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La libra no halla remanso

El desplome de la moneda se erige en el principal indicador de la crisis del Reino Unido, el factor más activo para atenuar daños y el más potente vehículo exportador de la tensión

La libra esterlina se ha erigido en el principal exponente de la gran perturbación causada por la decisión británica de abandonar la Unión Europea (UE) y en el vehículo más poderoso de transmisión de los daños y la inestabilidad a otros mercados y áreas.

La renuncia del Reino Unido (quinta mayor economía del planeta) a permanecer en el más importante espacio económico por su contribución al PIB global ha puesto en marcha un movimiento de reajuste mundial a través de los flujos de capitales y de los mercados cambiarios, de deuda y de valores, que sólo amainará cuando se disipen las incertidumbres y se establezca un nuevo encaje del Reino Unido en el mercado internacional y se alcance un equilibrio en el que todos los actores hayan reacomodado sus posiciones

La libra, que esta semana llegó a depreciarse hasta 1,28 dólares -en niveles de hace 31 años y por debajo de los 1,31 dólares que marcó en el desplome de las horas posteriores al referéndum-, acumula este año un descenso del 13%, y con ello expresa el empobrecimiento en el que se prevé que incurrirá la economía británica a corto y medio plazo.

Mercado único. La salida de la UE supone para Reino Unido dejar de ser miembro de pleno derecho de un mercado de casi 500 millones de habitantes (el tercero mayor del mundo en población tras China e India) y de la mayor economía planetaria por volumen de PIB (por delante de EE UU y China).

La UE es el destino del 45% de las exportaciones británicas, que aportan el 12,6% del PIB del país. Casi la mitad de la inversión extranjera en Reino Unido (el 46%) procede la UE. Y parte de la otra mitad es inversión de terceros países con destino a la Unión, y que utiliza Reino Unido bien como puerta de entrada en el continente a través de la City o como base de producción (caso de algunas fábricas automovilísticas asiáticas en suelo británico) para exportar al continente en un régimen de mercado único.

La industria financiera, en torno a la City, que representa el 12% del PIB y alcanza el 14% al sumar servicios anexos, es heredera de una gran tradición de Londres como plaza financiera mundial, pero su condición actual como mayor centro de operaciones transfronterizos del planeta (por delante de Nueva York) es tributario de su condición de operador de referencia para Europa y canalizador del 60% de las transacciones financieras internaciones de los otros 27 países de la Unión. Parte de esta industria ha comenzado a otear nuevos emplazamientos en el continente para no quedar excluida del libre tránsito de bienes, servicios, capitales y personas que garantiza la UE dentro de sus fronteras.

El desplazamiento al continente de inversores, operadores, miles de profesionales (hay 100.000 los empleos en riesgo) y de buena parte de la estructura de bancos de negocios y de inversión (el 46% son extranjeros), gestoras de fondos, "hedge fund", servicios jurídicos y fiscales, seguros, cámaras de compensación y de liquidación de las operaciones en euros -que permanecen en Londres, fuera de la eurozona, contra el criterio del Banco Central Europeo, por ser territorio de la UE- y también grandes empresas no financieras -algunas de las cuales ya lo han anunciado- mermará uno de los puntales de la economía británica y tendrá repercusiones de largo alcance.

El negocio inmobiliario -como se había pronosticado- ha entrado en estado de "shock", con miles de inversores pretendiendo huir del sector de forma atropellada para protegerse de un eventual pinchazo de la "burbuja" inmobiliaria del país, sobre todo en el mercado de oficinas, en la convicción de que los precios se derrumbarán si el éxodo de sociedades mercantiles toma cuerpo. El mercado había alcanzado niveles de precios muy elevados, era objeto de gran demanda por inversores internacionales y el miedo al "Brexit" ya supuso una caída de la inversión del 50% en el primer semestre. Esta semana, grandes gestoras internacionales suspendieron la cotización de seis de sus fondos inmobiliarios, bloqueando el equivalente a 17.000 millones de euros por falta de liquidez para atender el cúmulo de demandas de salida.

