A primera vista, una empresa de aguas como Fuensanta, una compañía de climatización como Uría Ingeniería de Instalaciones o una cooperativa de servicios asistenciales como El Orrio tienen pocos lazos en común más allá de su localización en Asturias, su prestigio y su permanencia (la más joven de ellas acaba de cumplir las bodas de plata). Sin embargo, responsables de estas tres sociedades coincidieron a la hora destacar uno de los principales obstáculos que encuentran para su crecimiento: encontrar a trabajadores implicados con el negocio.

"Rendimiento y esfuerzo siempre van parejos. Pasamos buena parte de la vida en el trabajo y hay que intentar disfrutar, encontrar la pasión. El que no lo haga quedará fuera del mercado", destacó Camilo Vázquez, catedrático de Organización de Empresas, después de escuchar a los ponentes de la cuarta sesión de las jornadas "La Asturias que funciona", organizadas por el Club Prensa Asturiana de LA NUEVA ESPAÑA en colaboración con la Facultad de Economía y Empresa de la Universidad de Oviedo.

Gabriel Uría, gerente de Uría ingeniería de Sistemas, fue quien introdujo el debate del compromiso. Durante su intervención señaló que las tres principales dificultades que encuentra su empresa son, por este orden, la falta de personal cualificado con ganas de implicarse, el exceso de burocracia y la competencia sin escrúpulos. Desde el público le preguntaron cómo era posible tener dificultades para encontrar personal con las cifras de desempleo que hay y el prestigio de las escuelas de ingenieros de Asturias, y Uría concretó que el principal problema es "encontrar personal con ganas de implicarse en el negocio, que dedique todo el horario laboral a trabajar y que no espere, desde el primer momento, tener una remuneración igual al que lleva diez años en la empresa". Elizabeth Pola, coordinadora de El Orrio, asintió. "Una carrera universitaria sólo es el inicio y cuando empiezas a trabajar en una empresa, o intentas crearla, vas a necesitar mucha más formación. Es verdad que hay mucha gente con la titulación adecuada, pero luego o no se implica o no siente pasión por lo que hace o no valora el empleo que tiene", apuntó Pola, que se graduó en dos ingenierías técnicas (Agrícola e Industrial), es máster en Ciencia y Tecnología Química y en la cooperativa El Orrio se dedica a coordinar equipos de trabajo. "Yo siempre he querido trabajar en algo que me guste y a poder ser en un lugar en el que me guste vivir. Cada uno puede valorar lo que quiera pero si entramos en una empresa para llegar a fin de mes, cobrar y olvidarnos de todo, es difícil que ese empleo dure", afirmó Pola. "En un trabajo, sea cual sea la formación, hay que empezar con humildad y aprender, la experiencia hay que alcanzarla", añadió por su parte Esther Cueli, directora general de Aguas de Fuensanta.

Antes de que el debate se centrara en la implicación de los trabajadores, cada uno de los ponentes resumió la trayectoria de sus empresas. Comenzó la directora de Fuensanta, empresa que tiene sus orígenes en 1846, cuando se declaró el manantial como de agua minero-medicinal de utilidad pública y se abrió un balneario que permaneció abierto hasta la Guerra Civil, cuando las instalaciones se convirtieron en hospital. En la década de los años sesenta del pasado siglo comenzó la producción de agua embotellada, primero en vidrio y cajas de madera y posteriormente en plástico. Fuensanta se convirtió en una de las principales marcas nacionales en los mercados de la hostelería y la alimentación pero a finales del pasado siglo comenzó a sufrir los efectos de la competencia de las grandes multinacionales y sus estrategias basadas en volumen y complementariedad con otros productos.

"Con la crisis la situación se agudizó y la empresa entró en concurso de acreedores, pero cuando tienes una buena materia prima los milagros existen", destacó Esther Cueli para referirse a la compra de la compañía por el inversor Global SMM 2009, que se produjo en 2014 y acto seguido puso en marcha un plan de relanzamiento que ha incluido la adquisición de nueva maquinaria de envasado, el rediseño de botellas y marca, y un plan de exportación centrado sobre todo en México, China y Emiratos Árabes. "Nuestro agua, con una mineralización única, procede de los montes de Peñamayor y es captada en un acuífero a más de 300 metros de profundidad. De ahí va directamente a la botella sin ninguna manipulación, eso diferencia nuestro producto natural", señaló Cueli.

Uría Ingeniería de Instalaciones también es una compañía de larga experiencia. Nació en 1965 en Sotrondio como empresa de instalaciones de fontanería, calefacción y gas bajo la denominación comercial de Saneamientos Uría y con un ámbito limitado al valle del Nalón que pronto expandió. En 1996 se transformó en sociedad limitada y una década después abordó su mayor proceso de transformación y diversificación, pasando de ser una empresa únicamente instaladora a ser una empresa que desarrolla soluciones integrales ofreciendo a sus clientes proyecto, ejecución y mantenimiento de instalaciones técnicas en edificación, obra civil e industria. "Las empresas del sector éramos muy dependientes de la construcción y con la crisis las que estaban menos saneadas empezaron a bajar los precios a niveles temerarios para obtener contratos. La mayoría de esas empresas cayeron y sólo las saneadas y que no entraron en la dinámica de hacer las cosas a cualquier precio sobrevivimos", señaló Gabriel Uría, que añadió que para competir su compañía empezó a ofrecer contratos de servicios energéticos con garantías de ahorro y de funcionamiento durante diez años. "Ofrecimos al mercado lo que necesitaba, ahorro energético garantizado, y ahí nació una nueva línea de negocio que ahora es la más importante para nuestra empresa", señaló el gerente.

Uría Ingeniería de Instalaciones cumplió el año pasado sus bodas de oro y la cooperativa de servicios asistenciales El Orrio de Tapia de Casariego celebra este año sus bodas de plata. Nació como una opción de autoempleo de un grupo de mujeres que se habían formado en el ámbito de los servicios sociales. "La cooperativa comenzó ofreciendo atención a domicilio en un área rural donde no existían servicios de ese tipo. Los inicios fueron difíciles, a la gente le costaba abrir las puertas de sus casa a unas extrañas, pero poco a poco fuimos ganándonos la confianza", señaló Elizabeth Pola, coordinadora de El Orrio, que destacó que la cooperativa apostó por la obtención de certificados de calidad, de registros sanitarios... para tener un valor diferencial.

El Orrio tiene ahora entre 19 y 22 trabajadores según la temporada, gestiona el servicio de dependencia del Principado en Tapia de Casariego y el centro de día del concejo. "La empresa está formada sólo por mujeres porque en el ámbito rural tienen menos posibilidades de empleo", apunto Pola sobre esta cooperativa que recibió este año la medalla de plata de Asturias.

El catedrático Camilo Vázquez, que moderó el coloquio, definió a cada empresa con una palabra, con "una idea fuerza". Fuensanta, "natural"; Uría, "implicación", y El Orrio, "humanidad".