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Sobre la FP dual en España

A menudo oímos que en España hay "demasiados" titulados universitarios. En realidad, el hecho de que tengamos más población entre 20 y 29 años con títulos universitarios que otros países de nuestro entorno (31,8% en España frente a 27,5% en la UE en 2015) solo puede ser motivo de orgullo. El problema de nuestros jóvenes no es un exceso de formación, sino que muchos, hoy día, sólo tengan estudios primarios o ni siquiera los hayan completado (33,1% en España frente a 16,6% en la UE).

Esa alta proporción de jóvenes con niveles bajos de formación en España es resultado de un elevado abandono escolar (en 2015, un 20% en España y un 11% en la UE). Y éste, en parte, es un resultado del bajo porcentaje de estudiantes que decide elegir formación profesional. La preferencia por el bachiller frente a la formación profesional de grado medio, una vez terminada la Educación Secundaria Obligatoria, y por los estudios universitarios frente a los ciclos de grado superior una vez terminado el bachiller, nos ha llevado a esa alta tasa de universitarios, pero también a una alta tasa de fracasos. A pesar de muchas reformas e intentos de mejorar su reputación, la formación profesional sigue siendo mal considerada.

En la última reforma, la de 2012, la formación dual se presentó como una apuesta novedosa, inspirada en el modelo alemán, para mejorar la formación profesional aumentando la participación del mundo empresarial y las horas de formación en la empresa. Para fomentar la toma de responsabilidad en la formación de sus futuros trabajadores por parte del empresariado, la reforma ha transferido a la empresa un amplio poder de decisión sobre los contenidos y lugar de instrucción de la formación.

Han pasado cuatro años desde su puesta en marcha y ya tenemos algunos datos que podemos analizar, teniendo en cuenta que la formación dual no es igual en todas las comunidades autónomas. Bajo una concepción genérica, en la que la clave es el aumento de las horas de formación en la empresa y de la flexibilidad para configurar la formación a la carta, se agrupan iniciativas muy distintas en cuanto a la población a la que se dirige y a cómo se configura el aprendizaje.

En Asturias el proyecto piloto del gobierno, consensuado con FADE, CC OO y UGT, se ha centrado en un grupo de estudiantes muy concreto: aquellos que no habían completado los estudios obligatorios. En Madrid y el País Vasco, por ejemplo, la formación dual es más abierta y está disponible incluso en ciclos de grado superior. De hecho, la mayor parte de los proyectos de formación dual desarrollados en nuestro país (el 72% en 2014) son en el ciclo superior. En cualquier caso, la iniciativa de Asturias merece ser destacada por dirigirse a un colectivo difícil de insertar laboralmente y generalmente desatendido, como es el de los jóvenes que han abandonado el sistema educativo. A la hora de valorar los resultados de este programa no se pueden minusvalorar las mayores dificultades asociadas a la capacitación de un grupo de jóvenes con problemas de empleabilidad muy superiores a los de los jóvenes matriculados en ciclos de grado superior.

También encontramos distintas formas de aumentar las horas de práctica en la empresa. En Asturias se ha optado por llevar al estudiante a la empresa desde el primer día, mientras que en otras regiones se han concentrado en el segundo año de estudios y, en el caso del País Vasco, añadiendo además un tercer año al ciclo (habitualmente de dos).

Otra importante novedad es que la formación teórica puede ahora tener lugar en el centro formativo, en una empresa autorizada, o en ambos. La opción más utilizada es la que combina ambas opciones (un 57% de los proyectos de FP dual en 2014). Si bien este dato indica una colaboración entre centros formativos y empresas que, para funcionar bien, necesita de amplia flexibilidad en ambas partes, a la par, el hecho de que sólo un 4% de los proyectos suponen formación en exclusiva en la empresa indica a su vez una baja capacidad del empresariado para organizar la formación dual por su cuenta; algo lógico, por otro lado, si tenemos en cuenta el pequeño tamaño medio de las empresas en España, y que hace muy necesaria una mayor actividad de las asociaciones empresariales para coordinar y mancomunar la organización de este tipo de formación, como ha hecho ASPA en Asturias.

Aunque se ha insistido mucho en la inspiración en el modelo alemán, no está de más poner en valor la experiencia previa acumulada en nuestro país. La formación profesional existente ya incorporaba (y sigue incorporando) un módulo de Formación en Centros de Trabajo muy valorado, tanto por estudiantes como por empresas. Puede ser insuficiente, pero ha generado una cultura de colaboración entre empresas e instituciones educativas que debemos aprovechar y potenciar. Tenemos experiencias cercanas muy interesantes. La cultura de colaboración entre empresas y centros formativos en el País Vasco se viene desarrollando desde hace tiempo con buenos resultados, como muestra que 106 de las 513 empresas colaboradoras en FP dual en 2013 en España estuvieran en el País Vasco. En Asturias, en 2014, eran 65 empresas.

La implantación de la FP dual es un proceso largo que requiere cambios organizativos, culturales y también un incremento de la inversión. La diversidad de fórmulas existentes en España debería permitir llevar a cabo un análisis comparado de los puntos fuertes y débiles de cada alternativa que refuerce el aprendizaje mutuo, pero nos faltan datos. Por un lado, los cambios son graduales y es preciso tiempo para observar su efecto, por ejemplo, sobre la empleabilidad de los jóvenes. Por otro lado, la única información disponible en muchos casos es el número de estudiantes, de centros educativos y de empresas participantes. Necesitamos saber qué formulas consiguen una mayor colaboración con las empresas, y cuándo es mejor la formación en el centro educativo y cuándo en las empresas para poder hacer mejoras basadas en evidencias, algo habitual en otros países europeos pero no tanto en España.

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