Un derrumbe de los precios supondrá a su vez un impacto para la riqueza de las familias (muy endeudadas y con una elevada propensión a la propiedad), los balances corporativos y la banca, que tiene una importante exposición hipotecaria. Este factor es uno de los que ha penalizado, por efecto contagio, la cotización de los bancos europeos desde el referéndum del 23 de junio.

PIB y tipo de cambio. El efecto de este recuento de daños sólo puede conllevar una merma del producto interior bruto (PIB) británico a corto plazo. Otra cosa es lo que ocurra en el futuro, una vez que el país se recomponga y sea capaz de reorientar sus potencialidades como estado no miembro de la UE.

La caída de la libra (el Banco de Inglaterra había pronosticado una "drástica e inmediata depreciación" en caso de "Brexit") está anticipando esa merma, en la medida que el tipo de cambio de las monedas tiende a reflejar el valor de la economía que las sustenta y respalda. El FMI vaticina un retroceso del PIB del país entre el 1,5 y el 4,5%, y el Tesoro Británico calculó una disminución superior: del 5,4% al 9,5%.

Este descenso se atenuaría, según el Tesoro, hasta un rango de entre el 3,4% y el 7,8% si el país lograra negociar con sus exsocios algún tipo de acuerdo bilateral ventajoso. Pero hasta entonces la incertidumbre de un periodo negociador que puede prolongarse varios años erosionará de forma inevitable la economía del Reino Unido.

El vehículo transmisor por el cual la merma del PIB se expresa en depreciación son las expectativas, los flujos de capitales y los intercambios. Muchos inversores están deshaciendo sus posiciones en libras para protegerse -de ahí la apreciación del oro, el dólar, el yen y otros activos considerados como refugio- y los especuladores apuestan a la baja contra la moneda para lucrarse. Unos y otros anticipan el escenario previsible, en la medida en que la marcha de empresas y negocios hacia el continente, el cese de su actividad como gran plaza de operaciones para los 28 y la presumible merma de las exportaciones británicas al continente una vez que deje de ser parte del mercado único determinarán una abrupta caída de la demanda de la divisa británica y la consiguiente de su cotización.

A su vez, el probable encarecimiento de las importaciones por el restablecimiento de posibles aranceles y otros costes de transacción promoverá una tensión inflacionaria -y más en un país con un déficit exterior por cuenta corriente del 5,2% del PIB, el más alto de las economías avanzadas-, lo que conllevará una merma del valor del dinero, que es lo que está reflejando la actual corriente depreciadora, de modo que el mercado cambiario, al intentar situarse en el desenlace esperado, lo acelera, dado que la depreciación es inflacionaria como lo es el déficit externo.

La caída de la libra es a su vez un mecanismo de la economía para intentar contener el desequilibrio exterior, que se acentuará con la renuncia a la UE: la caída de la divisa permite ganar competitividad mediante el abaratamiento de las exportaciones y el encarecimiento de las importaciones, y facilita e incentiva la sustitución de producción exterior por nacional, y, aunque esto conlleva el coste de generar inflación -hoy, en una tasa muy baja: 0,3%-, debería aliviar la pérdida de PIB y de empleo.

Política monetaria. Al castigar a la libra, el mercado cambiario está expresando un pronóstico de posible recesión en el país y aventurando una respuesta expansiva de la política monetaria del Banco de Inglaterra. La entidad emisora, que gobierna Mark Carney, ya decidió una rebaja de las exigencias de reservas a los bancos para que aumenten su actividad crediticia y el día 30 desveló que este verano relajará las condiciones monetarias. Se presume un recorte del tipo oficial de interés (desde 2009 está en el 0,5%, su nivel más bajo en 315 años) y una nueva ronda de emisión de dinero (se especula en unos 75.000 millones), todo lo cual son fuerzas depreciadoras.

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