principal mecanismo de ajuste de la economía británica al nuevo escenario que supondría su salida de la UE y también el sensor más inmediato de las turbulencias que podrían desencadenarse apenas se conozca el resultado de la consulta, no importa a qué hora. A diferencia de otros mercados, el de divisas nunca duerme.

La depreciación de la libra será la reacción automática del sistema económico para ajustar una nueva paridad que atenúe el impacto para el PIB y el empleo del Reino Unido de la renuncia a un mercado -hasta ahora interno y, a partir de entonces, ajeno- de 440 millones de personas en 27 países, aun cuando el saldo por cuenta corriente es negativo para Londres en el equivalente al 2,3% de su PIB.

En tanto que expresión del valor alícuota de su economía, la libra está ya anticipando descensos del tipo de cambio, que son a su vez intentos de neutralizar los efectos recesivos, al proporcionar, con su depreciación, ganancias de competitividad que permitan atenuar la pérdida o merma de mercados que hasta ahora actuaban como propios (las ventas a la UE suponen el 12,6% del PIB) y que pasarán a estar sometidos a regímenes arancelarios.

La poderosa industria financiera británica (la City), que aporta entre el 12 y el 14% del PIB y el 11% de los ingresos fiscales del país, y que opera desde Londres para todo el continente, será previsiblemente uno de los sectores más damnificados, y más si la UE le retira los llamados "pasaportes" que permiten a cualquier banco del mundo actuar desde Londres en los 27 países restantes de la UE. Las cámaras de compensación, en las que se liquidan operaciones, y que el BCE ya intentó trasladar a la Eurozona, será otra merma relevante.

Todo esto forzará que capitales internacionales que hoy operan en Londres se trasladen a las nuevas plazas financieras que se instalen o refuercen en la UE-27, lo que a su vez contribuirá a depreciar aún más la libra.

El sector inmobiliario padecerá esa migración de bancos y negocios transfronterizos hacia el continente y la menor entrada de demandantes de viviendas por las limitaciones a la inmigración.

Para la Bolsa, que supone el 137% del PIB frente al 52% en España y el 49% en Alemania, se aventuran también acusados descensos aunque el efecto cambiario favorecerá a las grandes empresas que operan en el exterior.