La inflación retorna en Asturias a terreno positivo después de más de dos años. Los precios subieron en agosto el 0,1% en tasa interanual, un incremento muy modesto que tiene el valor de ser el primero que se produce desde mayo de 2014 y que tiene entre otras posibles dos lecturas de signo opuesto: de una parte, es un resultado favorable en la medida en que aleja el peligro de deflación y ayuda a reducir el valor de las deudas; de otra parte, los resultados del IPC sugieren que algunos capítulos esenciales de la cesta de la compra se están encareciendo en 2016 como no lo habían hecho en los últimos años. Está ocurriendo con parte de los alimentos y con los recibos de la telefonía o los seguros.

Asturias fue en agosto una de las cuatro regiones (junto a Navarra, Cataluña y País Vasco) donde el trabajo del Instituto Nacional de Estadística (INE) muestra que el nivel de precios fue en agosto más alto que a la misma altura de 2015. En el resto del país se prolongó, aunque atenuado, un ciclo de inflación negativa que también viene de 2014, aunque con algún paréntesis en el verano de 2015. Pese a lo prolongado de ese período, la opinión dominante entre los expertos es que la economía española no está en situación de deflación, al menos bajo la definición que viene en los manuales: caída generalizada y prolongada de los precios que retrasa las decisiones de consumo y tiene efectos altamente destructivos sobre la actividad económica y el empleo. El descenso de los precios no es generalizado (está concentrado en los capítulos de la energía, por el abaratamiento del petróleo) y el consumo privado es lo que está tirando del crecimiento económico español. Aislando el efecto del petróleo, el índice de inflación sin contar los productos energéticos está en el 1,1% en España y 1,4% en Asturias, valores también contenidos, pero reveladores de que muchas cosas de la cesta de la compra no se han abaratado.

Así, la región aparece entre aquellas donde los alimentos, considerados de forma agregada, más han subido en el último año (2,2%, frente a una media nacional del 1,8%). La fruta fresca está el 10,2% más cara que hace un año y las patatas, el 10,9%. El precio del pescado se ha encarecido de media el 3,5%, mientras que las carnes vacuno, pollo y cordero han bajado. También lo ha hecho la leche (-0,9%), aunque con una intensidad menor que como lo está haciendo el precio que, por término medio, reciben los ganaderos de la industria láctea (-4% interanual en julio).

Los detalles del IPC reflejan incrementos de precios en algunos servicios que durante la crisis se abarataron y que han cambiado de tendencia. La factura de las telecomunicaciones (telefonía, internet...) cuesta el 2,7% más que hace un año. Hasta mediados de 2015, este capítulo registró descensos continuados en el contexto de la guerra comercial que protagonizaron las operadoras. Otro tanto ocurre con los seguros. Suben en todas sus variantes, según las cuentas del INE: los de automóvil lo hacen el 3,5%, los de la vivienda, el 3,1%, y los seguros médicos, el 4,5%. Las principales compañías aseguradoras abandonaron a fines de 2014 su propia guerra de precios.

La energía vuelve a ser el componente del IPC con un comportamiento más favorable para los presupuestos familiares. Aunque el impacto del petróleo barato sobre los precios se ha debilitado en los últimos meses, los carburantes están el 8% más bajos que hace un año y los recibos de la luz y del gas registran caídas medias en torno al 10%, siempre según el INE. Los repuntes observados de un mes para otro dan a entender, sin embargo, que esa tregua de la factura energética puede ir diluyéndose camino de final del año.