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Profesor del departamento de Economía Aplicada de la Universidad de Oviedo

Lecciones de las empresas que exportan

Las claves para internacionalizarse: innovación, planificación, constancia y riesgo

Un barco en la terminal de contenedores de El Musel.

Uno de los comportamientos sorprendentemente positivos de la economía española -y de la asturiana- durante la crisis ha sido la constatación de una notable capacidad competitiva de nuestras empresas en los mercados internacionales. La evolución del comercio exterior ha amortiguado la crisis. De no haberse mostrado como lo ha hecho, ésta hubiera sido todavía más dañina.

Este es un rasgo esperanzador, porque la forma más sana de reducir el elevadísimo endeudamiento de España con el resto del mundo es aumentando nuestra capacidad exportadora; es decir, mejorando nuestra competitividad para que más empresas exporten y las que ya lo hacen lo hagan en mayor medida. Los mayores ingresos exteriores son la única vía para desendeudarnos a medio plazo sin tener que detraer, de la inversión o del consumo -y, por tanto, de la creación de empleo- grandes porciones de renta para hacer frente a nuestras obligaciones exteriores.

Una muestra de ese dinamismo exterior se puso de manifiesto en la celebración en fechas recientes de una sesión sobre casos reales de internacionalización de empresas en la Facultad de Economía y Empresa de la Universidad de Oviedo. En la misma participaron tres empresas que, siendo muy distintas, han sabido afianzarse en los mercados exteriores: Embutidos El Hórreo, Samoa Industrial y CESCE. De lo mucho y relevante allí dicho se pueden extraer algunas enseñanzas generalizables. Son rasgos presentes en todas ellas que pueden servir de pauta para otras empresas en el camino de la internacionalización. En las líneas que siguen destacaré algunos de esos rasgos: innovación, planificación, constancia y riesgo.

Embutidos El Hórreo es una pyme familiar asturiana con más de un siglo de existencia que está luchando por innovar en un sector maduro e incluso tradicional, el de las carnes y embutidos, y en el que no es fácil diferenciarse. ¿Cómo lo está haciendo? Innovando por la vía de mejorar la salubridad y la variedad de sus productos, adaptándolos en formatos y canales de comercialización, o modificando los procesos productivos para reducir los efectos menos saludables de los embutidos. Se trata de diferenciar el producto y de adecuarlo a los exigentes requisitos de certificación del sector agroalimentario en todos los países de nuestro entorno. Esto sólo es posible si se apuesta decididamente por la innovación y la reinversión permanente de los rendimientos, como lo ha hecho esta empresa con un departamento de I+D inusualmente potente en una pyme de sus características. Innovación e internacionalización son en este caso estrategias que se complementan. Además, ha sabido innovar en el modo de internacionalización, liderando un consorcio de exportación junto con otras empresas asturianas y del resto de España del ámbito agroalimentario. Los consorcios son difíciles de articular y pueden fracasar fácilmente, pero cuando se gestionan de forma inteligente pueden suponer ahorros en las labores comerciales, en la asistencia a ferias o en la logística, entre otros.

La más que interesante experiencia exterior de Samoa Industrial nos muestra varias ideas relevantes. Esta empresa gijonesa, con casi 60 años de historia, ha ido desarrollando y fabricando, poco a poco, una gama de productos industriales muy amplia, pero a la vez hiperespecializados, dentro del equipamiento para la lubricación y los sistemas de bombeo. Su mercado de productos es en consecuencia necesariamente global: está presente en más de cien países, liderando su segmento en buena parte de ellos. La innovación, de nuevo, es un ingrediente indispensable de su proyección exterior. Además, nos alerta sobre la importancia de la logística en sectores industriales donde los márgenes son muy estrechos. A pesar de la caída de los costes de transporte en las últimas décadas, su optimización puede marcar la diferencia entre acceder de forma rentable a un mercado o no hacerlo. También nos enseña la relevancia de las distintas regulaciones internacionales, que actúan con frecuencia como barreras técnicas al comercio y que exigen equipos humanos muy preparados para adaptar los productos a los distintos mercados. Son igualmente determinantes las diferencias culturales entre naciones -por ejemplo en materia comercial o de negociación- cuyo desconocimiento puede dar al traste con un plan de internacionalización. Son la planificación, la constancia y la prueba-error las que aconsejan el gradualismo en los procesos de internacionalización: desde la exportación esporádica a la regular, desde los acuerdos de comercialización a la implantación de filiales en el exterior o incluso la adquisición de empresas rivales.

No menos relevante es el tamaño empresarial. Diversos estudios indican que exportación y tamaño van de la mano. Entre otras cosas porque comenzar a exportar tiene importantes costes fijos, más fácilmente asumibles cuando eres mayor, y porque las empresas más grandes son más productivas. En Asturias y en España se requiere un tejido empresarial mediano más poblado, en un terreno intermedio entre las grandes empresas y las microempresas, como el que existe en los países más competitivos de nuestro entorno. Esto, a su vez, nos llevaría a reflexionar sobre las medidas regulatorias que obstaculizan el crecimiento empresarial y sobre las políticas que pueden impulsarlo.

Exportar es complejo, costoso y arriesgado. Muchas empresas que lo intentan abandonan sin convertirse en exportadoras regulares. Se necesita constancia y reducir riesgos en lo posible. El tercer ejemplo es el de CESCE, una compañía de ámbito nacional, de carácter semipúblico, especializada precisamente en tratar de reducir los riesgos de la internacionalización. Esta empresa ha sido fundamental en el proceso de internacionalización de la economía española en las cuatro últimas décadas. Las políticas de apoyo a las exportaciones se justifican porque el conocimiento sobre la implantación en nuevos mercados tiene un cierto carácter de bien público. Se trata de un ejemplo de una empresa golpeada por los impagos generados por la crisis, pero que está adaptándose a las nuevas necesidades de sus clientes, las empresas que operan en el exterior, ampliando y renovando su gama de productos hacia servicios más intensivos en conocimiento.

En síntesis, no hay una única vía para abrirse paso en los mercados exteriores, pero todas ellas van asociadas de algún modo a la innovación, la planificación, la constancia y, claro, el riesgo. Necesitamos que más empresas sean capaces de asumir ese riesgo con éxito.

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